Название | Obras Inmortales de Aristóteles |
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Автор произведения | Aristoteles |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Colección Oro |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418211713 |
De momento tenemos que ocuparnos de las definiciones que se formulan para las divisiones del género. En la definición no hay más que el género primero y las diferencias. Los demás géneros no son más que el género primero y las diferencias reunidas al género primero. Y así el primer género es animal; el siguiente, animal de dos pies; y otro, animal de dos pies sin plumas. Lo propio ocurre si la proposición contiene un número mayor de términos; y en general poco importa que contenga un gran número de ellos o uno pequeño, o dos solamente. Cuando no existen más que dos términos, el uno es la diferencia, el otro el género; en animal de dos pies, animal es el género; la diferencia es el término. Sea, pues, que el género no exista absolutamente fuera de las especies del género, o bien que exista, pero exista solo como materia (el sonido es, por ejemplo, género y materia, y de esta materia derivan las diferencias, las especies y los elementos), está claro que la definición es la noción proporcionada por las diferencias.
Todavía hay más: es necesario marcar la diferencia en la diferencia; tomemos un ejemplo. Una diferencia en el género animal, es el animal que tiene pies. Es necesario conocer de inmediato la diferencia del animal que tiene pies, en tanto que tiene pies. Luego unos que no se debe decir: entre los animales que tienen pies, existen unos que tienen plumas y otros que no las tienen; aunque esta proposición sea verdadera, no deberá utilizarse este método, a no mediar la imposibilidad de dividir la diferencia. Se dirá, pues: unos tienen el pie dividido en dedos, otros no tienen el pie dividido en dedos. Estas son las diferencias del pie: la división del pie en dedos es una manera de ser del pie. Y es necesario proseguir de esta forma hasta que se llegue a objetos entre los que no haya diferencias. En este concepto, existirán tantas especies de pies como diferencias, y las especies de animales que tienen pies, serán iguales en número a las diferencias de pie.
Ahora bien, si es así, está claro que la última diferencia debe ser la esencia del objeto y la definición; porque en las definiciones no es necesario repetir muchas veces la misma cosa; esto sería inútil. Y, sin embargo, se hace cuando se dice: animal con pies, bípedo, ¿qué quiere decir esto, si no animal que tiene pies, que tiene dos pies? Y si se divide este último término en las divisiones que le son propias existirán muchas repeticiones, tantas como diferencias.
Si se ha llegado a la diferencia de la diferencia, una sola, la última, es la forma, la esencia del objeto. Pero si es por el accidente por el que se diferencian, como por ejemplo, si se dividiesen los animales que tienen pies en blancos y negros, entonces existirían tantas esencias como divisiones.
Se observa, por tanto, que la definición es la noción aportada por las diferencias, y que conviene que sea la de la última diferencia. Esto es lo que se demostraría con claridad, si se invirtiesen los términos de las definiciones que abarcan muchas diferencias, como si por ejemplo se dijese: el hombre es un animal de dos pies, que tiene pies. Que tiene pies es inútil, cuando se ha dicho: que tiene dos pies. Además, en la esencia no hay precedencia o categorías, porque, ¿cómo se puede concebir en ella la relación de prioridad y de posterioridad?
Tales son las primeras observaciones a realizar sobre las definiciones que se formulan por la división del género.
Parte XIII
Lo que nosotros intentamos estudiar es la sustancia: regresamos, pues, a nuestro objetivo. Sustancia se toma por el sujeto, por la esencia pura, por la reunión de ambos, por lo universal. Dos de estas definiciones han sido examinadas: la esencia pura y el sujeto. Hemos citado que el sujeto se entiende de dos maneras: existe el ser determinado, como el animal, sujeto de las modificaciones: y existe la materia, sujeto del acto. Al parecer el universal es también, y más que ningún otro, causa de ciertos seres, y el universal es un principio. Ciñámonos, pues, al universal.
Resulta imposible, a nuestro parecer, que ningún universal, cualquiera que él sea, sea una sustancia. En principio, la sustancia primera de un individuo es aquella que le es propia, que no es la sustancia de otro. El universal, por lo contrario, es común a muchos seres; porque lo que se llama universal es lo que se halla, por la naturaleza, en un gran número de seres. ¿De qué será el universal sustancia? Lo es de todos los individuos, o no lo es de ninguno; y que lo sea de todos no es posible. Pero si el universal fuese la sustancia de un individuo, todos los demás serían este individuo, porque la unidad de sustancia y la unidad de esencia forman unidad del ser. Por otra parte, la sustancia es lo que no es atributo de un sujeto, pero el universal es siempre atributo de algún sujeto.
¿El universal no puede ser, por tanto, sustancia a título de forma determinada, el animal no puede ser la esencia del hombre y del caballo? Pero en este caso existirá una definición de lo universal. Ahora bien, que la definición abarque o no todas las nociones que están en la sustancia, es lo de menos; el universal no por eso dejará de ser la sustancia de algo: hombre será la sustancia del hombre en quien él reside. De forma que iremos a parar en la misma consecuencia que antes. En efecto, la sustancia será sustancia de un individuo; el animal lo será del individuo en que reside.
Es imposible, por otra parte, es absurdo que la esencia y la sustancia, si son un producto, no sean ni un producto de sustancia ni un producto de esencia, y que ellas procedan de la cualidad. Entonces lo que no es sustancia, la cualidad, tendría la preferencia sobre la sustancia y sobre la esencia, lo cual resulta imposible. No es posible que ni en el orden de las nociones, ni en el orden cronológico, ni en el de producción, las modificaciones precedan a la sustancia; de otro modo serían susceptibles de tener una existencia independiente. Por otra parte, en Sócrates, en una sustancia existiría entonces otra sustancia, y Sócrates vendría a ser la sustancia de dos sustancias. La consecuencia en general es que si el individuo hombre es una sustancia, y todos los individuos como él, nada de lo que entra en la definición es sustancia de cosa alguna, ni existe fuera de los individuos, ni en otra cosa que en los individuos; es decir, que, fuera de los animales particulares, no hay ningún otro, ni nada de lo que entra en la definición.
Está por lo tanto claro, conforme a lo anterior, que nada de lo que se encuentra universalmente en los seres es una sustancia, y que ninguno de los atributos generales señala la existencia determinada, sino que designan el modo de la existencia. Sin esto, prescindiendo de otras muchas consecuencias, se cae en la del tercer hombre.
Existe todavía otra prueba. Es imposible que la sustancia sea un producto de sustancias contenidas en ella en acto. Dos seres en acto nunca se harán un solo ser en acto. Pero si los dos seres solo existen en potencia, podrá existir unidad. En potencia, el doble, por ejemplo, se compone de dos mitades. El acto separa los seres. A causa de ello, si existe unidad en sustancia, la sustancia no puede ser un producto de sustancias contenidas en ella, y de esta forma la expresión de que se sirve Demócrito está fundada en razón: es imposible, dice, que la unidad venga de dos, o dos de la unidad. En efecto, para Demócrito, las magnitudes individuales son las sustancias.
La misma consecuencia se aplica también al número, si el número es, como afirman algunos, una colección de mónadas. O la díada no es una unidad, o la mónada no existe en acto en la díada.
Sin embargo, estas consecuencias provocan una dificultad. Si el universal no puede constituir ninguna sustancia, porque designa la manera de ser, y no la existencia determinada, y si ninguna sustancia puede componerse de sustancias en acto, en este caso toda sustancia debe ser simple. No podrá, por