Название | En la encrucijada |
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Автор произведения | Мишель Смарт |
Жанр | Языкознание |
Серия | Miniserie Bianca |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788413489285 |
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© 2015 Michelle Smart
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
En la encrucijada, n.º 170 - noviembre 2020
Título original: Talos Claims His Virgin
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1348-928-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
TALOS Kalliakis bajó la cabeza y se frotó la nuca. La palabras del especialista le habían llegado a lo más profundo de su ser.
Volvió a mirar a sus dos hermanos y vio la tristeza en sus rostros. Astraeus Kalliakis, su abuelo, el rey de Agon, estaba muriéndose. Helios, el mayor de los tres hermanos y heredero del trono, cruzó los brazos y tomó aire antes de romper el silencio.
–Tenemos que adelantar la celebración del aniversario.
Todo Agon estaba deseando celebrar los cincuenta años del rey en el trono. Todo estaba previsto para dentro de seis meses, para después del verano, pero el oncólogo había dicho con toda claridad que no duraría tanto.
Talos se aclaró la garganta, nunca había notado tan agarrotadas las cuerdas vocales.
–Propongo que nos concentremos en la gala del cincuentenario y cancelemos el resto de celebraciones. Son superfluas.
–Estoy de acuerdo –Teseo, el hermano intermedio, asintió con la cabeza–. Deberíamos fijar la fecha en abril, dentro de tres meses. Habrá que hacer un esfuerzo, pero podemos hacerlo entre todos y hacerlo bien.
Era muy posible que su abuelo no llegara si se retrasaban más. Dos meses de quimioterapia les daría un poco de tiempo y contendría los tumores que le corroían los órganos, pero no le curaría, ya era demasiado tarde para eso.
Dos meses más tarde
Talos Kalliakis recorría los pasillos del teatro que albergaba la Orquesta Nacional de París y se fijaba en el papel despegado de las paredes, en la moqueta deshilachada y en las goteras del techo. No le extrañó que fuesen a demoler el edificio. De todas las sedes de orquestas que había visitado los dos últimos meses, esa era, con mucha diferencia, la que tenía peores instalaciones.
Sin embargo, no estaba allí por las instalaciones, había ido por intuición, porque le habían decepcionado los violinistas de las demás orquestas de Francia como le habían defraudado los de las orquestas más importantes de Grecia, Italia, España e Inglaterra.
Estaba quedándose sin tiempo.
Lo que le había parecido una tarea sencilla estaba convirtiéndose en una prueba de resistencia muy ardua.
Solo quería encontrar ese músico especial que con solo pasar el arco del violín sobre las cuerdas le emocionara como hacía su abuela cuando estaba viva. No se atrevería a decir que tenía buen oído, pero sí sabía que lo distinguiría en cuanto lo oyera.
El violinista elegido tendría el honor de interpretar la última composición de su abuela durante la gala de celebración del cincuentenario de su abuelo.
En ese momento, unos doce violinistas de la Orquesta Nacional de París estaban en fila para que él fuera escuchándolos uno a uno… y él solo quería que eso acabara de una vez.
La parte débil e impaciente de sí mismo le decía que eligiera a cualquiera. Todos lo que había escuchado hasta ese momento eran violinistas profesionales y sus instrumentos de madera emitían un sonido que deleitaría el oído de cualquiera. Sin embargo, ninguno le había emocionado el corazón y, por una vez en su vida, sabía que tenía que elegir a la persona adecuada siguiendo su corazón, no su cabeza.
Era la gala del cincuentenario de su abuelo y solo elegiría al mejor. Su abuelo no se merecía menos y la memoria de su abuela tampoco.