Los reinos en llamas. Sally Green

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Название Los reinos en llamas
Автор произведения Sally Green
Жанр Книги для детей: прочее
Серия Los ladrones de humo
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9786075573120



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de Regan, con lo que la derribó de sus manos. De alguna manera, Byron se acomodó enseguida y puso la daga en la garganta de Regan, simulando un corte sobre ella. Byron se mantuvo en esa posición antes de retroceder con gracia e inclinarse ante Regan. Lamentablemente todo se desarrolló muy rápido, aunque de forma muy hermosa.

      Dios mío, Byron es alguien a quien tener en cuenta.

      Regan se frotó las manos, a todas luces un poco incómodo, aunque intentaba ocultarlo. Los nobles Señores aplaudían y reían.

      —La fuerza de Byron es impresionante, y su velocidad asombrosa —sentenció Thelonius—. Por lo general, no lograría siquiera acercarse a usted, Regan.

      Edyon estaba maravillado.

      —¿Y cómo es el asunto de la sanación? —preguntó lord Hunt—. ¿Vamos a ver eso también?

      No lo habían ensayado, pero era importante.

      —Las lesiones sanan más rápido cuando has inhalado el humo, pero la forma más rápida de sanar es aplicar el humo directo sobre la piel. Tal vez si me hago un corte, Ellis pueda curarlo —explicó Edyon, aunque no quería cortarse, en realidad.

      Sin embargo, Byron ya tenía una daga preparada y dio un paso al frente. Hizo un corte con la daga en la palma de su mano y dijo:

      —Permítame, Su Alteza.

      Byron es bastante heroico. Y sí, ciertamente lo permitiré.

      Byron ahora extendía su mano, chorreando sangre, para mostrarla a la audiencia. Ellis inhaló el humo e inclinó la cabeza hacia la mano de Byron, mientras Edyon comentaba:

      —Parece un poco extraño, pero Ellis sostiene el humo en la boca y pone la boca sobre la herida. El humo está en contacto con la piel desgarrada de Byron. Y Ellis mantendrá su posición allí todo el tiempo que pueda y luego, cuando se separe… —en ese momento, Ellis levantó la cabeza, con sangre en los labios y las mejillas, y Byron extendió la mano. Había sangre alrededor de la herida, pero el corte ya había cicatrizado.

      Los Señores de Calidor murmuraron entre sí y se pasaron la botella de humo de demonio. Todos querían sentir su extraño calor y peso.

      —¿Cuánto de esto tienen en Brigant? —preguntó alguien.

      —No lo sé con exactitud —respondió Edyon—. Pero ése es el humo de sólo un demonio y, como pueden ver, es suficiente para muchas inhalaciones. Hay innumerables demonios en el mundo de los demonios. Si Aloysius logra capturarlos y matarlos a todos, tendría suficiente humo para vigorizar de inmediato a un enorme ejército. Tendrían la fuerza suficiente para conquistar el mundo.

      —Y si conozco bien a mi hermano, va a intentarlo —dijo Thelonius—. Es una amenaza para nosotros y para Pitoria.

      Edyon estaba tan animado por esta respuesta a la demostración que fue un paso más allá y agregó:

      —Por eso el rey Tzsayn pidió que Calidor se uniera a Pitoria para trabajar como uno solo. Juntos tenemos mejores opciones de enfrentar a Brigant.

      —¿Juntos? —preguntó lord Hunt—. ¿Con Pitoria? —dio un vistazo a su alrededor, a los otros grandes Señores de Calidor que estaban con una exagerada expresión de enfado en el rostro.

      —Sí, juntos —enfatizó Edyon—. Trabajar con otros que son amenazados por Aloysius.

      —No necesitamos trabajar con ellos. Podemos defendernos solos.

      —No contra un ejército vigorizado por el humo —respondió Edyon.

      Thelonius dio un paso junto a Edyon.

      —Me temo que mi hijo tiene razón. Contra un ejército convencional, incluso el de Brigant, creo que podríamos defendernos. Lo hemos hecho antes. Pero este humo de demonio cambia las cosas.

