Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón

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Название Relatos de un hombre casado
Автор произведения Gonzalo Alcaide Narvreón
Жанр Языкознание
Серия Relatos de un hombre casado
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788468671079



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en mi cuarto y medio en pelotas, era una situación soñada, pero no se me ocurría de qué manera podía avanzarlo.

      Me daba miedo el contundente rechazo que probablemente recibiría. Sabía que se había acostado con muchas minas del gym y no imaginaba que siquiera se le hubiese cruzado alguna vez la idea de garchar con un tipo.

      Martín se sentó en el borde de la cama, frente al espejo que cubría completamente una pared lateral del cuarto y sonriendo, dijo:

      –Turro, se ve que sos fiestero ehh; las cojídas que te debés mandar acá con tu mujer mientras que se miran en el espejo.

      La verdad, es que no sabía que responderle ni como tomar su comentario; teniendo en cuenta lo que me había contado hacía un rato, sobre el tiempo que llevaba sin garchar, lo único que pensé, fue en decir cosas que pudiesen calentarlo.

      La verdad es que sí; soy muy morboso y no sabés cómo me gusta mirarme mientras se la entierro, la pongo en cuatro y le doy de atrás, por la concha y por el culo… o cuando hacemos un 69, mientras que ella me embadurna el orto con lubricante y me hace gozar con sus dedos –dije.

      Me miró a los ojos y dijo:

      –Uyy turro, no podés ser tan guacho; me estás haciendo calentar; jamás imaginé que fueses tan morboso, pareces un tipo tan serio…

      Me acerqué y miré directo a su bulto. Martín, no tenía manera de ocultar su erección; su pija estaba dura por debajo del toallón.

      –Sí, veo; mirá cómo está tu caño… –dije, intentando abrir el juego.

      Sin darle tiempo a pensar, tiré del nudo del toallón, dejándolo desnudo y me arrodillé frente de él.

      Martín se quedó duro, mirándome a los ojos. Sin dejarlo reaccionar, le agarré la poronga y me la metí en la boca. Inesperadamente, Martín me agarró de los pelos, alejó mi cabeza de su pija y se paró.

      –Pará forro, ¿qué hacés?, ¿estás loco?, jamás cojí con hombres y no me atrae la idea. Disculpame, pero esto no es para mí; me parece que entendiste cualquier cosa –dijo enojado.

      –Disculpame man, pensé que podía ayudar a aliviar tu calentura –dije.

      No man, gracias, pero paso –respondió Martín.

      Fue a buscar su ropa, se vistió y comenzó a bajar la escalera. Lo seguí para abrirle la puerta, nos despedimos fríamente, le pedí nuevamente disculpas y se fue sin decir más nada.

      Era la primera vez en la vida en la que me enfrentaba a semejante situación… ¿Martín divulgaría lo acontecido con la gente del gimnasio o lo mantendría entre nosotros? Obviamente que a ese gym no regresaría más y no se me ocurría que excusa le inventaría a mi mujer. Estaba perturbado y una catarata de pensamientos comenzaban a invadir mi cabeza.

      Ciertamente, no tenía idea en cómo haría para mirarlo a los ojos nuevamente y desde ya, sospechaba que jamás regresaría a mi casa. La situación tan incómoda que acababa de vivir, me había quitado todo tipo de calentura. Fui a la cocina para comer algo al paso y me puse a ver TV en el living, hasta que quedé profundamente dormido.

      Avanzando un paso

      Me despertó el sonido de una llamada entrante en mi celular. Eran las seis y para mi sorpresa, la pantalla indicaba que era Martín. No me animé a contestar y el teléfono dejó de sonar. Pasaron dos minutos, y nuevamente sonó. Mal que me pesara, de una u otra manera, en algún momento, debería enfrentar la situación, así que mejor hacerlo rápidamente, por lo que decidí contestar.

      –Hola –dije de manera seca.

      –Hola, te llamo para disculpame por la reacción un tanto violenta que tuve hoy –dijo Martín.

