Название | Sergei Prokofiev |
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Автор произведения | Nadia Koval |
Жанр | Биографии и Мемуары |
Серия | |
Издательство | Биографии и Мемуары |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9785448313554 |
El 14 de julio, Diaghilev le introdujo a Prokofiev a su conductor principal Pierre Monteux. Mientras los debates sobre la participación de Prokofiev en la música para las futuras temporadas de la compañía se encontraban en desarrollo, Monteux lo invitó a participar en sus conciertos en el Casino de París. Antes de la partida de Prokofiev a Rusia, Diaghilev le dijo que en San Petersburgo tenía que contactar a Sergei Gorodetski (en su opinión, el mejor escritor de la época) para que le prepare un texto para el futuro ballet. Al fin de cuentas, agregó que él mismo iría a Rusia en agosto. Prokofiev estaba feliz y seguro de que iba a trabajar para Diaghilev. Éste, uno de los empresarios más grandes en el ámbito musical del siglo XX, tenía un don especial para buscar y descubrir nuevos talentos. No le costó nada reconocer el talento de Sergei Prokofiev desde el primerísimo momento en que lo escuchó tocar el piano. Lo mismo pasó con el descubrimiento de Igor Stravinski. Le bastó escuchar su Scherzo fantastique a principios del 1909. Pronto lo llamó para pedirle que haga la orquestación de dos piezas de Chopin para la próxima presentación de Les Sylphides y, más tarde, para que compusiese ĹOiseau de feu para la temporada de 1910 de su Compañía. Mientras Prokofiev se encontraba en Londres, Diaghilev le facilitaba la entrada a todos los espectáculos de los Ballets Rusos. Gracias a esto, Prokofiev pudo ver y escuchar muchos de ellos, como Dafnis y Cloe de Maurice Ravel y los dos ballets de Stravinski, El Pájaro de Fuego y Petrushka. Le gustó la energía, la vitalidad y la excentricidad de las obras, pero le pareció que les faltaba un real material temático. Aunque también suponía que tal vez lo mismo les pasaba a los que escuchaban por primera vez sus propias obras.
Después de la estadía en Londres, que duró un mes, Prokofiev volvió a Rusia.
Me estaba llevando una gran impresión de Londres conmigo, sin mencionar el hecho de que aquí he hecho un contacto importante, pero en general me gustó mucho la ciudad y los británicos también, aunque la auto-glorificación y la auto-admiración que tenían sobre sí mismos me hacía enojar. Por eso, como venganza, todo el tiempo elogiaba a Rusia, sobre todo la música rusa, diciendo que esta es ahora, sin duda, la mejor y la única (…).
El inicio de la Primera Guerra Mundial
El 1 de agosto de 1914, Alemania le declaró la Guerra a Rusia. Esperando una rápida victoria, lo mismo había hecho con Francia. El 4 de agosto Gran Bretaña se sumó a la confrontación. El evento detonante fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, el heredero a la corona austro-húngara y de su esposa, Sofia Chotek, en Sarajevo el 28 de junio de 1914, a manos del joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip. En pocas semanas, Alemania destruyó irreparablemente la imagen de ser la cuna de la moderna civilización. Muchas veces, los acontecimientos históricos que sucedieron algún tiempo atrás no representan para nosotros algo importante. Lo recordamos a través de números y datos, y rara vez tratamos de ponernos en el lugar de aquellos a los que les tocó vivir en ese momento. La generación moderna ni siquiera sabe que ésta fue la guerra que había movilizado a más de 60 millones de soldados europeos y acarreado la muerte de más de 10 millones de personas.
