Название | La masonería |
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Автор произведения | Francesc Cardona |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Colección Nueva Era |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418211089 |
Elias Ashmole
Los rosacruces y la masonería
El gran componente gnóstico de la doctrina de los rosacruces influyó en mayor o menor grado en algunas logias masónicas operativas en la segunda mitad del siglo XVII que se hallaban en camino de transformación. Una extraña doctrina al parecer invención del abad de Adelsberg (Alemania), Juan Valentín Andreas, de confesión luterana, basada en la felicidad y la solidaridad. El citado abad creó una historia de ficción sobre un tal Christian Rosenkreuz, fundador de la Orden en la segunda mitad del siglo XIV, tal como citaba la obra, Fama Fraternitatis de la Meritoria Orden de la Cruz Rosada publicada en Alemania en 1614.
En una Alemania desquiciada por la Reforma, la contraofensiva de la Contrarreforma y la Guerra de los Treinta Años su doctrina hermética prosperó y paró a Inglaterra en donde se fundaron numerosas sociedades extendiéndose por toda Europa, sirviendo como vehículo de transformación masónica.
Fue en Londres donde consiguieron una gran aceptación y contribuyeron a la fundación de la Royal Society (1660) en la capital inglesa con el propósito principal de ampliar el ámbito de las ciencias. Todo lo contrario a la concepción sobrenatural que había invalidado con fuerza en aquella época el campo de la filosofía y de la teología. De aquellos grupos saldrían muchos líderes de la nueva masonería especulativa, hasta el punto de crearse un grado importante con su nombre, el de Caballero Rosacruz dentro de su escalafón.
En Inglaterra el defensor más destacado de los rosacruces, el médico Robert Fludd (Rosacruces o Hermandad de la Cruz Rosada) afirmaba que su sabiduría significaba, en primer término, un nuevo sistema de filosofía natural procedente en parte de la observación de la naturaleza y las estrellas. Sostenía que el universo visible estaba lleno de signos místicos; los iniciados en la verdadera sabiduría podían reconocerlos y alcanzar un conocimiento perfecto de todas las cosas del cielo y de la tierra. La facultad de comprensión, tal como Fludd la veía, la otorgaba al espíritu divino a personas elegidas, puras de corazón, a las que los hombres vulgares no reconocían, pues eran dueñas de riquezas celestiales, pero pobres para el mundo. Los dones del espíritu, terminaba, eran profetizar, realizar milagros, conocer lenguas y sanar a los enfermos. La vida de Fludd se extendería entre 1574 y 16378. Tras cierto oscurecimiento, el Rosacrucismo volvió a resurgir espléndidamente en el siglo XIX y se transmitió boyante a los EE. UU.
Robert Fludd
La leyenda de Christian Rosenkreuz se refiere a este como “filósofo, matemático y constructor de instrumentos, que sintió deseos ardientes de realizar una reforma y buscó quien le ayudara”. Se le ha comparado a Hiram Abiff, figura principal y alegórica del ritual masónico, el descubrimiento supuesto de su tumba (1614) sería el principio de todo el ancho mundo”, tal como llamaba la Fama Fraternitatis que mezclaba doctrina calvinista en la cábala (tradición esotérica del judaísmo emparentada según algunos, otros lo niegan, con el gnosticismo y hermetismo).
Este elemento gnóstico está presente en los orígenes de la masonería moderna del siglo XVIII:
“Cuando Dios dio la ley a Moisés, también hizo una segunda revelación del significado secreto de tal ley”. La cábala pretende desvelar el misterio de la creación sin un Dios que existe, pero no es creador: el mundo procedería de un ser primordial por vía de progresivas emanaciones a través de los Sefirot (o cones) emanaciones intermedias. Todo lo que existe está ordenado de acuerdo con el alfabeto hebreo, “lengua sagrada usada por Dios para dirigirse a los hombres”. Los cabalistas crearon un complicado método de valoración numérica de cada palabra de alfabeto sagrado, una numerología. Y los rosacruces lo tomaron junto a otras ciencias ocultas. Según ellos el mundo debería quedar en el “mismo estado que lo encontró Adán”. Pretendían traer su sabiduría del Antiguo Egipto ya en el siglo XIV a. C., los primeros rosacrucianos se reunieron en la Gran Pirámide donde fueron iniciados en los grandes misterios. La influencia en la masonería es evidente. Si el mundo debería quedar en “el mismo estado que lo encontró Adán” podrían ser considerados como los primeros ecologistas.
