Mitología maya. Javier Tapia

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Название Mitología maya
Автор произведения Javier Tapia
Жанр Документальная литература
Серия Colección Mythos
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788418211133



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conservando o rescatando su escritura, su ciencia astronómica, su lengua, su religión e incluso sus leyendas populares, así como su mitología puramente maya.

      Para unos el Quetzalcóatl de los toltecas se convirtió en el Kukulkán de los mayas, para otros Kukulkán no es para nada Quetzalcóatl, sino el Señor de la Estrella del Amanecer, o del Amanecer simplemente; y, para algunos más, Kukulkán no es más que el título que recibían los capitanes toltecas que comandaban los ejércitos invasores del territorio maya.

      Los tenochcas, o aztecas si usted lo prefiere, llegaron muy tarde a la cultura maya y no invadieron la península de Yucatán, aunque sí practicaron el intercambio de mercancías e información.

      La invasión bélica de los itzaes se dio entre los siglos XI y XIII, pero el conflicto parece venir de más lejos, probablemente desde el siglo VI, por cuestiones de origen y de identidad, así como de política, ya que los mayas no tenían la intención de convertirse en un imperio, y los itzaes sí. De una o de otra manera itzaes y mayas convivieron durante mucho tiempo en la llamada liga de Mayapán, que unía a las grandes ciudades de Mayapán, Chichen Itzá y Uxmal, y sus mitos y leyendas suelen ser comunes y basados en dos libros sagrados: el Popol Vuh y el Chilam Balam.

      Segundo y tercer periodo maya (clásico y posclásico)

      Lo que no sucede en milenios sucede en un día, y lo que en dos periodos había sido armonía, se convirtió en violencia cortesana y en codicia humana por el poder y los bienes materiales en la tercera y última etapa maya, cuando los itzaes son vencidos y la fabulosa ciudad de Chichen Itzá es la primera gran ciudad maya abandonada del todo antes de la llegada de los conquistadores europeos.

      En el año 1465 estalla la guerra y la división irreconciliable entre los mayas, cada uno se aferra a su ciudad y entorno, y hace lo posible para que el de al lado fracase. En 1480 todo acaba, y las tres grandes ciudades pierden a sus habitantes, junto con sus sabios, profesores, jerarcas y sacerdotes, y nadie vuelve a saber nada de ellos. Hay quien asegura que hubo una epidemia terrible y que los sobrevivientes se refugiaron en el Petén, pero este nuevo final también está lleno de leyendas y especulaciones, porque entre los que se salvaron no quedó nadie que supiera leer la escritura maya, y mucho menos determinar el paso de los astros.

      Cuando Hernández de Córdoba llega a la península en el 1517, la gran cultura maya ha desaparecido. En el 1524 Pedro de Alvarado conquista Guatemala y las Hibueras (Honduras), pero no logra someter a los pueblos mayenses de la selva ni a los de la península, que van a resistir y a rebelarse continuamente hasta el siglo XIX, y a sentirse un poco mexicanos, que tampoco lo deseaban, hasta bien entrado el siglo XX.

      ¿Qué fue del gran pueblo maya constructor de las pirámides y conocedor del devenir de los cielos?

      ¿Qué pasó en los trescientos años que estuvieron desaparecidos entre el primero y el segundo periodo?

      ¿Qué fue de ellos durante los seiscientos u ochocientos años que pasaron entre el segundo y el tercer periodo?

      ¿Dónde están o a dónde fueron los mayas que desaparecieron en 1480?

      La respuesta es «yucatán», es decir, «no lo sé» o «no lo entiendo» en lengua maya.

      De hecho, y de momento, nadie puede dar una respuesta fidedigna y basada en hechos y datos certeros, porque no hay huesos de los millones, cientos de miles o incluso miles de habitantes de Mayapán, Uxmal y Chichen Itzá.

      Esperemos que la mitología maya, con sus historias populares y leyendas que han sobrevivido durante milenios entre los pueblos mayenses, en tono rebelde, diverso y contestatario nos den, si no una respuesta clara y concisa a los misterios mayas, sí las claves para imaginar con el corazón su mágica existencia.

