La pandemia ha traído diversos ejercicios de introspección que se han manifestado de una u otra manera. Los once relatos que integran el volumen de Cada quien su cuento, surgen dentro de esta temporalidad; aunque sus autores se aíslan de ella: para realizar historias forjadas por la pulsión de trasladarnos a escenarios disímiles y definitivos. Puesto que, en cada uno de los relatos, abundan hallazgos como: el amor y desamor; episodios entramados por la melancolía o el odio soterrado. Piezas narrativas en que la que la angustia de un instante; o la rebeldía ante la realidad: otorgan al lector una vida ajena que bien podría ser parte de su propia vida.
Cuando se habla de un objeto de uso cotidiano, no debería menospreciarse el valor que puede tener, ya sea sentimental o simplemente funcional. El paraguas es en realidad, un pretexto donde un mundo completo –y 27 cuentos– se va formando poco a poco con todo lo que la vida contiene: pequeños trazos de cotidianidad que a la vez lo son todo. Manuel Arduino, habitante de Buenos Aires, Argentina, nos plasma todo esto en sus pequeñas narraciones. Pequeños fragmentos cotidianos que al mismo tiempo van formando poco a poco la vida misma.
Marcelo (18) ayuda en casa a cuidar a su abuelo enfermo mientras empieza una relación con Maya (25), la vocalista de un grupo de rock. Cuando la salud de su abuelo empeora, decide irse a vivir con ella sin imaginar que el infierno del que había querido librarse se presenta ante él bajo la forma de drogas y celos enfermizos. Arrepentido regresa a casa pero es demasiado tarde.
Un batallón del ejército secuestra de forma regular a civiles para presentarlos como rebeldes muertos. «El Buen Soldado» no se oponía a tales acciones hasta que conoció a una de las víctimas: su hermano. Ahora deberá enfrentarse en contra del mismo poder del cual él formaba parte con la esperanza de rescatarlo.
La historia de un hombre violento que se refugia en la cabaña de su hermano y su esposa después de que atacó a su propia pareja. Sin embargo, viejas tensiones de familia y su desequilibrio psicológico provocan una nueva tragedia. Miguel Múzquiz hurga desde lo más básico al humano, y lo presenta en actos que sólo conllevan a reacciones bestiales.
El guion de Miguel Múzquiz, es un retrato de lo que pasa en México continuamente: la historia de una joven adolescente que es secuestrada por unos narcotraficantes cuando el azar hace sus jugarretas. Pero la mala suerte de dicha joven no termina ahí. La violencia que en país ya es normalizada debe ser contada y estos relatos son siempre el mejor medio.
Y clasificarlas para las llamas es mi ópera prima, una obra de juventud, seleccionada entre los últimos 20 libros que competían por el ahora extinto premio Juan Rulfo de París en 2010. Este primer trabajo que escribí hace más de 10 años y que pulí en el igualmente desaparecido Taller Cervantes de París dirigido por Martín Solares (taller que visitaron autores como Enrique Serna, Guillermo Fadanelli o Julian Herbert), contiene 7 relatos y me atrevo a decir que está dividido en cuatro partes. En la primera, Prólogo, va a intentar de forma urgente, casi heroica, dar sentido, coherencia, y quizás una explicación más profunda al por qué de estas historias. Luego están los otros 6 relatos, divididos en tres temáticas: el sufrimiento del artista confrontado al mundo del arte; la incomunicación y la soledad; y por último, la existencia trágica del hombre en un mundo predestinado y absurdo. El estilo, aunque heterogéneo, constituye una pieza única. A veces es excesivo, redundante y nervioso, para sentir así la lucha de los personajes en un universo hostil. Sin embargo, otras veces, y para los textos en donde el aislamiento y la imposibilidad de comunicar es nuestro motivo, la forma es mas lacónica, minimalista, casi ausente. En tanto que, como primera obra, puede percibirse la influencia de los autores que en aquel momento forjaban mi pensamiento: Kafka, Camus, Sartre, Dostoyevski, Nietzsche, Schopenhauer. Y clasificarlas para las llamas es entonces una obra trágica, dura y melancólica, en donde ya podía percibirse el romanticismo y la visión funesta del mundo que todavía me habita.
El mundo vive una pandemia, mitad de la población se refugia dentro de sus casas. Se expide el sentimiento de fraternidad y esperanza, los nuevos amigos que todavía se pueden hacer, los recuerdos y los adioses de amores pasados, el porvenir de un mundo post-apocalíptico, y el terror que pueden envolver cuatro paredes blancas. Todo esto se encuentra dentro de esta compilación de diferentes autores, que, a su modo, han descrito lo que para ellos significa una cuarentena, un confinamiento, un encierro.