Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García

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Название Las guerras de Yugoslavia (1991-2015)
Автор произведения Eladi Romero García
Жанр Документальная литература
Серия Laertes
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788418292491



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de 1968), lo que desencadenó la intervención policial. La policía actuó inmediatamente, cargando contra los seguidores del Dinamo que pretendían saltar al campo, con un resultado de más de 60 heridos, incluyendo algunos por arma blanca, de bala o intoxicados por el gas lacrimógeno.

      Pocos días antes, el 6 de mayo, se habían celebrado elecciones en la república croata, resultando vencedora la Unión Democrática Croata (en croata, Hrvatska demokratska zajednica, HDZ), partido derechista, católico y extremadamente nacionalista, fundado el 17 de junio de 1989 en el Hotel Panorama de Zagreb por disidentes nacionalistas croatas encabezados por Franjo Tuđman. Este, durante un mitin celebrado en la localidad de Benkovac, había sufrido un intento de atentado por parte de un exaltado serbio, lo que incrementó sus posibilidades de vencer. Aunque solo obtuvo el 42% de los votos, la peculiar ley electoral aplicada, que incluía dos vueltas, le concedió dos tercios del Sabor o Parlamento croata. La mayoría legislativa nacionalista creó un sistema presidencial con Tuđman a la cabeza que redujo al Parlamento a la impotencia, cambió la Constitución por mayoría simple de un modo que contribuyó a provocar la rebelión de la minoría serbia en el país y procedió a purgar a los funcionarios, al poder judicial y a la policía. Bajo pretexto de preparar la economía para la privatización, el nuevo gobierno nacionalista croata también depuró a los empresarios serbios y comunistas y tomó el control directo de la radio, la televisión y la prensa principal. Y para colmo, Tuđman, que se las daba de historiador, había publicado en 1989 un libro exitoso y explosivo titulado El significado de la realidad histórica (Bespuća povijesne zbiljnosti), donde banalizaba las masacres cometidas por sus compatriotas contra los serbios durante la Segunda Guerra Mundial hablando de no más de 110.000 víctimas, cuando los serbios las elevaban a 750.000, casi el mismo de croatas que Tuđman consideraba asesinados por los partisanos al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Además, el texto mostraba negros tintes antisemitas. El párrafo que a continuación reproducimos nos permite comprender de inmediato la polémica que el libro provoco: «El genocidio constituye un fenómeno natural, en armonía con la naturaleza mitológicamente divina de la sociedad. El genocidio no solo está permitido, sino que se recomienda e incluso ha sido ordenado por la palabra del Todopoderoso, siempre que sea útil para la supervivencia o restauración del dominio del país elegido, o para la preservación o difusión de su única y justa fe».

      Dos meses antes, en el congreso del partido que lo eligió candidato a presidente, Tuđman había provocado otro escándalo al declarar que el Estado Independiente de Croacia (el Estado títere pro-nazi fundado en 1941) no fue solo un simple Estado colaboracionista y criminal, sino también la expresión de las aspiraciones históricas del pueblo croata. Y en otro mitin de campaña celebrado el 17 de mayo en un barrio de Zagreb no se le ocurrió otra cosa que agradecer a dios de que su mujer no fuera ni serbia ni judía, palabras muy criticadas en la televisión de Belgrado. La masiva aparición de símbolos profascistas en la república, como el escudo ajedrezado en rojo y blanco (la šahovnica), de origen pretendidamente tardomedieval pero empleado por los violentos ustaše, no ayudó en nada a calmar los ánimos.

      En definitiva, que los serbios de Croacia comenzaron a temer lo peor, y decidieron prepararse para la confrontación. Sumaban unos 600.000 y representaban en torno al 12% de la población de la república adriática. Además, estaban concentrados en la región llamada Krajina (zona centro-oriental del país, fronteriza con Bosnia) y en la Eslavonia oriental (noreste del país, fronteriza con Serbia), por lo que podían organizar mejor su defensa. Como hemos dicho ya, estaban allí desde el siglo xvii, instalados por los Habsburgo para defender esas tierras de los turcos (de hecho, krajina significa en serbio frontera), y habían sufrido muchos avatares, sobre todo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los croatas fascistas se propusieron exterminarlos. De ahí que escuchar a Tuđman banalizando las matanzas de serbios llevadas a cabo por el régimen ustaša, cuando todavía quedaban supervivientes que podían contar lo realmente sucedido, les hacía temer lo peor. La propaganda nacionalista, dirigida por el presidente serbio Milošević desde Belgrado, tampoco ayudaba a mantener la calma.

