uestros idearios y caracteres propios esta´n impregnados de pretensiones por hacer de la escuela un lugar donde se viva la buena nueva del Evangelio, pero, por desgracia, en lo pra´ctico, no es siempre este el leitmotiv de nuestro di´a a di´a. ¿Cruzamos cada man~ana el umbral de nuestro colegio con el a´nimo de entregarnos a encuentros con compan~eros, familias y alumnos que hagan de lo que somos signo del Reino? ¿Leemos todo lo que acontece y se proyecta en nuestros centros desde la luz del Evangelio? No se´ si somos conscientes de que nuestro apellido «cato´lico» hace que nuestro trabajo sea parte de la imagen que nuestra sociedad recibe de Dios. No se´ si somos conscientes de este valor sacramental en nuestra tarea.La naturaleza de nuestras escuelas brinda un esple´ndido marco de posibilidades para hacer Reino: el trabajo con y por otros, espacios que permiten generar estilos de convivencia, la realidad comunitaria de la escuela, las propuestas de transmisio´n de la fe en Jesu´s, la apertura a las realidades del mundo y al conocimiento, la concepcio´n de la persona desde la antropologi´a cristiana, el acceso a la formacio´n en valores, la posibilidad de transformacio´n del entorno…
Un doble enigma, tanto universal como cristiano, provoca estas pa´ginas: ¿en serio valoran la sociedad y los poli´ticos nuestro desarrollo personal durante la infancia, la adolescencia y la primera juventud, sobre todo en la escuela obligatoria? ¿Y por que´ no se llega de una vez al tan cacareado Pacto Educativo serio y duradero? ¿Y a la Iglesia tambie´n le preocupan absolutamente todos o solo los suyos y en sus colegios? ¿Por que´ la reciente asamblea vaticana sobre los jo´venes apenas hablo´ de educacio´n?Hoy la escuela, ma´s que un «lugar privilegiado para la promocio´n de la persona […], necesita una urgente autocri´tica», ha dicho el papa Francisco, en referencia a todas las escuelas, no solo a las «cato´licas».
El cardenal Sea´n O'Malley propone que «nos arrodillemos para sentir la Palabra de Dios», y dice que nuestra teologi´a debe ser una «teologi´a de rodillas». Creo que ese es el secreto que hace de e´l uno de los grandes maestros de nuestro tiempo. ¡Quien lea este libro no lo va a olvidar! Jose´ Tolentino de Mendonc¸a, del pro´logo.
Un espacio de reflexión y de diálogo con los demás para ampliar el propio pensamiento.
Los seres humanos somos capaces de asombrarnos ante lo que sucede, de admirarnos, de preguntarnos el porqué de las cosas, el sentido de nuestras vidas, qué podemos esperar, qué debemos hacer. Y, cuando creemos que hemos llegado a responder a esas preguntas, nos surgen otras nuevas, algunas de las cuales cuestionan las mismas respuestas a las que habíamos llegado anteriormente. En filosofía, más importante que las respuestas que podamos dar, son las preguntas que nos podemos hacer, ya que estas son la mecha que se necesita para empezar a disparar la traca del pensamiento.
Este es un libro de preguntas que surgen de nuestra dimensión moral, preguntas que se plantean no solo los filósofos profesionales, sino también todo hombre y mujer, de cualquier edad, que quiera asumir la responsabilidad de decidir cómo quiere vivir: ¿qué hago con mi vida?, ¿cumpliría mis deberes si pudiera hacerme invisible a los demás?, ¿soy como soy y no puedo cambiar?, ¿qué son los valores?, ¿cómo establecer normas morales que puedan ser aceptadas por todos?…
La pretensión de este libro es abrir un espacio de reflexión y de diálogo a todas las personas interesadas en pensar y conversar con los demás sobre problemas de carácter moral, problemas que surgen de la necesidad que tenemos todos de decidir continuamente qué vida queremos vivir y qué mundo queremos construir entre todos.
Podría decirse, pues, que, en cierto modo, lo que ha movido a escribir estas páginas ha sido el deseo y la necesidad de pensar sobre cuestiones de naturaleza moral que surgen en la vida. Pero, para pensar sobre estas cuestiones, se necesita dialogar con los demás, tener en cuenta otros puntos de vista, otras perspectivas con las que se pueda mejorar y ampliar el pensamiento.
¿Quién fue realmente Don Milani? A esta pregunta responde este libro de Michele Gesualdi, que, junto con su hermano menor, Francuccio, vivió con Don Milani en familia, como hijos suyos, en la misma escuela y casa parroquial de Barbiana. Dando voz a los testimonios vivos de cuantos lo conocieron directamente, basándose también en sus cartas, algunas de ellas inéditas, Gesualdi reconstruye el camino que llevó a Don Milani al «exilio» de Barbiana. Su narración arranca de los años de seminario, pero se centra amplia y oportunamente en el período en el cual Don Lorenzo estuvo en San Donato de Calenzano, porque si Barbiana fue la «obra maestra» de Don Milani, Calenzano fue su taller. Un libro extraordinario y conmovedor en el que Gesualdi abre su corazón y revela el verdadero rostro de Don Milani: un cura, un maestro, un hombre, un «padre» que hizo de su sacerdocio un don a los pobres más pobres.