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de América Latina. El libro no los examina en su totalidad, eso es para otro libro —para muchos otros libros—. Pero quisiera detenerme en estos temas y pedirles a los lectores que los tengan en mente durante la lectura del presente texto.

      En los últimos años se ha visto el debilitamiento de las viejas hegemonías. Las poblaciones desde el Maghreb hasta el golfo Pérsico se han levantado ante tiranías para conseguir la libertad y la autodeterminación. Movimientos populares en Pakistán y Malasia prometen constituir un nuevo foco de fuerza en el escenario mundial. Mientras que América Latina ha comenzado a transitar un período muy esperado de soberanía e independencia tras siglos de dominio imperial. Cuando el sol se pone sobre las democracias occidentales, estos avances constituyen la esperanza de nuestro mundo. Viví en carne propia la nueva independencia y vitalidad de América Latina cuando Ecuador, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) e incluso la Organización de los Estados Americanos (OEA) salieron en defensa de mis derechos luego de haber recibido asilo político.

      La duradera lucha latinoamericana por la autodeterminación es importante porque marca el camino para que el resto del mundo avance hacia la libertad y la dignidad. Pero la independencia de América Latina está aún en pañales. Los intentos desestabilizadores de Estados Unidos todavía son moneda corriente en la región, como ocurrió, no hace mucho, en Honduras, Haití, Ecuador y Venezuela.

      Este libro debate sobre lo que ocurre cuando corporaciones estadounidenses como Facebook disponen de una penetración casi total en la población de un país entero, pero no se detiene en las cuestiones geopolíticas de fondo.

      Haciendo una simple consideración geográfica se nos presenta un aspecto importante. Todo el mundo sabe que la geopolítica global está determinada por los recursos petroleros. El flujo del crudo determina quién domina, quién es invadido y quién es marginado de la comunidad global. El control físico de solo un segmento de un oleoducto ofrece un enorme poder geopolítico. Los gobiernos en esta posición pueden obtener enormes concesiones.

      Entonces ocurre que, de un golpe, el Kremlin puede sentenciar a Europa del Este y Alemania a un invierno sin calefacción. Y la sola posibilidad de que Teherán construya un oleoducto que llege a India y a China alcanza como pretexto para la lógica belicosa de Washington.

      Con el control de los cables de fibra óptica, por donde pasan los gigantes flujos de datos que conectan a la civilización mundial, ocurre lo mismo que con los oleoductos. Este es el nuevo juego: controlar la comunicación de miles de millones de personas y organizaciones.

      No es secreto que, en lo referente a internet y a las comunicaciones telefónicas, todos los caminos desde y hacia América Latina pasan por Estados Unidos. La infraestructura de internet dirige gran parte del tráfico desde y hacia América Latina a través de cables de fibra óptica que físicamente atraviesan las fronteras de Estados Unidos. El Gobierno de Estados Unidos no ha mostrado muchos escrúpulos en transgredir su propia ley al interceptar estas líneas para espiar a sus propios ciudadanos. Y no existen las leyes que impidan espiar a ciudadanos extranjeros. Cada día, cientos de millones de mensajes de toda América Latina son devorados por las agencias de espionaje de Estados Unidos y almacenados para siempre en depósitos del tamaño de ciudades. Los aspectos geográficos relativos a la infraestructura de internet por lo tanto tienen consecuencias para la independencia y soberanía de América Latina.

      El problema también trasciende la geografía. Muchos gobiernos y ejércitos latinoamericanos resguardan sus secretos con hardware criptográfico. Se trata de aparatos y programas que codifican y descodifican mensajes. Los Gobiernos adquieren estos equipos para mantener sus secretos a salvo, a menudo con un alto costo para el pueblo, porque le temen, con razón, a la interceptación estadounidense de sus comunicaciones.

      Estos dispositivos son vendidos a América Latina y a otros países como una forma de proteger sus secretos, pero en realidad son una forma de robar esos secretos. Los gobiernos estarían más a salvo usando software criptográfico abierto desarrollado por criptopunks, cuyo código es abierto para que todo el mundo vea que no se trata de una herramienta de espionaje, y que está disponible al precio de una conexión a internet.

      Mientras tanto, Estados Unidos está acelerando la próxima gran carrera armamentista. Los descubrimientos de los virus Stuxnet, Duqu y Frame, anuncian una nueva era de programas altamente complejos con finalidad destructiva concebidos por Estados poderosos para atacar a Estados más débiles. Su uso agresivo en un primer golpe contra Irán está dirigido para socavar los esfuerzos persas para conseguir la soberanía nacional, finalidad que va en contra de los intereses estadounidenses e israelíes en la región.

      Había una época en la que el uso de los virus informáticos en tanto armas ofensivas era un mecanismo argumental en novelas de ciencia ficción. Ahora es una realidad global, estimulada por la conducta irresponsable de la administración Obama, en contraposición a la ley internacional. Otros Estados ahora harán lo propio, mejorando su capacidad ofensiva para alcanzar a Estados Unidos.

      Estados Unidos no es el único culpable. En los últimos años, la infraestructura de internet en países como Uganda se ha visto enriquecida por la inversión directa china. Se reparten abultados préstamos a cambio de contratos africanos para que compañías chinas construyan la infraestructura de la red troncal que conecte escuelas, ministerios gubernamentales y comunidades al sistema de fibra óptica global.

      El continente africano se está conectando también, pero con hardware suministrado por un país que aspira a ser una súper potencia internacional. ¿Será internet el camino para que África siga estando dominada en el siglo XXI? ¿Está convirtiéndose África una vez más en un espacio para la confrontación de los poderes mundiales?

      Estos son solo algunos de los caminos por los que este libro trasciende la lucha por la libertad individual.

      Los criptopunks originales, mis camaradas, eran mayormente libertarios. Nosotros buscábamos proteger la libertad individual de la tiranía estatal y la criptografía era nuestra arma secreta. Esto fue algo subversivo porque la criptografía entonces era propiedad exclusiva de los Estados, usada como armas en sus varias guerras. Al desarrollar nuestro propio software contra las superpotencias, y al divulgarlo a lo largo y ancho del mundo, conseguimos liberar y democratizar la criptografía. Esta fue una lucha verdaderamente revolucionaria, librada en las fronteras de la nueva internet. La ofensiva fue rápida y onerosa pero, aunque es una ofensiva aún en curso, el camino está allanado.

      La criptografía no solo puede proteger las libertades de los individuos, sino la soberanía y la independencia de países enteros, la solidaridad entre grupos con una causa común, y el proyecto de una emancipación global. Puede ser usada no solo para luchar contra la tiranía del Estado sobre el individuo, sino contra la tiranía del imperio sobre la colonia.

      Este es un mensaje en el que creo con firmeza, y se encuentra escrito entre líneas a lo largo del presente texto aunque