Cartografías de la universidad en lo local, lo regional y lo global. Jorge Eliécer Martínez Posada

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por parte de los Estados entregados al neoliberalismo fue tan contundente que hoy es difícil definir los términos de la crisis si no es en términos neoliberales [...] el espíritu de la reforma no puede ser el de privatizar la Universidad pública. Obviamente que la reforma tendrá que ir en contra de todo aquello que en la Universidad pública se resiste a su transformación en un sentido progresista y democrático” (De Sousa, 2005, p. 37).

       Luchar por la definición de Universidad: aclarando entonces que resolver el tema de la hegemonía está relacionado con el modo como la Universidad podrá luchar por su legitimidad, se encuentra la cuestión de la definición de Universidad. Es decir que se debe reponer el problema generado al considerarse la Universidad como aquello que no es. “Las reformas deben partir del supuesto de que en el siglo XXI solo habrá Universidad cuando haya formación de grado y de postgrado, investigación y extensión. Sin cualquiera de estas habrá enseñanza superior pero no habrá Universidad” (De Sousa, 2005, p. 38). “La definición de lo que es Universidad es crucial para que la Universidad pueda ser protegida de la competencia predatoria y para que la sociedad no sea víctima de prácticas de consumo fraudulento. La lucha por la definición de Universidad permite dar a la Universidad pública un campo mínimo de maniobrar para poder conducir con eficacia la lucha por su legitimidad” (De Sousa, 2005, p. 39).

       Reconquistar la legitimidad: a partir de las siguientes cinco áreas de acción que han sido identificadas (acceso, extensión, investigación-acción, ecología de saberes, Universidad y escuela pública).

       Crear una nueva institucionalidad: corresponde al campo institucional directamente, y bajo este principio se analiza el tema de la administración de los recursos financieros y humanos, proponiendo como eje su maximización. Una vez más se enfatiza en que la reforma debe orientarse hacia el fortalecimiento de la legitimidad de la Universidad pública, en medio de la globalización neoliberal, con miras a la existencia de una globalización alternativa; por esta razón, se mencionan ideas asociadas a la red nacional de universidades públicas (con la pretensión de compartir recursos y equipamientos, la movilidad de docentes y estudiantes en las redes, una estandarización mínima de planes de curso, organización del año escolar y de los sistemas de evaluación), la democratización interna y la evaluación participativa.

       Regular el sector universitario privado: precisamente porque la reforma se encuentra acompañada por dos decisiones políticas; una tiene que ver con la regulación de la educación superior privada, y la otra con la posición de los gobiernos frente al General Agreement on Trade in Services (GATS) en el campo de la educación transnacionalizada.

      Tercer hilo: la Universidad en las actuales biopolíticas1

      Este hilo presenta una serie de discusiones sobre la Universidad, desde la forma en que unas tecnologías de gobierno pretenden capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de la Universidad, y en esta proponer la formación de una subjetividad apta para las formas de producción capitalista actual. Por eso, desde esta reflexión biopolítica, el conflicto que vive la Universidad presenta dos miradas: por un lado, el esfuerzo que se realiza para incorporar la Universidad al tejido económico central de las sociedades capitalistas y, por otro, aquellas luchas y resistencias o nuevos horizontes que delimitan el conflicto por parte de diferentes sectores de la población educativa. En este sentido, los temas que permiten desarrollar el análisis corresponden a la Universidad como inversión, la globalización de la Universidad, la respuesta estudiantil, la figura del estudiante precario y su enlace con los movimientos antisistémicos y el conocimiento como “bien común”.

      Uno de los puntos centrales de reflexión sugiere que al pensar el conflicto en el cual se encuentra la Universidad, es necesario reconocer una apertura desde la cual aparece su final como aquella institución decimonónica que ha buscado un equilibrio entre las ciencias y las humanidades; por tanto, se pauta el espacio histórico y temporal en el cual ha dejado de ser la institución respetada y se convierte en un objetivo del mundo de los negocios y de las empresas.