Es difícil imaginar con convicción cómo se sentía con estos acontecimientos nuestro héroe, que había crecido con la música alemana. En los primeros días, fue reclutado en el ejército su amigo Nikolai Miaskovski. El 6 de agosto de 1914, Miaskovski fue mandado de San Petersburgo a la pequeña ciudad Boróvichi del distrito de Nóvgorod. Desde allí escribía: «No siento ningún tipo de levantamiento de ánimo, ningún tipo de sentimiento patriótico. No siento nada más que desconcentración, producida por la desesperación de los alemanes (no siento asco, sólo perplejidad). Sólo ahora me doy cuenta de que el arte, principalmente la música, está absolutamente libre de nacionalidad y nacionalismo. Al final sólo cambia el color, pero la esencia vuela mucho más arriba de todos los países como Alemania, Francia, Rusia, etc.».
Los representantes de la cultura en Alemania vieron el desarrollo de la guerra de forma diferente. «¡La guerra! —escribió Thomas Mann en noviembre de 1914.‒Nos sentimos purificados, liberados. Sentimos una enorme esperanza». Muchos artistas se regocijaron cuando empezó la guerra. Schöenberg había caído en lo que más tarde llamarían «psicosis de guerra». En una carta a Mahler, hablando de los franceses, Schönberg, en agosto de 1914, escribió: «¡Ahora viene el juicio! Ahora nosotros detendremos a estos traficantes del mediocre kitsch, y les enseñaremos a venerar el espíritu alemán y adorar al Dios de Alemania».
Igor Vishnevetski, en su narrativa documental sobre Prokofiev, escribió algo terrible a primera vista: «Si Schönberg, Webern y Berg no hubiesen tenido limitaciones físicas, gracias a las cuales los tres quedaron fuera de las acciones militares, ellos hubiesen podido encontrarse en el campo de batalla con Prokofiev». Pero si tenemos en cuenta que en nuestra vida tantas veces suceden cosas inexplicables, podemos imaginarnos que esto también podía suceder. Schönberg había terminado la compañía militar tocando en una orquesta militar. Webern, extremadamente miope, fue inscrito a un batallón de reserva en las tropas de las montañas de Carintia. Y Berg, a fines de 1915, habiendo cumplido un mes de preparación en el campo de entrenamiento, sufrió una caída psicológica y fue hospitalizado. A Prokofiev no lo podían reclutar en el ejército por ser hijo único de una viuda.
El desastre de la guerra se llevó la vida de varios compositores significativos. Entre ellos se encontraba Albéric Magnard, a quien llamaban «el Bruckner francés». En 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Magnard había enviado a su esposa y sus dos hijas a un escondite, mientras que él se había quedado protegiendo el patrimonio de Manoir de Fontaines en Baron. Cuando entraron los soldados alemanes, él les disparó, matando a uno de ellos; éstos respondieron con muchos disparos, dejando la casa en llamas. Se cree que Magnard murió en el fuego, pero su cuerpo no pudo ser identificado entre los restos. El incendio destruyó las obras no publicadas de Magnard, tales como la partitura de su ópera Yolanda, la partitura orquestal de Guercoeur (la reducción para piano fue publicada más tarde) y un ciclo de las canciones.
España perdió al refinado compositor catalán Enrique Granados, famoso en todo el mundo por Goyescas, su obra para piano inspirada en los cuadros de Goya y estrenada en Barcelona el 11 de marzo de 1911. En 1916 había sido adaptada y transformada en la ópera Goyescas. Ese mismo año la obra se presentó en la Ópera Metropolitana de Nueva York. Para tal acontecimiento, Granados y su esposa Amparo se tuvieron que trasladar a Estados Unidos, donde el compositor tuvo la ocasión de ofrecer un concierto en la Casa Blanca ante el presidente Wilson. Al regresar a Barcelona vía Londres, el barco en el que viajaban, el vapor británico «Sussex», fue torpedeado por el submarino alemán SM UB 29 el 24 de marzo de 1916 cuando atravesaba el Canal de la Mancha. Aparentemente, lo habían confundido con un barco minador. A pesar del reinante caos, Granados en un principio consiguió ponerse a salvo en uno de los botes salvavidas del «Sussex». Sin embargo, pocos minutos después divisó a su