Название | Tres modelos contemporáneos de agencia humana |
---|---|
Автор произведения | Leticia Elena Naranjo Gálvez |
Жанр | Языкознание |
Серия | Ciencias Humanas |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587844016 |
Capítulo 3 La conclusión del proceso de conversión del homo oeconomicus en el individuo liberal
Capítulo 4 Frankfurt: la persona, su estructura volitiva y sus “preocupaciones”
Capítulo 5 El “evaluador fuerte” de Taylor
Agradecimientos
Para la elaboración del presente trabajo conté con el fundamental apoyo económico de una beca de investigación otorgada por el Departamento de Humanidades, Filosofía, Lenguaje y Literatura, de la Universidad Carlos III de Madrid, entre los años 2006 y 2009, y de un préstamo-beca de la Universidad del Rosario, entre 2003 y 2005.
Este texto no se hubiera podido terminar sin la ayuda amorosa e incondicional de mi esposo, Alexander Narváez.
De una manera especial quisiera agradecer a mi maestro Carlos Thiebaut, por lo mucho que me ha enseñado, y por el tiempo y el esmero dedicados a leer lo que escribía, su paciencia y el interés que puso a lo largo de todo el proceso de eleboración de este texto, cuyos aciertos —y ninguno de sus fallos— se los debo a él.
También agradezco a los profesores Fernando Broncano y Antonio Gómez (del Área de Filosofía de la Universidad Carlos III de Madrid), por lo que aprendí de ellos, y por sus comentarios a las versiones previas al texto final.
El presente libro no hubiera podido publicarse sin el empeño de mis compañeros de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario Adriana Alzate y Wilson Herrera. Igualmente, agradezco el apoyo institucional por parte de la Universidad del Rosario durante el período de mi incapacidad médica y laboral.
Finalmente, agradezco la revisión y corrección del texto a cargo de Christian Rubiano, Andrés Cabrera y José Alexis Blanco.
Prólogo
Carlos Thiebaut*
* Catedrático de filosofía de la Universidad Carlos III (Madrid, España).
Leticia Naranjo nos presenta una detallada reconstrucción de uno de los debates contemporáneos sobre el sujeto moral y político de nuestras sociedades. Es oportuno y necesario este trabajo, pues hemos descubierto que de cómo concibamos a ese sujeto —cómo nos concibamos a nosotros mismos— dependerá en gran medida cómo nos podremos pensar como personas que sufren y actúan en el borroso y demandante entramado de problemas sociales, políticos y culturales que definen el momento que vivimos. O, tal vez mejor, hemos caído en la cuenta de que cuando enfrentamos tales problemas, que podemos declinar con mil matices según sean las sociedades nacionales y los contextos internacionales de nuestras esperanzas y desesperanzas, siempre anida en nuestras capacidades de respuesta una imagen o un concepto de cómo nos pensamos como ciudadanos del espacio público y como personas en la totalidad del espacio social, desde las macroinstituciones, como el Estado, a las microrrealidades de nuestras vidas íntimas. ¿Cómo sabemos qué se espera y esperamos de nosotros, qué se nos reclama y qué se nos requiere, qué fuerzas y qué recursos se han de poner en marcha al debatir, al votar, al establecer y reconstruir los vínculos de nuestras quebradas sociedades, al activar o abroquelar nuestros motivos y nuestras razones para hacer tales cosas? Aunque no pensemos, inmediatamente, qué concepto tenemos de nosotros a cada momento, esa imagen está siempre en el fondo, y aun en la superficie, de las posibles respuestas que podamos dar a tales preguntas.
Tal vez sea una de las tareas de la filosofía el ayudar a poner en evidencia supuestos conceptuales así. Al sujeto —pues es una indagación sobre lo que está detrás, debajo, del entramado de concepciones y motivos de nuestros actos— lo solemos llamar en la filosofía contemporánea el agente, aquel que se hace en y por las acciones que pone en marcha. La capacidad de agencia se puede, no obstante, entender de diversas maneras. Leticia Naranjo nos invita a una reconstrucción de esa capacidad, de cómo el sujeto es concebido en un ámbito, el de la filosofía moral y política, de las discusiones contemporáneas, y lo hace proponiéndonos un recorrido desde, por así decirlo, lo más sencillo y medular a lo más complejo, desde cómo se ha pensado al agente como un maximizador de preferencias y elecciones —ese potente marco de comprensión de la acción racional desde el modelo de un preferidor racional que compite con otros en el mercado— a cómo ese actuador se inserta en marcos de valores y significados que se expresan y construyen en el lenguaje que compartimos con la comunidad en la que vivimos. Es este un camino que va desde lo que algunos modelos reductivos y nucleares de la comprensión de la agencia —unos modelos potentemente filosóficos, pero también hegemónicamente dominantes en nuestras sociedades capitalistas mundiales— dan como centro de la condición humana hasta otra concepción alternativa en la que la agencia se descubre construida e inserta en la complejidad no reductible a los parámetros nucleares desde los que se partía. Es un camino, por así decirlo, de lo más delgado y estilizado, a lo más complejo, lo más denso. Es, en el recorrido que nos propone Leticia Naranjo, el camino que va desde la concepción del agente maximizador del filósofo canadiense David Gauthier a la idea del también filósofo canadiense Charles Taylor. Desde el homo oeconomicus, luego sujeto liberal, del primero al evaluador fuerte del segundo. El paso intermedio entre ambos, como veremos en un momento, es Harry Frankfurt.
El argumento del libro es que los límites de los modelos primeros, sucesivamente Gauthier y Frankfurt, requieren y reclaman su superación en el camino hasta llegar a la propuesta tayloriana. Porque —se nos dice— si pensamos nuestros problemas como si pudieran solventarse por la aplicación de un algoritmo, el de la resolución de nuestras preferencias en la competencia del mercado, no solo perdemos lo que es el carácter fundante, moral, de nuestras actuaciones, sino que también se nos escaparán las razones por medio de las cuales nos podemos, y aun nos debemos, pensar como morales. Gauthier se proponía, en La moral por acuerdo, indicar que la moralidad es el resultado de un acuerdo racional, entendiendo este como un resultado de la agregración de preferencias de un preferidor maximizador de sus intereses racionales que llevaría a la preferencia, también racional, por el establecimiento de un marco moral. Es filosóficamente crucial caer en la cuenta cómo en ese planteamiento algunos términos —como el de racionalidad— quedan reducidos a uno solo de sus vectores —la idea de racionalidad como agregación de preferencias— y cómo el marco en el que el proyecto es concebido —un modelo del contrato social, diferente (y es también crucial señalarlo) al de John Rawls— reduce el intento de comprender cognitivamente, es decir, por medio de razones, el orden social normativo, a lo que he llamado la aplicación de un algoritmo. El contrato social de Gauthier no es, a diferencia del de Rawls, una reconstrucción de un proceso de argumentación reflexiva de los ciudadanos habitantes de las sociedades complejas, un ejercicio de reconstrucción de lo que Arendt recuperó como la capacidad de juicio, tan quebrada, si no ausente, en momentos de oscuridad, sino que es más bien, y solamente, una modelización de lo que de motivador, evaluador y justificador tienen nuestras capacidades morales. Y es, sostiene Leticia Naranjo, una modelización imperfecta a la que algo crucial se le escapa. Qué es lo que se le escapa —o mejor, los límites de todo el modelo y todo el esfuerzo— es lo que la primera parte del libro reconstruye. El agente de Gauthier es, como el Robinson Crusoe de la novela, un ser cuya comprensión del mundo,