Memorias de un ciudadano ucraniano, Kiev, 1870, presentadas como una confesión de una desviación sexual confirmar las tesis del doctor Havelock Ellis.
El avistamiento de objetos extraños en el cielo es un asunto que se ha vuelto demasiado frecuente con el paso de los años en todos los confines del planeta. De ahí que sorprenda la desidia de los Estados a la hora de intentar descubrir qué se oculta detrás de estos fenómenos. Se podría afirmar, tal y como lo hacen los autores de este singular texto, que para los Estados el fenómeno de los ovnis es un no-fenómeno: se reconoce su existencia pero, al no perseguir su investigación, esta se relega al estatus de la «indecibilidad» o, lo que es lo mismo, en la práctica se asume que los ovnis existen pero, en realidad, no existen.La soberanía moderna es por definición antropocéntrica, es decir, está constituida y organizada con los seres humanos como única referencia. Sin embargo, quizás sus verdaderos límites se evidencien en el tabú de tomar en serio el fenómeno de los ovnis. Este tabú se explica por los imperativos funcionales de la soberanía antropocéntrica, incapaz de admitir una excepción a la primacía del ser humano sobre todas las cosas y a la soberanía estatal como expresión de este poder ontológico absoluto que, supuestamente, detentamos sobre el resto del universo.
El Comité invisible es una tendencia de la subversión presente…Recientemente, varias personas fueron detenidas en Francia por el mero hecho de tener un ejemplar de este libro en su casa. Y lo más inaudito es que se les aplicó, en el país de los derechos del hombre y del ciudadano, la ley antiterrorista…Fiel a su compromiso con la libertad de expresión a ultranza y la propagación de materiales semióticos altamente peligrosos, Melusina ofrece al lector en lengua española el texto íntegro de este inquietante manifiesto.
En este breve texto, Aleister Crowley, la autoproclamada Gran Bestia, vuelve a sorprendernos por su lucidez y concisión a la hora de sintetizar conceptos espirituales de una enorme complejidad. Se trata de una serie de conferencias pronunciadas ante un público inteligente pero lego en la materia, en las que el autor aquilata la esencia del yoga con una sabia dosis de humor y un afán claramente desmitificador.Es ésta una obra que invita a recorrer la senda del autocontrol sin ningún ánimo embaucador, tan característico de los charlatanes que frecuentan la literatura ocultista.De nuevo, Crowley se presenta como una mente abrumadora, capaz de traducir a nuestra época los arcanos de una sabiduría milenaria.Melusina ya publicó en 2008 la biografía definitiva de este fascinante personaje: Su satánica majestad, Aleister Crowley.
"Mi mayor frustración es no ser un sociópata. Creo que no soy el único. Son las figuras dominantes de la televisión y casi no hay género televisivo que esté a salvo de su presencia. Las series de animación han sentido la fascinación por los padres sociópatas (con grados distintos de cordura) desde el mismo día en que los creadores de Los Simpson se percataron de que Homer era un protagonista más interesante que Bart. En una demostración de que los dibujos para el público infantil también pueden ser vehículos del mal radical, Eric Cartman, personaje de South Park, lleva más de una década escupiendo invectivas racistas y tramando maldades. En el otro extremo del abanico, los buques insignia de los dramas que la televisión por cable ofrece a un público con veleidades intelectuales han sido casi sin excepción sociópatas de toda clase: el mafioso Tony Soprano de Los Soprano, los gánsteres Stringer Bell y Marlo de The Wire, el seductor impostor Don Draper de Mad Men, por no hablar del asesino en serie que da nombre a Dexter".
El autor, profesor emérito de la universidad de Kyoto, nos muestra los aspectos más destacados de su cultura a partir de una «doble iluminación»: la que le es propia a la civilización japonesa en cuanto fenómeno secular y la que, paradójicamente, arroja Occidente –y, en particular, Francia– sobre el país del sol naciente desde el primer contacto en el siglo XIX. Se trata, en definitiva, de que el lector conciba a Japón «como una civilización diferente de la suya y no sólo como un país de costumbres exóticas y extrañas»."En Europa, la verdad reside en aquello que se descubre, es la aletheia, mientras que en Japón lo más importante es lo que está escondido. … ¡Qué inconmensurable es la distancia que separa a ambas civilizaciones!"
El nuevo capitalismo del siglo XXI se rige por la «necropolítica» y el «gobierno privado indirecto». Ahora impera una nueva concepción de la soberanía: la de aquellos actores internacionales que deciden quién debe vivir y quién debe morir en un momento dado, atendiendo a criterios estrictamente económicos. Y las nuevas guerras, en consecuencia, son actos bélicos nomádicos que realizan empresas privadas –en connivencia o no con los Estados, poco importa…– que no buscan obtener territorio ni someter a las poblaciones; tan sólo afianzar recursos estratégicos y obtener beneficios inmediatos a cualquier coste.La necropolítica ha conseguido transformar a los seres humanos en una mercancía intercambiable o desechable según dicten los mercados. Esta nueva forma de gestión de las poblaciones –quizás más evidente en el denominado tercer mundo y, en particular, en el continente africano– es un paso más respecto de la «biopolítica» enunciada por Foucault. Una nueva manera de entender la realidad en la que la vida pierde toda su densidad y se convierte en una mera moneda de cambio para unos poderes oscuros, difusos y sin escrúpulos.