      I: Cosmogonía maya

      Entonces creamos a los

      señores divinos

      para que cumplieran nuestros

      designios,

      y el que no funcionaba

      era destruido y creado de nuevo.

      Hablar de una sola y única cosmogonía maya es dejar fuera uno u otro periodo, e incluso a uno u otro pueblo que conformó la cultura maya. En la etapa proto-maya, por ejemplo, los dioses estaban al servicio del hombre que los creaba y no al revés, el dios que no funcionaba era destruido y, con el mismo barro que había sido creado, se fabricaba un nuevo dios para ver si funcionaba.

      Por ejemplo, para pedir que cesaran las lluvias —porque en esa región del mundo la lluvia es abundante y persistente— se fabricaba un dios, y si éste no era capaz de detener la molesta lluvia, se le gritaba, maltrataba y finalmente destruía. Luego, con sus desechos, se fabricaba otro dios que debía contener el agua para no correr la misma suerte que el anterior, y así sucesivamente hasta que dejara de llover.

      El cosmos y el origen del hombre no eran importantes, porque para los primeros mayas el hombre había existido siempre, y lo que ha existido siempre no requiere origen alguno.

      En el primer periodo, junto con las jerarquías sociales, aparecen los señores divinos, dioses que rigen sobre el destino de los hombres, algunos terribles y exigentes, otros sabios y benevolentes.

      También aparecen los Aluxes, pequeños seres elementales que cuidan del hogar y de la persona que les da de comer, pero que molestan a los intrusos o gastan crueles bromas a quienes los ignoran o los desprecian. Las Xtabay los acompañan, como ninfas o súcubos que seducen a los jóvenes por los caminos oscuros con el fin de agotarlos sexualmente, castrarlos o matarlos si no les cumplen, indicando así las nuevas reglas morales y sociales con respecto al sexo entre la juventud maya.

      Para el segundo periodo ya hay una cosmogonía formal que habla del caos como principio generador del universo, porque este caos lo contiene todo. Sin embargo, se mantiene el principio de inmanencia, es decir, de la eternidad del universo en muchos de sus sectores, con aguas estelares eternamente estáticas, mientras otras cosas cumplen ciclos de nacimiento y muerte, creación y destrucción, transformación eterna y constante.

      Para el tercer periodo ya encontramos al sol, Kin, como eje y principio de todo, incluidos el tiempo y el espacio, de los ciclos de la vida y la fertilidad, y celoso dueño del destino de los hombres.

      Por supuesto, un periodo influye en el otro y es difícil establecer una línea cronológica con respecto a las creencias de la cultura maya, con impactos puntuales como el de los toltecas, que introducen a Quetzalcóatl y a los Cinco Soles, y el de los itzá, que se sienten mayas como el que más, y van a reclamar un origen milenario común más allá de las grandes aguas.

      Por supuesto, primero la colonización y luego la mexicanización han añadido sesgos y sincretismo a las leyendas de la mitología maya, por no hablar de las influencias religiosas y morales del judeocristianismo que han intentado no solo influir y cambiar contenido, sino borrar alguna por considerarla del todo blasfema, logrando con ello, como suele suceder en estos casos, una mayor resistencia y persistencia de las culturas ancestrales, que en el caso de los pueblos mayenses ha sido ejemplar.

      El principio de todo

      En un principio de no había principio, porque ya estaba todo pensado, dicho y preparado para que así fuera.

      Las luces y las sombras ya estaban ahí.

      El agua primordial siempre estática ya estaba ahí.

      La esencia de la existencia que nunca se acaba, ya estaba ahí.

      Todo estaba en desorden y mal acomodado, pero estaba.

      En el desorden había de todo, solo había que escarbar para encontrar lo que se buscaba.

      Con lo que había se podían hacer nuevas cosas, porque cada cosa tiene en su interior el poder de otras cosas.

      Todo ya estaba ahí, unas cosas nuevas dentro de otras cosas viejas, solo había que rascar para sacar las cosas nuevas del interior de las cosas viejas,