Название | Magia en el mar |
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Автор произведения | Maureen Child |
Жанр | Языкознание |
Серия | Deseo |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788413489544 |
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28001 Madrid
© 2020 Maureen Child
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Magia en el mar, n.º 2142 - diciembre 2020
Título original: Temptation at Christmas
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-954-4
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo Uno
Sam Buchanan odiaba la Navidad.
Siempre la había odiado, pero este año tenía más motivos que nunca para desear hacer desaparecer del calendario la temporada navideña.
–Venga, vete a hacer un crucero navideño –murmuró furioso–. Muy buena idea.
Había sabido que sería duro, pero él no era de los que se desentendían de sus obligaciones. Tenía un negocio del que ocuparse y no permitiría que sus asuntos personales se interpusieran.
Pero eso no significaba que tuviera que agradarle.
Desde su suite privada del Noches de Fantasía, uno de los barcos de Cruceros Fantasía, miró hacia la curvada proa con su cubierta color azul cielo y el mar extendiéndose tras ella. Miró en esa dirección porque no quería mirar hacia el muelle.
El puerto de San Pedro, California, estaba abarrotado de pasajeros emocionados por partir hacia Hawái y lo que menos le apetecía era ver a gente feliz y de celebración. Una vez el crucero zarpara, podría encerrarse en su suite y salir únicamente para controlar a sus empleados.
Hacía cuatro viajes al año en distintos barcos de la línea Buchanan porque siempre había pensado que experimentar los cruceros en persona era el mejor modo de estar al corriente de lo que necesitaban tanto sus clientes como sus empleados y de asegurarse de que el trabajo de esos empleados satisfacía sus expectativas.
Con una taza de café entre las manos miraba fijamente el océano. Una vez estuvieran en mar abierto, iría a ver al capitán del barco y después daría una vuelta por los restaurantes.
Pero no le apetecía lo más mínimo.
Sus cruceros eran exclusivos para adultos, aunque en Navidad se permitían niños a bordo para que las familias pudieran disfrutar en sus barcos más pequeños e íntimos.
Así que durante ese crucero no solo tendría que enfrentarse a kilómetros de guirnaldas navideñas, árboles iluminados y villancicos, sino que también tendría que aguantar a docenas de niños. Y aun así, eso sería mejor que estar en su casa, donde la ausencia de Navidad lo atormentaría más todavía.
–¿Diga? –preguntó cuando le sonó el teléfono.
–Señor Buchanan, el capitán dice que zarpamos en una hora.
–Bien. Gracias –colgó y escuchó el silencio de su suite. Ahí habría mucho silencio durante las próximas dos semanas. Y era algo que deseaba y temía a la vez.
Un año atrás las cosas habían sido distintas. Había conocido a una mujer en otro crucero y dos meses después habían celebrado una boda navideña y habían hecho este mismo crucero en su luna de miel. Sí, por Mia había sido capaz incluso de darle una oportunidad a la Navidad.
Ahora ese matrimonio y ella habían quedado atrás, pero la Navidad había vuelto como para torturarlo.
Dejó la taza de café sobre la barra del minibar, se metió las manos en los bolsillos y contempló su precioso camarote. Eran ciento diez metros cuadrados de lujo con suelos de teca que resplandecían bajo la luz del sol y una pared de vidrio unidireccional que le ofrecía unas vistas incomparables del océano y de la amplia terraza privada que se extendía a lo largo de la suite.
Además tenía dos dormitorios y tres cuartos de baño. El dormitorio principal y el baño adjunto tenían también paredes de vidrio unidireccional. Él podía ver lo que había fuera, pero nadie podía ver lo que había dentro.
Y a pesar del entorno en el que se encontraba, Sam se sentía… al límite. Salió a la terraza y al mirar abajo, hacia la cubierta de proa casi vacía, se fijó en una mujer con el pelo largo, ondulado y pelirrojo y sintió un fuerte golpe en el pecho.
–No es ella. ¿Por qué iba a estar aquí?
Aun así, no era capaz de desviar la mirada. La mujer llevaba unos pantalones blancos y una camisa verde de manga larga. El cabello se le alzaba y sacudía con el viento. Entonces se puso de perfil y Sam vio que estaba embarazada. La decepción y el alivio se entremezclaron en su interior hasta que la pelirroja se detuvo y