      –No, disculpame vos; realmente, me salió hacerlo sin pensar en nada y, de alguna manera, tu reacción fue lógica –dije.

      –Mirá, la verdad es que me fui mal y me quedé mal el resto de la tarde. Fuiste muy amable al invitarme a la pileta, al prestarme ropa, al dejarme duchar; quizá hice o dije algo que te llevó a pensar de una manera equivocada –dijo Martín– y continuó:

      –Si vamos a ser sinceros, realmente me hiciste parar la pija cuando comenzaste a hablar de las cosas que hacías con tu mujer y obviamente, lo notaste; quizá eso te hizo pensar que yo estaba buscando otra cosa.

      –El que hizo el primer comentario imaginando lo que yo hacía frente al espejo con mi mujer fuiste vos, vos comenzaste a hablar de sexo; de todas maneras, todo bien Martín, dejémoslo así; fue solo un mal entendido. Lo que, sí te pido, es que lo sucedido quede entre nosotros.

      Desde ya, olvidate… ¿Querés que vaya a tu casa y que lo charlemos personalmente? –preguntó.

      Difícil dejarme sin palabras, pero Martín lo acababa de lograr; no supe bien que responder. Meterlo en mi casa siempre había sido con una intención concreta. Después de lo acontecido, del enojo con el que se había ido y que ahora me estuviese proponiendo regresar para charlar sobre lo sucedido… realmente no supe cómo tomarlo ni en que podría terminar.

      –Me sorprendes, pensé que no me querrías ver más ni en figuritas, pero si querés venir, no tengo problemas, ya sabés que estoy solo y al pedo; vení y charlamos –respondí.

      –Ok, en quince estoy ahí –dijo, cortando la llamada.

      Realmente, me puse nervioso… Fui a la heladera para verificar que tuviese cerveza fría. Fui al baño, me puse una remera para no recibirlo solo en bóxer, regresé al living, puse música tranquila y me quedé esperando su llegada.

      Escuché el sonido de un auto estacionando en la puerta y le envié mensaje diciéndole que abriría el portón para que lo entrara al estacionamiento. Martín entró con su auto y me dirigí a la puerta principal para recibirlo.

      Nos miramos, sonreímos y ambos hicimos un gesto de vergüenza. Martín se había cambiado de ropa; tenía una bermuda, una chomba celeste y estaba en ojotas. Lo invité a pasar, no sentamos en el living y le ofrecí cerveza, que aceptó con gusto.

      Fui hacia la cocina y regresé con dos botellitas, le alcancé una y me senté a su lado.

      Bueno, ya nos dijimos algunas cosas por teléfono –dije, como para romper el hielo.

      –Sí, es verdad y como te dije, fuiste muy amable y vuelvo a disculparme por la manera en la que reaccioné, pero entendé que jamás me había sucedido algo así –dijo Martín.

      –Te comprendo, solo que, como tenías la pija parada y yo soy muy amplio con el sexo… en verdad, te confieso que soy bisexual y pensé que podría ayudarte –dije.

      –Me dejás mudo –dijo Martín.

      –Mirá… yo tomo mi bisexualidad con total naturalidad; sexo es sexo, sexo es placer, sexo es gozar; cada uno lo hace a su manera y de la forma que mejor le plazca; mientras que sea consensuado entre las partes, todo bien, ¿cuál es el problema? –dije.

      Martín me miraba con los ojos bien abiertos y sin decir nada.

      –Yo también tengo mis límites y hay cosas que no me van. Solo garcho con tipos que sean machos, no me van los amanerados, los trabas, ni el sexo escatológico, sado o cosas extremas; macho contra macho. ¿Nunca compartiste al menos una paja cruzada con un tipo? –pregunté.

      –Ahh bue… veo que la tenés clara… Ya que te sinceraste de esa manera, la realidad, es que compartí minitas con un amigo, participé en tríos con él y con varias trolas, pero nunca le toqué la chota intencionalmente; en verdad y me