Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón

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Название Relatos de un hombre casado
Автор произведения Gonzalo Alcaide Narvreón
Жанр Языкознание
Серия Relatos de un hombre casado
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788468671079



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dedo apuntando hacia mi chota, pero refiriéndome a que no iba a ir en bóxer.

      Noté que Gastón siguió con su mirada mi dedo y no dijo nada.

      –Pasá, ponete cómodo, ¿te doy algo fresco? –pregunté.

      –Dale, te agradezco –respondió Gastón.

      Tomé una jarra de agua con hielo, agarré dos vasos y regresé al living.

      –Tomá, ponete cómodo, me cambio y enseguida vengo –dije.

      Fui hacia el cuarto, me puse un short y una remera, mientras que Gastón hacía comentarios, ponderando como tenía puesto el departamento.

      –Se ve que haces mucho deporte, porque tenés muy buen lomo –comentó, cuando regresé al living.

      Aunque no esperaba un comentario así, naturalmente respondí:

      –Sí y por lo que veo, imagino que vos también… ¿Vamos?

      Nos fuimos a su departamento y levantamos el Lcd que pesaba bastante, ya que se trataba de uno de 55”. Apoyamos la parte de la base de mi lado y me acerqué a él para ayudarlo. Sin intención alguna, nuestros brazos peludos se rozaron y sentí que saltaron chispas. Me excité al instante, pero ni en pedo me daba como para encararlo, porque no tenía idea sobre cuál era la onda del flaco, más allá de la mirada obvia que le había pegado a mi chota cuando hice referencia a mi bóxer.

      –¿Necesitas que te ayude con algo más? –pregunté amablemente.

      –Dale, si no te jode… –respondió.

      Corrimos un par de sillones y dijo:

      –Que calor que hace, increíble esta época del año con una temperatura así…

      Naturalmente, comenzó a sacarse la remera, que tenía una aureola de transpiración estampada en el pecho. Clavé mis ojos en su cintura, e inmediatamente comenzaron a asomar los pelos de su abdomen; la remera continuaba subiendo en cámara lenta, hasta que quedó al descubierto su firme abdomen y el esplendor de ese pecho repleto de pelos castaños claros…

      ¡Por Dios!, realmente no pude disimular y seguí con mi vista clavada en su lomo.

      Gastón se dio cuenta; hizo una exclamación y dijo:

      –Así está mejor; estoy todo chivado…

      Me sentí un poco incómodo, porque mi mirada había sido un tanto alevosa y obvia.

      Realmente, el flaco estaba muy bueno, portaba el tipo de lomo que me calentaba, macizo, peludo, bien de machote, tonificado, musculoso, pero no hipertrofiado y fundamentalmente, cubierto de pelos...

      Me invitó a que me sentara y fue hacia la cocina para buscar algo fresco para tomar.

      –¿Te va una cerveza? –preguntó.

      –Dale, si ya se enfrió sí –respondí, pensando que, aunque no resultaba lo más adecuado para tomar después de haber corrido, no rechazaría ninguna propuesta.

      –Sí, está bastante fría –dijo.

      –Voy a tener que ducharme nuevamente, porque me chivé todo –agregué.

      Mirándome de una manera muy particular dijo:

      –Sí, veo, tenés todo el lomo transpirado; te estoy rompiendo las pelotas, no sé cómo agradecerte y no quiero abusar más de vos –dijo.

      La verdad es que estoy al pedo, así que podés abusar todo lo que quieras –dije.

      Salieron esas palabras de mi boca y mi cabeza no podía creer lo que terminaba de decir. Aunque Gastón lo podía interpretar como quisiera, ya que yo no había dicho nada explícito, sonó realmente raro... “Abusá todo lo que quieras…”

      Gastón dejó su vaso sobre la mesa, se acercó y se sentó a mi lado, e inesperadamente, apoyó una mano sobre uno de mis muslos; me tensé y quedé inmóvil. Venía acostumbrado a estar con flacos con poca experiencia, por lo que, generalmente, era yo el que llevaba la iniciativa, pero este flaco, claramente era igual o más lanzado que yo.

      Elevó su brazo y con un dedo, comenzó a seguir una gota de transpiración que recorría mi cara, desde la sien hasta el cuello, haciéndome quedar literalmente petrificado y sin poder creer su osadía.

      –Mirá cómo estás –dijo.

      Apoyando la palma de su otra mano sobre mi cara, agregó:

      –Decime… ¿realmente puedo abusar de vos?

      Me dejó perplejo y sin capacidad de respuesta. Gastón tomó mi falta de reacción como señal de que estaba todo ok. Acercó su cara hacia la mía y apoyó suavemente sus labios sobre mis labios.

      –Pará, pará –dije, con la intención de hacer el juego más interesante.

      –Pará ¿qué?, si comenzaste el juego desde el momento en el que me abriste la puerta de tu departamento… ¿o me estoy equivocando? –dijo, con su boca a un centímetro de la mía.

      Estaba claro que el flaco era de mi equipo, tenía mucha experiencia y me había cazado al vuelo.

      Sin más, agarró con ambas manos mi cara y me clavó un beso de lengua que me dejó sin aliento. Me abrazó y comenzó a rozar mi cara y cuello con su barba sin afeitar. Lo empujé sobre el sillón y me tiré sobre él, comiéndole la boca a lo bestia; lamí su lengua como si fuese un chupetín, le escupí la boca y la cara, para después chupeteársela toda.

      –Uyy, veo que sos chanchito y morboso como yo; eso sí que me calienta –dijo Gastón.

      Lamí su cara, sus sobacos, su pecho. Comencé a desabrocharle la bragueta y a deslizar la bermuda.

      Tenía puesto un slip negro en el que se le marcaba una temible poronga, gruesa y larga. Metí la mano por debajo de la cintura y tomé ese caño, que parecía ser parejo, desde la base hasta el glande. Lo dejé expuesto, me quedé mirándolo con mucho morbo y comencé a lamérselo.

      Gastón me quitó el short y ambos quedamos en pelotas, cruzando nuestras piernas peludas y musculosas, que comenzamos a refregárnoslas desesperadamente. Escupió mi cara y me la limpió con la lengua; nos agarramos las porongas y comenzamos a pajearnos, mientras que hacíamos comentarios sobre los respectivos tamaños.

      –¿Querés que estrenemos el somier? –preguntó.

      –Sería un honor –respondí.

      Nos incorporamos, fuimos hacia el cuarto y nos tiramos sobre la cama, donde continuamos con los besos y con la franela. Comencé a chuparle la pija y comenzaron a asomar sus primeros gemidos.

      Por momentos, bajaba con mi lengua por sus muslos y por sus pantorrillas musculosas. Gastón cambió la posición para poder prenderse a mi pija y nos hicimos un hermoso 69.

      Percibí que comenzaba a bajar por mi perineo y que, abriéndose paso hacia mi ano, lo lamió y dilató espectacularmente con la lengua y con los dedos… Sentí que estaba listo como para ser penetrado y sí que deseaba serlo.

      Se incorporó y fue al placar para agarrar preservativos y lubricante.

      –Te voy a recontra cojer vecinito –dijo.

      Realmente, estaba predispuesto para que este tipo me empomara y hacía tiempo que no me encamaba con un flaco que tuviese experiencia; no obstante, no se la iba a hacer tan fácil, ni le saldría gratis.

      ¿Y quién te dijo que me la como…? –dije de manera provocadora.

      Gastón