      Desde la mirada retrospectiva que se realiza frente a la Universidad, emerge su reconocimiento como aquella institución que ha sido productora de la cultura y se encuentra ligada al poder; se evidencia el fortalecimiento paulatino de su papel como reproductor social del sistema capitalista. La transición más fuerte se ubica al reconocer que en las antiguas instituciones se enseñaba el “arte del buen gobierno”, es decir, que lo esencial se orientaba hacia “saber mandar”, pero en las universidades de masas que caracterizan el último siglo lo esencial o característico se enfoca en la transmisión de contenidos técnicos y metodológicos, al igual que en disciplinas que reproducen, mantienen y gestionan la supervivencia del sistema. Por ello, se ha perfilado una distinción ente las capas cultas de la sociedad y las capas denominadas ignorantes.

      No obstante, el lugar de la ignorancia no puede ser considerado recíproco, dado que hay una menor tendencia de las personas a estudiar en las culturas del Sur. Por ello, la globalización se convierte en un pilar estructural en esta transición, dado que hay un potencial de creación, saber, conocimiento y cultura de las universidades, anticipado por los intereses empresariales, y que se adscribe al capitalismo cognitivo. Adicionalmente, se consolida una competencia que pretende jerarquizar centros que atraigan a los posibles estudiantes hacia los centros de primera.

      Como resultado de este panorama, a partir de la jerarquización mencionada, resulta evidente una dualización de las universidades, debido a que, por un lado, se conforman centros de excelencia con mayor financiación y mejores condiciones, pero en el extremo se ubican aquellas instituciones cuyas condiciones no son las más favorables y, por el contrario, han sido infravaloradas.

      La Universidad como inversión describe el escenario en el cual esta ha tomado connotación como empresa. Esta transformación refleja el resultado de su incorporación a los circuitos empresariales y mercantiles de la actual sociedad capitalista. La Universidad-empresa resulta ser el modo de entender la institución que se acerca al mundo empresarial y se aleja del control político. En este sentido, se presentan estos cuatro rasgos esenciales:

      1. Aplica la denominación de inversión al tipo de Universidad que resulta de las reformas actuales, que con diferentes medidas dispersas tienen como objetivo incorporar en mayor medida la dinámica universitaria al nivel de investigación y de docencia, es decir, al tejido económico productivo. Como resultado de ello, se tienen efectos focalizados hacia la desfragmentación de la Universidad y el evidente interés hacia proyectos o líneas de investigación que privilegian las ciencias de la vida y que pautan un objetivo hacia la mirada industrial, pero que al mismo tiempo reducen el interés o privilegio de disciplinas que corresponden al orden de las humanidades y las ciencias sociales.

      Uno de los efectos más relevantes es el “despiezamiento” de la Universidad, su fragmentación en diversos ciclos, programas de investigación, sectores prioritarios, institutos, fundaciones, etcétera... es decir, una pléyade de grupos y elementos que reciben un trato diferencial [...] la sinergia entre Universidad y empresa no consiste en un encuentro entre dos instituciones diferenciadas, sino en la supeditación de la dinámica universitaria al objetivo económico de rentabilizar los conocimientos adquiridos, vendiéndolos a los potenciales interesados y privilegiando los intereses de las empresas activas en los campos respectivos (Galcerán, 2010, p. 16).

      Se afirma que la dinámica emergente beneficia explícitamente a las empresas y posibilita la formación y el desarrollo de ámbitos que aún no son tan fuertes, sobre todo cuando parte de la estrategia consiste en invitar a determinadas empresas para que creen cátedras universitarias o generen mecanismos de apoyo económico que posibiliten generar personal calificado, de manera puntual, “mercancías cognitivas”. En este sentido, como afirma Montserrat Galcerán (2010), “la figura de la Universidad-empresa sea inseparable de la constitución de un ‘mercado del conocimiento’ y de la configuración subjetiva del trabajador cognitivo propio de este tipo de capitalismo” (p. 16).

      2. La dinámica se extiende al trato que reciben los propios usuarios, específicamente los estudiantes o jóvenes investigadores, dado que se promueve concebir o pensar su formación como un “capital cultural”, y se genera una proyección laboral