      —Pero, Su Alteza, hemos pasado la última década reforzando nuestras defensas —Hunt giró hacia Edyon—. El humo de demonio da fuerza y velocidad, pero ¿los protege contra el fuego?

      —Mmm… No lo creo. En realidad, no he intentado eso.

      —Necesitamos verlo. Ésa es una parte clave de nuestra estrategia defensiva en la muralla.

      —Y eso es lo que ahora demostraré —dijo Regan, dando un paso adelante.

      —Pero esto no lo habíamos acordado, lord Regan —dijo Edyon.

      Regan lo ignoró y se dirigió a Thelonius y a los nobles.

      —Está muy bien ver a Ellis y Byron correr detrás de los caballos, pero he preparado un ejemplo de lo que los invasores tendrán que enfrentar en nuestra muralla. Ésta será una prueba más contundente del poder del humo.

      Regan condujo al grupo hacia sus soldados, que se encontraban parados junto a dos murallas de piedra divididas por un amplio foso. El foso estaba lleno de astillas de madera que estaban siendo encendidas, y debía haber brea o aceite mezclada con la madera, porque en un instante las llamas se elevaron con fuerza. Edyon había escuchado mucho sobre la enorme muralla de defensa que había sido construida desde la última guerra a lo largo de la frontera norte de Calidor. Ésta parecía tener el mismo diseño y aunque no era tan grande, seguía luciendo formidable. Claramente, Regan había empleado un tiempo considerable construyéndola, y era evidente que había evitado mencionarle a Edyon cualquier cosa al respecto.

      —Lo único que Byron y Ellis tienen que hacer es cruzar desde ese lado, Brigant, a éste, Calidor —dijo Regan.

      —No —respondió Edyon, mirando las llamas—. Es muy peligroso y no deberíamos pedirles que lo intentaran.

      —Las murallas aquí son mucho más bajas que las de la frontera y el foso no es tan ancho o profundo, y ¿ya estás diciendo que esto es demasiado? —se burló Regan —. De pronto este humo todopoderoso resultó no ser tan poderoso.

      Ellis, no obstante, miraba fijamente las llamas.

      —Puedo hacerlo.

      —No, no puedes —dijo Edyon, moviéndose para bloquear el camino de Ellis—. El humo te hace sentir invencible, pero no lo eres.

      Regan sonrió.

      —Interesante. Ahora estamos aprendiendo algo útil.

      —¡Puedo hacerlo! —dijo Ellis, y corrió ágilmente alrededor de Edyon y se precipitó hacia la muralla.

      —¡No! Ellis ¡Detente! Te lo ordeno —gritó Edyon. Pero ya era muy tarde.

      Ellis ya estaba brincando de la primera muralla, desde la cual dio un gran salto hacia arriba, por encima de las llamas. Edyon contuvo el aliento mientras Ellis volaba por el aire. Por un instante, pareció que fuera a cruzar así todo ese trecho. Llegó muy cerca de la muralla del fondo, pero no lo suficiente, y cayó al foso en medio de un estruendo de madera astillada.

      Las llamas se elevaron alrededor de Ellis. Estaba metido hasta los muslos en tablones ardientes y, no obstante, de alguna manera, gracias al poder del humo de demonio, trepó hasta salir del foso con la ropa quemada y el cabello en llamas. Byron corrió hacia Ellis, lo sacudió y lo ayudó a rodar por el suelo para apagar el fuego.

      —Se curará, supongo —dijo Regan, mirándolo.

      —Sí, pero le quedarán cicatrices —murmuró Edyon. Y a Ellis le dijo en voz baja—: Lo siento.

      Ellis se recostó, las heridas apenas comenzaban a sanar cuando respondió:

      —No, lo siento yo, Su Alteza. No escuché su orden. Yo ni siquiera pude hacer el salto.

      —¡Me gustaría ver a Aloysius enviando a su nuevo ejército a través de nuestra muralla! —lord Hunt gritó por encima de sus voces, ignorando la difícil situación de Ellis—. Me gustaría verlos a todos arder.

      Algunos otros nobles gritaron en señal de aprobación.

      Lord Regan se dirigió a la audiencia:

      —Príncipe