cuidar a los más humildes y necesitados; si Jesús estaba totalmente ausente de la política de su tiempo y era un pacifista convencido de la no violencia, que animaba solo a la paz y al amor; si, como sostiene Pagola, para Jesús entrar en el Reino no era «poder, ni riqueza, ni honor, sino justicia y compasión», ¿cómo es posible que Poncio Pilato lo hubiera condenado a muerte como culpable de insurrección contra el Imperio? Me parece, e igualmente a todos los estudiosos independientes, que algo muy importante no casa en esta pintura de Jesús cuando se llegó a tal extremo. Es cierto que Pagola insiste al final de su obra —y lo he recogido antes en mi resumen de sus posiciones (
supra)— en que Jesús tenía una conducta original inconformista que irritaba a las autoridades, y que era un estorbo y una amenaza porque en realidad era un desafío al sistema. Pero ni casa —por parte de los judíos— como causa eficiente de su muerte que el odio y la envidia y el sentimiento de que la vida toda de Jesús fuera una blasfemia, ni casa —por parte de los romanos— el que Poncio Pilato se hubiera dejado arrastrar nada menos que a una condena a muerte en cruz por el influjo y presión de las autoridades judías. En síntesis, diría que, en conjunto la imagen del Jesús «histórico» de José A. Pagola no es en absoluto convincente.