Название | Narrativas de la historia en el audiovisual colombiano |
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Автор произведения | Isabel Restrepo |
Жанр | Документальная литература |
Серия | FCSH Investigación |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585526617 |
Resulta bastante significativa la variación que la película opera con respecto a la versión de la historia difundida en el editorial de The New York Word, el cual no se centró en denunciar la violación del Tratado de 1846, tal como lo plantea la película, sino en demostrar la corrupción en la compra y venta del canal, que es omitida en el film. Al sustituir el asunto de corrupción que produjo la demanda contra Joseph Pulitzer, y poner en el centro de las acusaciones de The World el problema de la violación del Tratado de 1846, la película elabora una selección que hace énfasis en los reclamos colombianos que, aunque no fueron llevados ni al tribunal de La Haya, ni al juicio contra The New York World, sí fueron discutidos en la investigación que el representante Rainey adelantó en el Senado norteamericano, utilizando las mismas pruebas que The World presentó para su defensa. Estas variaciones que opera la película con respecto a la querella entre Roosevelt y The New York World, que revelan la presencia de referencias intertextuales mediante las cuales la investigación del caso Pulitzer resulta intercambiable con la investigación de Rainey, dan cuenta de que la película asume una comprensión de la historia que no se interesa tanto por la reconstrucción fiel de los acontecimientos, sino por transmitir su importancia y trascendencia. La fusión de los dos casos es entonces indicativa del impacto que ambos tuvieron en Colombia, contribuyendo a la elaboración de un punto de vista que se interesa por destacar la manera en que las reivindicaciones colombianas si bien fueron parcialmente negadas por el Congreso norteamericano, fueron asumidas por un sector de la ciudadanía de ese país que fue percibido en Colombia como solidario con su causa, desde una perspectiva que encontraba legitimidad para el discurso propio en el reconocimiento que los otros hicieran de este.
El hecho de que la violación del Tratado de 1846 fuera reconocida por los propios ciudadanos norteamericanos, aunque no oficialmente por sus gobernantes, hacía justicia a la causa colombiana y dotaba de legitimidad sus demandas, desde un punto de vista que no por rechazar el imperialismo estadounidense dejaba de admirar el “laborioso y honrado pueblo yanquilandés”. Este planteamiento resulta compatible con algunas publicaciones de la prensa colombiana de la época, que resaltaban la solidaridad de la prensa norteamericana y apelaban al sentido de justicia del pueblo estadounidense, indicando que “la opinión pública de aquel gran pueblo, enamorado siempre de todo ideal justiciero, y momentáneamente extraviada, apoya hoy nuestras legítimas reivindicaciones”.33 Así mismo, algunas publicaciones de la época invitaban a no tener resentimientos contra el pueblo norteamericano: “Es preciso que nos convenzamos de que Roosevelt no es el pueblo americano, y que sus juicios sobre nosotros no son la expresión del sentir general de sus compatriotas (pues) por los recortes que El Tiempo y otros periódicos del país han publicado, tomados de muchos periódicos americanos, se ve claramente que la opinión pública en los Estados Unidos nos es favorable, y que nuestra causa, que es la de la justicia, gana allí terreno cada día”.34
La misma opinión era compartida por Daniel Ortiz y Rafael Gálvez quienes, en su libro El robo de Panamá, afirmaban que “No es del pueblo norteamericano de quien nosotros podemos quejarnos: al contrario, es ante él ante quien debemos llevar nuestros reclamos, toda vez que sus mejores elementos sociales, al no vacilar en reconocer nuestros derechos y en sostener la justicia que nos asiste, han condenado el robo que nos ha despojado”.35 También Luis Otero resaltó que “día por día empezó a dejarse oír la voz justiciera de la prensa mundial y aun de la americana, que hacía eco ya a nuestro justo reclamo […] ¡Sin duda la vara justiciera de la diosa Némesis había tocado ya la conciencia del mundo!”.36
De ahí que no resulte extraño el homenaje que la película realiza a la prensa norteamericana que cuestionó a Roosevelt y triunfó sobre él, beneficiando las aspiraciones colombianas. Haciendo eco de afirmaciones compartidas por la prensa nacional, la película presenta al enemigo norteamericano como “UNO que despedazó nuestro escudo”, refiriéndose explícitamente a Roosevelt, mientras que otros norteamericanos, como Paterson y Moore, son presentados como los amigos que hacen justicia a la causa colombiana. La percepción de una cierta solidaridad de los norteamericanos que se expresa a través del editorial de The World que presenta la película, se expresa también en la subtrama que implica una historia de amor entre Berta, ciudadana colombiana residente en Estados Unidos, y Paterson, espía del gobierno norteamericano quien, tras convertirse a la causa colombiana, trabaja para The World buscando al mismo tiempo hacer justicia para el periódico y para la patria de su amada. Sin embargo, la relación entre Berta y Paterson, rota por una infidelidad de él, puede leerse también como una metáfora de la reconciliación entre Estados Unidos y Colombia, en la que sobresale la sumisión de esta última, quien finalmente perdona y olvida la traición de su amado.
La sumisión de Colombia ante los Estados Unidos y su interés en mantener relaciones de cordialidad con aquel país se expresa además en la censura de la que fue objeto la película. Para algunos contemporáneos, prohibir la exhibición de Garras de oro, que ordenó el ministro de Gobierno colombiano bajo presión del ministro americano, era “una prueba del imperialismo yanqui”37 y de su “actitud lesiva contra nuestra soberanía”38, así como de la complacencia y debilidad del Gobierno nacional. Desde esa perspectiva, la censura de la película confirmaba la vigencia de su argumento antiimperialista, dando a entender que la injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de Colombia no se limitaba a la intervención en la separación de Panamá, sino que se extendía además al control de las interpretaciones de la historia y su difusión en los medios de comunicación. Al respecto, y con el mismo sentido de justicia simbólica que establece la película, otro contemporáneo opinaba que “puede la película destruirse y jamás volver los fabricantes de cintas en Colombia aludir a esos hechos, pero mientras viva en la historia una frase como aquella de ‘I took Panama’, la historia será más desagradable que una película”.39
En la película, luego de que se pone en circulación el editorial de The World, se observan las diferentes reacciones de los lectores, empezando por la del padre de Berta quien, a propósito, cuenta a Paterson su versión de los hechos ocurridos el 3 de noviembre de 1903, apelando a su solidaridad al aducir que “si Uds. los yanquilandeces conocieran la historia de Panamá estarían todos con nosotros”.40 La versión de don Pedro es presentada a través de un flashback, que nos devuelve en el tiempo hasta