Símbolo de los Rosacruces
La transición a la masonería moderna
El paso de la masonería medieval de los constructores de catedrales, cualidad que se ha venido a llamar masonería operativa (opera = construir) que poseía la característica principal de observación estricta de la ley cristiana entre sus miembros, la frecuencia a la iglesia, a la masonería moderna (masonería especulativa (especular = meditar, reflexionar, teorizar) puede rastrearse a través de una serie de documentos que permiten apreciar la transición que abarca fundamentalmente de 1660 a 1716, tal como se guardan en la St. Mary’s Chapel Lodge de Edimburgo(en donde se reunía la Gran Logia).
En sus archivos (completos desde 1599) se revelaba cómo paulatinamente durante el siglo XVII, aparecieron junto a auténticos trabajadores de la piedra otros personajes que poseían una profesión absolutamente distinta: abogados, comerciantes, mercaderes y cirujanos.
Sabemos que por aquel tiempo, asistían a las reuniones de las logias aficionados a la arquitectura como accepted masons (masones aceptados) o miembros honorarios. Eran patrocinadores de los gremios y les prestaban ayuda económica financiando catedrales y monasterios, pero en el siglo XVI su construcción había llegado a su fin y entonces se dedicaron a hacerlo, en su mayoría, a edificios laicos.
La creación de las academias de Arquitectura, singularmente en Italia, dio el golpe de gracia al sistema gremial de aprendizaje de la construcción y el sistema ritual de secretismo de su oficio. Al terminar la construcción de las grandes catedrales, las hermandades y logias masónicas pasaron lentamente a manos de los miembros adoptivos y así los especulativos llegaron a imponerse a los operativos. Así fue como la masonería especulativa tomó las riendas sobre todo, a partir de 1717 y singularmente en las denominadas Constituciones de Anderson en 1723. Durante ese periodo se produjo un cambio político con el paso de la dictadura de Oliver Cromwell (fallecido en 1658 y obligado su hijo Ricardo a dimitir en 1660) a la restauración efímera de los estatutos que acabarían con la revolución de 1688 y la llegada de Guillermo III de Orange, que otorgaría grandes privilegios al Parlamento e inaugura un nuevo sistema de gobierno destinado a tener un gran porvenir.
Constituciones De Anderson
Por cierto que a Oliver Cromwell, que había ordenado la ejecución de Carlos I (1649), algunos le colocaron el “sambenito” de haber impulsado la masonería especulativa, cosa improbable para un dictador.
Diversos trastornos civiles asolaron Inglaterra y singularmente Londres por aquellos años. En 1665 una epidemia de peste declarada en la ciudad provoca noventa mil muertos. Al año siguiente el “Gran Incendio” convierte en cenizas alrededor de cuatro quintas partes de la urbe. El arquitecto Sir Christopher Wren intentó inútilmente transformarla de acuerdo con los planos de codificación por él diseñados, conforme a nuevos criterios. Realizaría la catedral de San Pablo, así como la erección de treinta iglesias. Fue el canto del cisne de los masones operativos europeos reunidos para reconstruir la ciudad.
¿Cuáles fueron los motivos que impulsaron a quienes poco tenían que ver con la constitución a ingresar en asociaciones que iban difuminando esa profesión, aunque conservando la estructura de los antiguos canteros?
Todo son conjeturas.