¿Cuál es el orgien de la opresión a la mujer? ¿Cómo se organizaba la humanidad antes de este régimen social? ¿Había oprimidxs y opresorxs en esas comunidades primitivas? ¿La competencia sexual animal se relaciona con la opresión a la mujer? ¿De qué manera la formación de una sociedad dividida en clases perjudica al histórico rol de las mujeres? ¿La división del trabajo entre los sexos fue siempre igual? ¿Cuáles son las características de la sociedad patriarcal? ¿Qué rol ocupaba la mujer en la comunidad primitiva? ¿Las relaciones fueron siempre monogámicas? ¿Cómo surgió la sociedad de clases?
Bolivia: el despertar de un pueblo explotado, la contradicción del MNR; aborda uno de los momentos bisagra en la historia de Bolivia y de nuestra América toda. En 1950, Bolivia era un país agrario con tres millones de habitantes, de los cuales un millón setecientos mil eran indios explotados por una ínfima minoría de pequeños y dispersos grupos oligárquicos, con una clase obrera minera de población económicamente activa del 27% frente al 72% de agrarios. Es con esa composición social que en 1952 vive su primera revolución nacional. Y no fue la mano de los agrarios, justamente la mayoría, quien encendió la chispa y comandó la revuelta.
Canto a las pasiones y crónica extraordinaria -por lo sincera y minuciosa- es la historia de vida y muerte que se cuenta aquí. El narrador entero, en cuerpo y alma, es él y es muchos como él: una generación y pico de muchachos y chicas encendidos como la generosa luz de un fósforo, brillando contra la oscuridad de los años de plomo.
En las primeras décadas de la democracia, Gendarmería era sinónimo de Centinelas de la Patria. Sus efectivos estaban habituados a los pueblos de frontera y a los operativos en la montaña, la selva, la puna. En el curso del siglo XXI, un porcentaje cada vez mayor fue destinado a las zonas más calientes del Conurbano bonaerense, CABA y Rosario, donde pasaron a convivir con poblaciones en situación de pobreza, hacinamiento, exclusión. Y a prestar servicio en condiciones tan precarias como exigentes. Ni la política ni la sociedad tomaron nota de las consecuencias de semejante mutación. Tal vez por eso, buena parte del arco progresista interpretó los hechos de violencia que protagonizó la fuerza en años recientes desde la memoria traumática del terrorismo de Estado, antes que desde aquello que había ocurrido con los y las gendarmes en los quince años previos. El miedo y la sospecha impidieron preguntarse por las condiciones que habían contribuido a desencadenarlos. Sostenido en una investigación de muchos años, este libro ayuda a entender la dimensión del problema y hasta qué punto excede la cuestión de la seguridad. Este libro reconstruye el accionar cotidiano de la Gendarmería, una fuerza que creció exponencialmente para absorber tareas policiales. Muestra cómo operan los destacamentos móviles antidisturbios o las unidades de policía de proximidad en las villas. Explica cómo afectan a los gendarmes el desarraigo familiar, la insuficiencia de formación, los horarios extenuantes, las imprevisiones y los vínculos de subordinación con sus superiores. Y cómo gestionan conflictos con poblaciones que habitan en los bordes de la inclusión social, ahí donde no llegan otras formas de protección estatal. Revela también que la aceptación social o la legitimidad de la Gendarmería se debieron en gran medida a que la faz represiva estuvo fuertemente contenida, y a que la mediación y la negociación eran los recursos políticos más habituales.
Hay formas de la desigualdad que el coeficiente de Gini no puede mostrar. Son las que explican las diferentes experiencias de la pobreza que atraviesa alguien si es mujer u hombre, si es nativo o migrante, si es de origen indígena, si vive en una zona contaminada por las industrias cercanas, si nació en un país de ingresos altos o con menos recursos, si practica una religión minoritaria, si vive en un país con una historia de segregación étnica. Desde hace algunas décadas se viene abriendo paso una perspectiva académica que invita a revitalizar y complejizar el análisis de las desigualdades, a pensarlas en plural, entrelazadas y operando a escala global, más allá de la mera distribución del ingreso, los niveles de educación y las posiciones en el mercado de trabajo. Este libro es un compendio actualizado de esa perspectiva analítica renovada. Los trabajos que aquí se presentan indagan en el revés de la trama de las desigualdades, describen las formas concretas en que privan de bienestar y derechos a millones de personas en el continente y registran las estrategias de resistencia que muchas de ellas despliegan. Muestran cómo, a pesar del avance que implicaron las políticas compensatorias en varios países de la región a comienzos del siglo XXI, las distancias sociales en términos de oportunidades, habilidades valoradas y poder se mantienen e incluso se amplían en nuestros pueblos hasta hoy. Este libro da cuenta, además, de una tendencia que las miradas restringidas a las fronteras nacionales y las estadísticas suelen pasar por alto: las políticas que algunos países implementan contra las desigualdades están inmersas en la dinámica global de la economía capitalista, que indefectiblemente tiende a desigualar.
