Creatividad para comenzar a escribir. Dulce Bermúdez

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Название Creatividad para comenzar a escribir
Автор произведения Dulce Bermúdez
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788415409052



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      El ser humano es creativo por naturaleza. Es una característica intrínseca de nuestro ser. Nos expresamos en diferentes disciplinas y niveles pero no dejamos de ser creativos. La diferencia está en el grado de uso que le damos, más o menos frecuente, y la necesidad que tenemos de ella.

      Muchas personas afirman «no tener creatividad». Es imposible. Como mucho, no la utilizará habitualmente porque no la necesita en su vivir de cada día; pero seguro que hará muchas pequeñas cosas creativas sin darse cuenta de ello. Se trata sólo de ser consciente de esos detalles.

      Existe una serie de cualidades, comunes a cualquier aprendizaje, que nos conviene conocer. En realidad, estas cualidades tan elementales nos proporcionan una actitud curiosa y abierta a recibir novedades frente a cualquier tipo de aprendizaje, situación o enfrentamiento con algo nuevo.

      Son tan básicas que, a pesar de ser habituales en muchas situaciones y materias, nos pasan desapercibidas y no actuamos de acuerdo con ellas. Tal vez esto se deba a la costumbre de nuestros hábitos adultos. Una vez las reconocemos, son tan evidentes que hasta podríamos reírnos de no haberlas empleado por nuestro propio conocimiento. Estas cualidades son:

       La curiosidad.

       Los recursos.

       La apertura infantil.

       La determinación.

       El jugar y divertirte.

      Por mi parte, ser consciente de cada una de ellas provocó que las conectara rápidamente con mi trabajo habitual —soy profesora de Lenguaje Musical y Armonía—. Son claramente eficaces, sobre todo cuando añadimos el elemento de la creatividad. Luego, con la práctica, pude extrapolarlo fácilmente a otras enseñanzas distintas, incluyendo los cursos y seminarios de escritura.

      Caí en la cuenta de que también son necesarias para cualquier persona que desee comenzar a escribir. Ya por entonces me encontraba trabajando en mi primera novela —aún jugueteando y tanteando con las ideas y las frases—, y casi automáticamente me centré en aplicarlos en ella. El resultado fue parecido a lo que se siente en un trampolín: todo se simplificó, tomó cuerpo y me sentí invadida por una gran ilusión que me empujaba. Se había producido un cambio radical en mi motivación respecto a la escritura: algo que comenzó como un tanteo y un juego se convirtió en una pasión.

      Esto me hizo pensar en el cambio de perspectiva que podía producir sólo el aplicar algo de atención a las cinco cualidades y, tras un pequeño recuento retrospectivo sobre ello, extraje algunos beneficios:

      El escritor debe sentir curiosidad por su propia historia. En ocasiones, aunque esta se haya planificado inicialmente con un «indice» sobre el que trabajar, puede surgir una idea inesperada que dé un giro al escrito y nos lleve por otros derroteros y aspectos que no nos planteábamos en un principio. Estos elementos —con los que no contábamos y su entrada en juego— hacen el relato más sorprendente y, con ello, dan pie a un nuevo desarrollo rico e imprevisto.

      Esto me ha pasado en más de una ocasión y, hoy por hoy, utilizo estos atisbos de nueva perspectiva para sacar más información. Una simple pregunta a las que llamo los «y si…», nos pueden abrir curiosas puertas a un entorno casual o a un hecho fortuito que nos sirva de palanca y proporcione el impulso necesario para desarrollar mejor nuestro argumento.

      Imaginemos algunos supuestos…

       ¿Y si…

       …Manuel, asqueado y aburrido, dejara su trabajo y tuviera que enfrentarse a una esposa irascible que no comprende su necesidad de cambio? ¿Y si esta se mostrara inflexible?

       …María decidiera que debe dejar todo para perseguir su sueño de ser diseñadora, teniendo que elegir entre ello o seguir las expectativas de sus padres de seguir con los negocios familiares?

