En Milonga para una intrusa Jorge F. Hernández entabla el diálogo que a todo escritor atañe, el del proceso creador. ¿De qué manera se presenta esa musa que representa la inspiración, si vestida o desnuda cobra el mismo significado y contribuye a la creación de los párrafos que, para fortuna del escritor, un lector atesorará en su memoria? Se trata de la musa que sorprende a cada escritor, quien la mira según su propia individualidad: joven, niña, anciana, indígena o europea, cercana a la muerte o a la vida. Una mujer que se presenta en el momento menos pensado pasa por el texto que Jorge F. Hernández acoge con su ya característico lirismo.
Frente a los días de rutina, aquellos en los que se puede predecir lo que ocurrirá hasta en el menor detalle, tenemos otros en los que nada sale como lo planeamos, días en los que los sueños se deshacen, días para recordar siempre, días de sol, de mar de piel, Los días de calor. Alejandro Ramírez, autor de color de noche, Entre mitos y flautas y Tiempo de cuentos (Minimalia), nos regala este cálido relato lleno de imágenes eróticas, donde los aromas y el sudor de las pieles impregnan las mismas letras de las que se compone. ¿Tus veranos son inolvidables? ¿El amor sólo te visita en vacaciones o es para siempre?¿Cómo vivir Los días de calor? Quizás la mejor forma se leyendo este libro a dos cuerpos ó a una sola mano.
Este libro es una mirada, y está lleno de miradas, detenidas, atentas. Y lo milagroso es que tiene rendijas y espacio para las miradas del lector. Nada es definitivo aquí, pero todo es fuerte. Los poemas tienen la misma proporción de agua que de sed, así, el equilibrio se sostiene por sí mismo, y por ciertas palabras con sabor a pócima. El lector tiene ante sí distintos placeres y a la vez la tarea de indagar el mundo de Elisa, y con él el suyo propio. Elisa es un licor fuerte, mejor leerlo despacio, y si aún así te embriagas, agárrate del viento, cualquier otro pilar puede derrumbarse.
Hernán Lara Zavala recrea el deseo, la vida y la muerte, representadas en un discurso literario sugerente que se liga a la fotografía de Alejandro Zenker, y a la actriz y modelo Leda Rendón. Muñecas rotas pone de manifiesto que el erotismo encuentra cauces propicios, pero propiciatorios, para que dos solitarios en condiciones vulnerables cobijen sus heridas mediante la entrega de los cuerpos: con perversiones, anhelos y ternura concebidos en el instante de tenderse frente a alguien anónimo y conocido, que guarda en el fondo los mismos miedos, frustraciones y sufrimientos.
La hojas de este libro se erizan y agitan como señal de venidera desgracia. Una noche insoportable de verano cuatro amigos deciden «tomar prestada» a una pigmea maliciosa sin otro móvil que el de satisfacer el apetito de sus propias entrañas. Ese podría ser el quid de esta enternecedora historia que fue tecleada durante los noventas y que por muchos años permaneció clandestina, a la espera de un editor con suficientes cojones. Entre malvado bandido, el autor nos entrega un texto crudo, sicalíptico y desublimado, un guión obtuso que bien puede tomarse como un sampleo de parafilias, bien como un catálogo de plagios estratégicamente seleccionados. No es una novela experimental, ni erótica, ni siquiera rosa… es una historia de ciencia micción que- a chorros- nos escupe excreciones e ivectivas y por la que desfilan perosnajes de la talla de Moravia, Baudelaire, Sade, Apollinaire, Louÿs, Jodorowsky y Serrano Limón. Y si alguna lección se puede sacar este libro, esa sería que en las historias de amor nadie usa calzones. Pero claro, ya se sabe, las contartapas siempre engañan.
¿Qué ocurre cuando un director de cine coincide en una cena con una actriz cuatro décadas menor y los recuerdos evocan pasiones casi extintas? Desde un presente nostálgico, la posibilidad de un encuentro desencadena el deseo de los personajes, unidos en una ilusión de película.
¿Erotismo o suspense? Esta pregunta es obligada antes de (y después de) leer este delicioso cuento de Sandro Cohen. A espaldas de esta pregunta, en las 58 páginas entre este forro y la portada, está la respuesta. Se producen ya muy pocos relatos eróticos logrados. Éste es uno de ellos y pertenece a una especie infrecuente: el thriller erótico. El género tal vez te suene extraño, pero comprueba que el erotismo, si sorpresivo, es doblemente erótico.
Despadrada narra el deseo y las fantasías eróticas que habitan en la mente de hombres y mujeres; la perversa manifestación masculina de apropiarse de la mujer que se desea, representada aquí por el salvaje sensualismo de una pelirroja y una mulata, y el desenfrenado impulso femenino hacia quien le hace sentir a un tiempo placer y dolor. Es un cuento en que Guillermo Samperio se despoja de toda atadura moral para lanzarnos al deseo personificado en la fotografías de Alejandro Zenker.
Flor de un solo día nos invita a imaginar hasta dónde pueden llegar los enredos eróticos que seducen aun a las personas más calculadoras y racionales, abriendo horizontes con imágenes sexuales que cualquiera quisiera vivir, públicamente o a escondidas, al fin y al cabo anheladas. Una fantasía sexual cumplida en voz y pluma de Edmée Pardo. O dicho de otra manera: obsequio de una ilusión erótica, experiencia apetecida, desborde del placer carnal.Un torrente de palabras extasiadas, sugerentes, divertidas, que se complementan con la mirada y el discurso sensual del fotógrafo Alejandro Zenker.
Sabiendo que no es el tema sino el cómo se aborda lo que le da valor a la creación literaria, Rafael Ramírez Heredia nos presenta un texto, Aprisionarte quisiera, que va a caballo entre el cuento y la novela corta. La relación erótica de una muy joven mujer y un hombre maduro, es la temática de este experimento literario en donde el autor anima su narración mediante el entrecruzamiento de planos temporales que desplazan al lector entre escenas presentes, escenas posibles, así como de hechos del pasado, lo que permite subreyar los varios secretos que la historia posee. Hace además, revalecer un tono de nostalgia al evocar personajes de Salgari, sitios con nombres santos, que, rodeados por canciones populares, ayudan a que los personajes, alejados diametralmente por sus circunstancias, pueden identificarse por el deseo de vaciar su intimidad en el otro.