Название | Porno feminista |
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Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | UHF |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418403088 |
El trabajo que hacemos actualmente, como académicos y productores, no podría existir sin las primeras evaluaciones de la historia y contexto de la pornografía, como Caught Looking: Feminism, Pornography and Censorship de fact, the Feminist Anti-Censorship Task Force. La obra pionera de Linda Williams en 1989, Hard Core: Power, Pleasure, and the «Frenzy of the Visible» abrió la puerta a los estudiosos feministas para que pudieran evaluar productivamente la pornografía como cine y cultura popular, como género e industria, desde el punto de vista textual, histórico y sociológico. La obra de Laura Kipnis de 1996, Bound and Gagged: Pornography and the Politics of Fantasy in America, defendía vivamente que «las diferencias entre la pornografía y otras formas de cultura son menos significativas que sus similitudes».8 En 1996, Jane Juffer publicó At Home with Pornography: Women, Sex, and Everyday Life, en el que nos instaba a prestar suma atención no solo al porno duro usualmente consumido por los hombres, sino a los usos de la pornografía en la vida diaria de la mujer corriente. Desde 1974 la revista cinematográfica Jump Cut ha publicado más investigaciones originales sobre pornografía desde un punto de vista sex-positive y anticensura9 que cualquier otra publicación de los medios de comunicación; unas investigaciones, además, firmadas por los líderes del sector, como Chuck Kleinhans, Linda Williams, Laura Kipnis, Richard Dyer, Thomas Waugh, Eithne Johnson, Eric Schaefer, Peter Lehman, Robert Eberwein, y Joanna Russ. Más recientemente, las obras Feminism and Pornography, de Drucilla Cornell, Porn Studies, de Linda Williams, y More Dirty Looks: Gender, Pornography and Power, de Pamela Church Gibson, han cimentado el valor de la investigación académica pornográfica. El objetivo del presente libro, Porno feminista, es promocionar esa investigación añadiendo una componente importante y valiosa: feministas que crean pornografía.
En este libro identificamos un movimiento que comenzó hace cuarenta años en el que participan pensadores, espectadores y creadores, basado en su deseo de utilizar la pornografía para explorar la representación de nuevas sexualidades. El trabajo que hemos recopilado aquí desafía otras concepciones feministas de la sexualidad en la pantalla, en las que la sexualidad está eternamente marcada por una amenaza. Esa amenaza es el espectro de la violencia contra las mujeres, que es la manera en la que generalmente se ha visto la pornografía. Defender que las representaciones sexualmente explícitas no son otra cosa que opresión de género implica que mostrar actos sexuales explícitos es una forma de castigo y subyugación total de la mujer. En este marco de referencia, las mujeres que ven, estudian o trabajan en la pornografía llevan una marca de falsa conciencia: como si estuvieran jugando con fuego mientras ignoran el hecho de que pueden quemarse.
La apabullante popularidad de la literatura erótica femenina, ilustrada por el reciente éxito del superventas mundial Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, así como el florecimiento de la comunidad de fanfiction de la cual surgió, prueba que hay una gran demanda entre las mujeres de representaciones sexuales explícitas. Millones de lectoras dieron la bienvenida a la trilogía Cincuenta sombras de Grey (que sigue las aventuras de una joven que se convierte en la sumisa de un hombre dominante), y no lo hicieron por su retrato de la opresión, sino por su exploración de la libertad erótica. El erotismo y la pornografía creados por mujeres conecta con las fantasías que las mujeres tienen en realidad, fantasías que se encuentran en un mundo donde las mujeres tienen que negociar poder constantemente, incluyendo dentro de su imaginación y sus deseos. Del mismo modo que los criterios para obtener un fpa, estos libros y el movimiento del porno feminista muestran que «las mujeres están tomando el control de sus propias fantasías (incluso cuando esa fantasía consiste en ceder el control)».
Con el surgimiento de nuevas tecnologías que permiten que cada vez más personas puedan tanto crear como consumir pornografía, el pánico moral espolea de nuevo el miedo al porno. La sociedad todavía teme a las mujeres que son dueñas de su propio deseo y lo ponen en práctica de formas que desbaratan las expectativas de la sexualidad femenina apropiada. Como demuestra Gayle Rubin, «las sociedades occidentales modernas evalúan los actos sexuales según un sistema jerárquico de valor sexual».10 Rubin crea un mapa de este sistema, en el cual el «círculo mágico» está permanentemente amenazado por los «límites exteriores» de aquellos que han caído fuera de la demarcación de lo aceptable. En la parte inferior de esta jerarquía se encuentran los actos e identidades sexuales ajenas a la heterosexualidad, el matrimonio, la monogamia y la reproducción. Rubin argumenta que esta jerarquía existe para justificar los privilegios de las sexualidades normativas y restrictivas, así como la denigración y castigo de la «chusma sexual»11. Porno feminista muestra justamente estos actos e identidades sexuales punibles situados fuera del círculo mágico y se alinea con orgullo del lado de la chusma sexual. Al sacar a la luz las numerosas maneras en las que la gente se enfrenta al poder de la sexualidad, este libro allana el camino para explorar las variedades que anteriormente se habían descartado por perversas. Al mismo tiempo, el porno feminista también pone al descubierto lo que se considera sexualidad «normal» en el centro de ese círculo mágico.
Uno de los resultados desafortunados de las guerras del porno fue la consolidación de unas trincheras enfrentadas: la trinchera antipornografía enfrentada a la trinchera sex-positive/pro-pornografía. A un lado, la «Pornografía», con p mayúscula, era una encarnación visual del patriarcado y la violencia contra las mujeres. Al otro lado, el Porno se defendía como «expresión» o como una forma que no debería desahuciarse pues algún día podría transformarse en un vehículo para la expresión erótica de la mujer. Los matices y complejidades de las «pornografías» en minúscula se perdieron en tierra de nadie. Por ejemplo, el pensamiento sex-positive no siempre admite las maneras en las que la sexualidad limita a las mujeres. Pero el problema con la asunción de la antipornografía de que el sexo es inherentemente opresivo para las mujeres —de que las mujeres se degradan si realizan actos sexuales delante de una cámara— ignora y reprime la sexualidad de las mujeres. De ahí que para nosotras el porno feminista sex-positive no implique que el sexo es siempre una caja envuelta en papel de regalo llena de felicidad y alegría. En su lugar, el porno feminista captura la lucha para definir, comprender y encontrar la propia sexualidad. Reconoce que es importante no realizar juicios apresurados sobre el significado del sexo en las relaciones íntimas y sociales, y no presuponer cuál es el significado del sexo para personas concretas. El porno feminista explora ideas y actos sexuales que pueden resultar tensos, desconcertantes o incluso muy perturbadores para algunas personas, y al mismo tiempo liberadores y empoderadores para otras. Lo que vemos aquí son definiciones de la sexualidad que compiten unas con otras, y que muestran el poder de la sexualidad en toda su indisciplina.
Puesto que el porno feminista