      Mapa con la proporción de población serbia en la Croacia de 1991.

      Con estos antecedentes históricos revoloteando por su cabeza, los serbios de Croacia comenzaron también a organizarse políticamente, confiando en la ayuda bien del ejército federal, bien de sus hermanos de Serbia, dirigidos ahora por un Slobodan Milošević que se las daba de nacionalista y que alentaba sus aspiraciones. El 17 de febrero de 1990 fundaron el Partido Democrático Serbio (Demokratska Stranka Srpska, SDS), organizado por Jovan Rašković, un psiquiatra nacido en 1929 en Knin, la capital de la Krajina serbia y nudo ferroviario a 60 km de la costa dálmata, entonces con unos 10.000 habitantes. El SDS participó en las primeras elecciones democráticas en Croacia en abril y mayo de 1990, logrando un 1,55% de los votos en la primera vuelta, y el 2% en la segunda ronda, consiguiendo varios escaños en el Sabor croata. Después de los comicios, Rašković se entrevistó con Tuđman, quien imprudentemente apenas le hizo caso. De inmediato, el principal objetivo confeso del SDS fue el de proteger a la población serbia, que se consideraba en peligro de extinción según la nueva Constitución de Croacia, un texto adoptado en diciembre de 1990 que dejaba sin efecto toda consideración sobre la minoría serbia (o cualquier otra minoría) al considerar a la república como el «estado nacional de los croatas». Para muchos serbios, aquello significaba volver a los tiempos de los ustaše.

      Rašković, miembros de la Academia Serbia de las Ciencias y las Artes, parte de cuya familia también había sido asesinada por los ustaše, había publicado en 1990 en Belgrado un libro titulado País de locos, donde aplicaba las teorías siquiátricas al problema nacionalista. Y eso es lo que escribía al respecto: «Los croatas, afeminados por la religión católica, sufren de un complejo de castración que les conduce a una total incapacidad para ejercer una mínima autoridad. Una humillación que compensan con su elevada cultura. En cuanto a los musulmanes de Bosnia y Herzegovina y de las regiones vecinas, estos son víctimas, como diría Freud (el conocido cocainómano), de frustraciones rectales que los llevan a acumular riquezas y refugiarse en comportamientos fanáticos. Finalmente, los serbios, ortodoxos: pueblos edípico que tiende a liberarse de la autoridad de su padre. Su valor como guerreros reside en esta capacidad de resistencia, y por ello son los únicos capaces de ejercer una autoridad real sobre los otros pueblos de Yugoslavia. No debería sorprender que en estos países se desarrolle una situación de odio total y paranoia». Palabras como estas animarían a muchos a seguir el camino de las armas para imponer su pretendida superioridad.

      Faltos de influencia política, pero animados por sus líderes, los serbios de la Krajina optaron por la senda de la defensa activa, dirigida por el segundo de Rašković en el SDS, un dentista llamado Milan Babić que ejercía de alcalde en Knin. Este, en colaboración con el jefe de la policía local Milan Martić, se negó a disolver a la policía serbia de la ciudad, lo que obligó al gobierno de Zagreb a desplazar, el 9 de julio, a su viceministro del Interior Perica Jurić, quien fue incapaz de poner orden en la región y tuvo que salir casi huyendo de Knin. Es más, los agentes serbios y fuerzas paramilitares que se fueron organizando a su alrededor, se dedicaron a instalar troncos y controles en las carreteras (la denominada «revolución de los troncos», comenzada el 17 de agosto en el municipio de Benkovac), que dificultaron las comunicaciones, separaron Dalmacia del resto del país y amenazaron a los viajeros croatas. Una medidas que habían sido aconsejadas por el propio ministro del Interior federal, el general serbio Petar Gračanin. En estas barricadas se colocaban banderas yugoslavas, acompañadas de las típicas cruces chetniks con las cuatro C cirílicas (sonido S), abreviatura de la frase Samos sloga Srbina spasava (Solo la unidad salvará a los serbios).

      La «revolución de los troncos» en la Krajina croata.

      El 19 de agosto, un referéndum organizado entre los serbios de la Krajina aprobó por abrumadora mayoría el derecho a la soberanía y a la autonomía de la región. Lógicamente, el gobierno de Zagreb lo consideraría sin valor legal. De hecho, dos días antes había intentado evitar su celebración desplazando diez vehículos blindados y tres helicópteros,