Название | Por la vida con Séneca |
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Автор произведения | Antonio Herrero Serrano |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Diálogos |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418360244 |
4. El puerto de la felicidad
a. Qué es la vida feliz
b. Componentes
c. Lo que no es felicidad
d. ¿Felicidad completa aquí?
IV. SENTIDO Y APROVECHAMIENTO DE LA VIDA Y DEL TIEMPO
1. Brevedad de la vida
a. La inquietud
b. La respuesta
c. Dos caminos para orientar y aprovechar tan breve vida
2. La vejez
a. Vejez y brevedad de la vida
b. La vejez: entre el elogio y el realismo del ocaso de la vida
3. Sentido de la vida
a. Fijar el fin general de la vida
b. Ante el día - a - día de la vida
c. Tres estilos de vida según las actividades elegidas
4. El tiempo
a. Las tres dimensiones: pasado, presente y futuro
b. Aprovechamiento del tiempo
c. El tiempo empleado en el negotium y el dedicado al otium .
d. Qué es el ocio en Séneca y qué utilidad tiene. El ocio y las artes liberales
V. LA MUERTE Y LA INMORTALIDAD
1. La muerte
a. Meditatio mortis
b. El suicidio
2. La inmortalidad
a. Contemplatio aeternitatis
b. Somnium Senecae
3. Las almas allende la muerte. El mundo de aquende, al final de los tiempos
a. ¿Cómo serán las almas en esa región?
b. El desenlace de este mundo en que vivimos
Introducción
Dedicarse en pleno siglo XXI a la filosofía de Séneca por algún periodo es saltar el océano de veinte siglos. Dato irrebatible, calendario en mano. Es dejar la sociedad tecnologizada y sumergirse en la Roma del inicio de nuestra era, basada en no pequeña medida en el ejército para extender el Imperio, y en el trabajo de los esclavos para sostener la riqueza y el desarrollo, eso que hoy llamamos bienestar. También es pasar, en nuestro caso, del idioma español al idioma latino. El barranco de veinte siglos comienza a achicarse si pensamos en los conflictos sociales de nuestro mundo, lacrado también por esclavitudes reales de distinta clase, y si consideramos que el castellano de hoy no es sino el latín que se hablaba en el ayer de Séneca en su Córdoba natal.
Hay conexiones, a pesar de tantos siglos que median. La más importante es precisamente la de la vida. Nuestro vivir no difiere radicalmente del de Séneca, quitados algunos rasgos externos: vestido, medios de transporte, ciertas diversiones... Los anhelos y problemas existenciales coinciden en buena medida: felicidad, dolor, enigma del mal, muerte, inmortalidad... Y cuando vamos descubriendo que de esos se ocupa la filosofía de Lucio Anneo Séneca, el foso de los siglos, aun existiendo, se salva por un puente: la humanitas. Esto es, en sentido amplio, nuestra condición de hombres, que es la misma en lo bueno y en lo malo. Y esta humanitas es la protagonista de las páginas de este filósofo. El interés de Séneca por el hombre le mantendrá siempre cercano al hombre de todos los tiempos, porque ha llegado a palpar sus inquietudes.
Por otro lado, el modo que tiene Séneca de abordar esas cuestiones de la vida es apasionado. Tan arrollador, tan claveteado de situaciones concretas, que nos parece estar a su lado y escucharle cuando va escribiendo, como en voz alta, sus reflexiones en las Epístolas Morales o Cartas a Lucilio, a todas luces personaje más de ficción literaria que de carne y hueso, pero interlocutor que parece vivo para el filósofo cordobés. Y cuando en sus Tratados o ensayos se lanza a meditar, por ejemplo, sobre la brevedad y la felicidad de la vida, el destino y la providencia, el dolor, la muerte y la inmortalidad, nos sentimos arrebatados por sentimientos parecidos a los suyos —aceptemos o no sus enfoques y consideraciones—, como si los hubiésemos compartido en un coloquio o, incluso, en una tertulia filosófica, antes de leerlos en los volúmenes escritos.
Su pensamiento es siempre actual, inquieto e inquietante. Y su estilo sorprende por la vivacidad y la carga sapiencial. Estamos ante un maestro de vida, y no solo ante un filósofo de la biblioteca del pasado. Las ideas nunca se le quedan revoloteando en lo inconsistente o colgadas en la entelequia; a Séneca le falta tiempo para ejemplificarlas y concretarlas. Del filósofo cordobés se ha dicho que fue, a su modo, el director espiritual de la alta sociedad romana del siglo I de nuestra era. Pero es verdad que esa guía la ha seguido ejerciendo con sus escritos en los siglos posteriores, sobre todo en la Edad Media y al inicio de la Edad Moderna. La cercanía al pensamiento cristiano ha ayudado no poco a su supervivencia: «Seneca saepe noster», lo llamaba Tertuliano (Sobre el alma, XX). Y lo sintió casi como propiedad del cristianismo: «Alma naturaliter christiana» (Apologeticum, XVII, 6). Lo que equivale a decir: cristiano sin pasar por la pila bautismal o cristiano ante litteram.1
Este trabajo quiere adentrarse en las directrices que este guía marca para la vida humana. Concretamente, se detendrá en lo que piensa sobre los problemas de la existencia ya mencionados: el destino, la divinidad y el enigma del mal, la lucha entre el vicio y la virtud, la felicidad, la brevedad de la vida y su constante acercamiento a la muerte, la inmortalidad. La reflexión se hace, sobre todo, a partir de los Diálogos o tratados morales y de las Cartas.
En estas páginas se quiere dejar hablar al filósofo para captar fresco su sentir. Por eso se acude pocas veces a textos de estudiosos que interpreten al filósofo, porque en cierto sentido pueden amordazar su pensamiento o entubarlo de modo forzado. Se prefiere entrevistarse personalmente con sus palabras textuales. Esta es la razón por la que no se ha pretendido estructurar la filosofía del cordobés, sino marcar sus nervaduras. Séneca es una corriente intrépida de doctrina y de experiencias. Encauzar su reflexión con diques intelectuales, quizá preconstruidos, es quitarle su fuerza y su encanto; es desbaratar a Séneca mismo. Entubar las aguas de un río puede ser provechoso, pero coartamos su libertad, su esparcirse caprichoso por llanuras y pendientes, su culebrear libre en amplios meandros y su intrepidez cuando se despeña valle abajo. Contemplar luego el cauce seco por donde hubiera seguido avanzando espontáneamente es desolador. Con estas reflexiones se quiere, más bien, observar la corriente vital de Séneca tal como nace a borbotones y fluye valiente e incluso traviesa. En todo caso, se ha pretendido captar —por usar la expresión de Gerardo Diego a propósito justamente de un río, el Duero— «el mismo verso», que es como decir los temas y argumentos más frecuentes del filósofo, pero respetando