Los lugares equivocados es una colección de relatos en los que, a través de las voces de distintas narradoras, se despliega un aprendizaje afectivo que va de la infancia a la adultez y cuestiona de diversos modos qué es ser una chica.
Una ciudad que funciona permite distintas alternativas de encuentro, relación, conflicto y aislamiento entre un grupo muy amplio y diverso de personas. Si esto no es así, la ciudad no funciona o funciona mal. Los sistemas de transporte, las normativas urbanísticas, la oferta de viviendas, servicios y espacios públicos o las condiciones del medio ambiente –o todos ellos…– dificultan el encuentro y la relación, exacerban o invisibilizan los conflictos, impiden (o por el contrario, obligan a) el aislamiento de las personas, reducen la diversidad de la experiencia humana y dejan a mucha, demasiada gente afuera del uso y disfrute de los atributos urbanos. La idea que fundamenta este libro es que las ciudades no funcionan, pero pueden funcionar.
Vivimos en un tiempo de pasiones tristes. Emociones como la ira, la indignación y el resentimiento atraviesan las redes sociales y la opinión de los panelistas televisivos. Ese enojo toma la forma de la denuncia o la catarsis por un orden que se siente injusto, y suele encarnizarse con los que reciben asistencia del Estado (¡todos inútiles!) pero también con los políticos y las élites (¡todos corruptos!).Acá y allá, un lenguaje paranoico acusa a los pobres, los inmigrantes y los desempleados por no esforzarse lo suficiente, a las finanzas por hacer negocios a costa de las economías nacionales y a estas por no abrirse a la globalización, a los gobiernos por desmantelar las políticas sociales o, al contrario, por abusar de ellas demagógicamente. Cada uno tiene razones para sentirse abandonado, amenazado, y para sospechar que el otro –cualquier otro– recibe ventajas indebidas.Lejos de interpretar esto en clave de patología personal, François Dubet aspira a comprender el papel de las desigualdades sociales en el despliegue de esas pasiones tristes.Si antes las grandes diferencias de clase nos permitían pensar nuestro lugar en el mundo (patrones y obreros, empresarios y trabajadores) y sostener luchas políticas o sindicales que suponían dirimir conflictos y negociaciones, hoy las desigualdades se diversifican y se individualizan, transformando profundamente la experiencia que tenemos de ellas y desdibujando los adversarios y las verdaderas causas de los problemas. Sin embargo, no se trata de impugnar la indignación sino de ver cómo puede encauzarse colectivamente para que no termine alimentando salidas autoritarias.Contra el microclima de linchamiento y violencia, y profundizando una línea sostenida de intervención en la discusión pública, Dubet nos alerta sabiamente sobre la necesidad imperiosa de relanzar la oferta política progresista para transformar la ira en estrategias de cambio social.
Están quienes creen que los gobiernos progresistas de principios del siglo XXI en América Latina representaron un avance socioeconómico indiscutible para masas de personas postergadas por décadas. Otros, por el contrario, están convencidos de que esos gobiernos fueron la concreción de un «populismo» que condenó a la región al atraso, la prebenda y la demagogia.Este libro, necesario y revelador, viene a llenar con datos y análisis los vacíos de esa discusión, y logra cambiar de raíz nuestro sentido común sobre América Latina y su «desigualdad» característica.Al sistematizar la información más actualizada sobre la estructura social de Latinoamérica, los autores recorren las grandes tendencias demográficas (distribución etaria y geográfica, migraciones, mortalidad y fecundidad), la distribución de los ingresos, el trabajo, la educación, la salud y la vivienda en toda la región, y las políticas públicas desarrolladas en cada ámbito. Así demuestran que, aunque los gobiernos posneoliberales efectivamente lograron crear una red de protección básica para los más excluidos, no alteraron las bases estructurales de las inequidades persistentes.Los datos y su análisis, sin embargo, no solo sirven para zanjar una discusión sobre el pasado reciente, sino sobre todo como herramienta para pensar el futuro próximo. Este libro, un panorama matizado y realista sobre el continente, ofrece además una constatación política y cultural inquietante. Mientras los avances y derechos conseguidos actúan como un umbral de bienestar que se defiende con fuerza, son también, escriben los autores, «la piedra de toque de la ofensiva de sectores restauradores que están pugnando por revertirlos».En efecto, los cambios en la estructura social que retrata este libro están en el corazón de los conflictos políticos que ya son visibles en varios países de la región.