       …Dolores, cansada de ser el paño de lágrimas de su difícil y complicada familia, decidiera tomar las riendas de su vida y cortar con su dependencia emocional? ¿Cómo empezaría su nueva vida?<7em>

       …Un día, una llamada de teléfono te dice que tu pareja ha tenido un grave accidente y te enfrentas a un brusco y frustrante cambio en tu vida?

      ¿Y si…?

      ¿Qué pasaría?

      Dejar que nuestra imaginación actúe por nosotros y se mueva libremente hace que el autor se mantenga expectante con su obra, otorgándole así vivacidad y frescura. Es verdad que es algo a lo que no estamos acostumbrados y en un principio puede resultarte algo difícil, mas, como en todo, es cuestión de probar y practicar. Si eres persistente y permites que surja la oportunidad de divagar con tu imaginación, poco a poco se convertirá en algo cotidiano y podrás dejar volar tu mente cuando lo necesite, y permitirle que vaya encontrando los puntos, conexiones o probabilidades que precises buscar.

      Muchas veces, sobre todo al principio, me apetecía escribir algo y no se me ocurría nada. Tenía el argumento, la trama, a veces los personajes… Mantenidos a la expectativa, esperando a que yo diera el primer paso para moverlos. Sin embargo, no encontraba la punta del hilo.

      Reconozco que esto me inquietaba, hasta que comprendí que se puede utilizar… ¡todo!

      Estos son nuestros recursos. Desde una sorpresa inesperada hasta una simple discusión. Absolutamente todas nuestras experiencias y emociones o las que observamos en otros —vividas o anheladas, soñadas y deseadas, incluso las que odiamos y rechazamos…—, todas pueden servirnos de base para tomar una idea y desarrollarla.

      La materia base para escribir la encontramos en el día a día: en las relaciones con los demás y las propias vivencias. Nuestra vida es un compendio de pequeños fragmentos de historias que son susceptibles de desplegar y desarrollar, cambiar, agravar o modificar. Utilizando los «¿y si…?» como un juego de ideas, podemos imaginarnos varios caminos alternativos y elegir uno que nos atraiga para argumentarla.

      Luego, sólo hay que elegir la que más nos guste.

      La apertura infantil tiene mucho de la curiosidad. En el caso concreto del escritor, sería el mirar cada vez con ojos nuevos nuestra propia obra. Aunque la leamos cien veces, se trata de hacerlo con la mente abierta a posibles cambios y novedades para el relato.

      También resulta útil para verificar que el texto es claro y comprensible para el lector. No olvides que, cuando escribimos, los autores mantenemos todos los datos en la mente, con lo cual nos resulta fácil seguir la trama. No así quien lo lee, que se enfrenta a todas las dudas e interrogantes del tipo «¿y ahora qué?» o «¿y esto por qué?».

      Es bueno asegurarnos de que lo que escribimos mantiene un orden y claridad y esté basado en datos sencillos para que al lector le resulte cómodo sentirse inmerso en la lectura.

      Muchos de los escritores consagrados aconsejan separarse un poco del escrito y retomar su lectura días más tarde. Llegan incluso a sugerir dejarlo reposar durante algunos meses. Lo he comprobado por mí misma y resulta enriquecedor, tanto para el texto como para ti. Tu mente, fresca y desconectada parcialmente de las emociones que te invaden cuando escribes, percibe mucho más sutilmente lo bueno y lo malo de tu texto. Permites que se despeje de notas y directrices, sin exigencias, y, de esa forma, se abre a nuevas y refrescantes chispas de ideas, correcciones que pueden ser, como mínimo, muy interesantes.

      Me viene a la memoria un dato bien conocido por los profesionales de tráfico: cuando un conductor pasa la barrera de los doscientos kilómetros por hora en su vehículo, el enfoque de visión de la vista se reduce a «un túnel», literalmente. La vía tiene el mismo ancho pero el conductor lo percibe como un espacio cerrado y estrecho: un túnel.

      Igual nos ocurre cuando nos empecinamos con nuestro relato. Al centrarnos demasiado, nuestra visión se empequeñece, nos bloquea y perdemos perspectiva. Esto puede traer como consecuencia reiterar, repetir, perder frescura, convirtiendo en «soso»