Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Читать онлайн.
Название Los miedos de Ethan
Автор произведения Darlis Stefany
Жанр Языкознание
Серия BG.5
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788417589042



Скачать книгу

bien puedes poner una jodida polla enfundada en condón en la portada —me indica—. Sexo por todas partes y un muy mal sexo. No hay trama. Al menos una pelea con sentido. ¡Nada!

      —Vamos, tiene que haber algo que pueda usar.

      —Ella siempre tenía ropa interior costosa y de encaje. Igual subrayé palabras y anoté como me dijiste. Espero y te sirva de ayuda. Y no leas la historia. No la recomiendo.

      —De acuerdo, gracias por tu ayuda.

      —Siempre para ayudarte —guiña un ojo, luego flexiona sus dedos—. Así que…

      —¿Qué?

      —La semana pasada estuve por aquí y parece que todos estaban un poco preocupados sobre ti.

      —Un pequeño inconveniente, pero ya estoy muy bien.

      —Incluso, vi que Ethan estaba preocupado —Sonríe—. Tan loco como suena.

      —Ustedes son lindos con su preocupación, pero realmente estoy muy bien.

      —Me preocupo por mis Fivers. Sobre todo, mi jodida Fiver amiga.

      —Gracias, pero no soy una persona jodida.

      En respuesta él ríe antes de palmear mi hombro y ponerse de pie.

      —El tiempo pasa rápido. ¡Mierda! Voy tarde a la reunión —maldice un poco más—. Nos vemos luego Grace. Un placer ayudarte.

      —Vete, vete. No me culpen de tu retraso.

      —No le diré a nadie —dice riendo mientras se va—. ¡Mi Fiver!

      La risa de Katherine me hace saber que se trata de ella a quien saludo. Minutos después Katherine se asoma en mi puerta.

      —¿No es Dexter un encanto? —me pregunta parpadeando de manera continua haciéndome reír.

      —Un encanto caliente —concedo.

      5 DE ABRIL, 2014

      —¿Qué te parece? —pregunto mostrando el boceto.

      —¿Es una fiesta de… Décadas?

      —Sí… ¡Lo entendiste! —exclamo entusiasta—. La tía Olivia cumple 50 años en un tiempo y su fiesta será de las décadas cincuenta, sesenta y ochenta.

      —Deberías invitarme.

      —¡Claro! ¿Cómo podría yo divertirme si Lola González no va? —pregunto robando una de sus galletas. Me fijo en cómo va vestida—. ¿Vas a salir?

      —Cena con los padres de Gina. Amo a sus padres, realmente los amo.

      Río, si yo fuera ella también los amara. Padres comprensivos que aceptan a la novia de su hija.

      —Si la mamá de Gina hace uno de esos ricos pasteles de fresas con crema, tráeme un poco, por favor. Esa mujer hace el mejor pastel de fresas.

      —Lo tendré en cuenta. ¿Cuáles son tus planes? ¡Es sábado!

      —Iba a verme con Marly y Leo, pero a última hora están resolviendo cosas de la boda. —Hago el intento de un puchero—. Así que soy yo y mi soledad.

      —Podrías invitar a Charlie a venir y tener algo de acción.

      —No quiero tener sexo —río—, menos con Charlie. Él podría recitar poemas cursis para mí en el acto.

      »Charlie es un chico dulce, solo que no es para mí y no voy a utilizarlo para ocupar un sábado. Veré algunas buenas películas y comeré mucho.

      —Es un buen plan, yo te haría compañía, pero cenar con los padres de mi novia suena mejor.

      —Presumida.

      —Llorona.

      Mi celular suena poniendo fin a la patética disputa de insultos infantiles. El identificador señala que es de casa y aun cuando me gustaría no contestar. Atiendo.

      —Aquí la maravillosa Grace. ¿Quién por allá?

      —La maravillosa abuela —ríe en respuesta—. Hola, mi Grace.

      —Abuela… ¿Cómo estás?

      —Bien, pero yo podría estar mejor si mi bella y única nieta me llamara con más frecuencia.

      —Lo siento, abuela, he estado poniéndome al día con el trabajo.

      —Claro, cariño. ¿Qué tal está todo?

      —Todo está bien, abuela. Soy la misma Grace.

      —Quiero diferir. Igual siempre serás mi Grace. —Apuesto a que está sonriendo—. Así que tu mamá me pidió que hiciera esta llamada…

      —Abuela…

      —…Ya que no estás contestando las suyas —prosigue—; habló con un cirujano…

      —No de nuevo, abuela. Estoy bien de la manera en la que estoy. ¡Casi ni se nota!

      Excepto que sí se nota, yo lo noto y estoy segura de que aquel que se fije logrará verlo también. Pero hace años terminé con las cirugías.

      —Ella quiere hacer esto por ti.

      —Puedo imaginar cuán costosa es esa cirugía. No tiene que hacerlo, no quiero que lo haga. No lo quiero.

      —No lo admitas a los demás si quieres, Grace, pero te conozco. Sé cuánto detestas esa marca en tu espalda, sé cuánto te lastima. ¿Por qué no puedes dejarla ayudarte?

      —Porque no lo acepto… ¿De acuerdo? —Recuerdo de manera tardía que aún estoy frente a Lola, camino a toda prisa a mi habitación—. Si yo no lo acepto no voy a borrarlo. De nada sirve sanar la cicatriz externa cuando en mi interior aún no sano.

      —¿Y cuándo vas a sanar esas heridas, Grace?

      Permanezco en silencio, me dejo caer sobre mi cama y observo el techo.

      —Marzo ya pasó, abuela. ¿Podemos dejarlo atrás?

      «Hasta el próximo marzo», sé que quiere decir, pero ella suspira. Yo sonrío, ella va a dejar ir el tema.

      —¿Por qué no vienes a cenar con nosotras?

      —Tengo planes. —La mentira sale tan automáticamente que siento culpa—. Puedo ir la semana que viene…

      —Está bien, estaré muy feliz de que vengas. Espero ese trabajo tuyo no te explote como el anterior.

      —Abuela, mi trabajo es genial, tú deberías conocer a mi jefa.

      —Me encantaría conocerla. —Ríe—. ¿No hay ningún novio que tenga que conocer?

      —Negativo —río—, atraigo a los chicos cursis y no me gustan.

      —Mi peculiar Grace.

      —Aunque…

      —¿Sí?

      —¿Recuerdas cuando salí de la clínica hace seis años y comencé a escuchar música muy genial de una banda?

      —Claro, me hiciste comprarte sus CDs y llevarte a un concierto.

      —Sí, bueno. ¿Te acuerdas que uno de ellos es el esposo de mi jefa?

      —¿El guitarrista, no?

      —No, abuela. Es el baterista, nunca cometas esos errores.

      —De acuerdo, mi error.

      —Bueno, ellos son geniales.

      —¿Y?

      —Uno de ellos como que me ayudó un poco en los días tristes. Fue agradable.

      —Eso es lindo.

      —Sí,