Aproximaciones a la filosofía política de la ciencia. Отсутствует

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       El descubrimiento de la diferencia. O la contracultura como gobernanza

      El tercer modelo que resuelve el problema de Platón surge en los años inmediatamente posteriores al periodo que hemos venido examinando, y tiene que ver con lo que Theodore Roszack denominó en un best-seller del momento "el nacimiento de una contracultura". Los años sesenta, en la culminación del desarrollismo y de la Guerra Fría, fueron también el marco temporal de un sentimiento de malestar que recorrió los campus universitarios y que se expresó en varios movimientos sociales bien conocidos. En los años sesenta se extendió lo que podemos llamar un malestar dentro de las nuevas sociedades del bienestar, que coincidió con la primavera de Praga y, en general, con un movimiento generalizado de cambio y disidencia frente a las ideologías más asentadas. La fragmentación de lo que se llamó los grandes relatos fue la regla más que la excepción. Surgieron los movimientos de liberación del tercer mundo, se extendieron las guerrillas o las guerras abiertas, modificando las asentadas estrategias de los partidos de izquierda, surgieron los movimientos ecologistas como reacción a los primeros accidentes en las centrales nucleares, el movimiento sufragista se convirtió en un movimiento feminista con reivindicaciones generales sobre la vida cotidiana, surgió, en general, una resistencia cultural a lo que se denominó la racionalidad científica. Surgieron las bases de lo que ha sido la cultura más extendida en los circuitos académicos en los últimos treinta años. Fue el descubrimiento de la diferencia como reivindicación nuclear de una nueva forma cultural en la que aún vivimos, o quizá, en la que hemos comenzado a existir de forma.

      Se sitúa Feyerabend en la reivindicación de tantas tradiciones como las distintas comunidades valoren como valiosas. No hay ningún metadiscurso normativo por encima de la voluntad de los ciudadanos. Rorty, Derrida y otros críticos de las teorías tradicionales de la democracia se alinearon poco después con las tesis de Feyerabend. Su importancia está en haber formulado con toda radicalidad el programa de política epistemológica que se deriva de su concepción de la ciencia, y que resumió en el eslogan de la revolución cultural maoísta: "florezcan cien flores de loto y cien escuelas de pensamiento". En lo que a nosotros nos importa, implica una cierta forma de concebir las decisiones estratégicas de la ciencia. El imaginario ilustrado que estaba en la base de las dos posiciones anteriores queda ahora convertido en un mito o gran relato de los abuelos: