Название | El ministerio médico |
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Автор произведения | Elena G. de White |
Жанр | Религиозные тексты |
Серия | Biblioteca del hogar cristiano |
Издательство | Религиозные тексты |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877981094 |
El primer trabajo del médico
El Redentor espera que nuestros médicos hagan de la salvación de las almas su trabajo más importante. Si caminan y trabajan con Dios, en su amor y temor, recibirán hojas del árbol de la vida para darlas a los sufrientes. Su paz los acompañará y convertirá en mensajeros de paz.
No basta que solamente leamos las Escrituras. Debemos pedir al Señor que llene con su Espíritu nuestro descarriado corazón, para poder comprender el significado de sus palabras. Para recibir beneficio de las palabras de Cristo, debemos aplicarlas en forma adecuada a nuestros casos individuales.
Se nos ha encomendado un mensaje que sobrepasa la importancia de cualquier otro mensaje que se haya dado a los mortales. Cristo fue personalmente a la isla de Patmos para presentar este mensaje a Juan. Le pidió que escribiera lo que se le mostraría y se le diría durante su visión, para que las iglesias supieran lo que ocurriría en este mundo [Apoc. 1:9-20]. ¿Comprenden nuestros obreros médicos la importancia del mensaje de Apocalipsis?...
Las palabras “pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” [Apoc. 2:4], se aplican a muchas personas que viven en este tiempo. Dios pide que haya arrepentimiento y reforma inmediatos. Debe ocurrir ahora un gran cambio en el pueblo que espera la segunda venida de su Señor. Pronto ocurrirán sucesos insólitos. Dios nos tendrá por responsables de la forma como manejamos la verdad. Nuestra pureza de fe y acción decidirá nuestro futuro.
Dios se preocupa de veras por nosotros. A cada persona ha encomendado su obra. Cada uno debe hacer la parte que le corresponde. Hay que presentar un testimonio inequívoco y definido, porque hay que preparar a un pueblo que deberá enfrentarse con un tiempo de angustia como nunca hubo desde que el mundo fue poblado [Dan. 12:1].–Manuscrito 36, 1902.
Preparar a los enfermos para la muerte
Muchas veces se ha hecho esta pregunta: ¿Debiera el médico suponer que es su deber exponer la verdad a sus pacientes? Eso depende de las circunstancias. En numerosos casos lo único que debiera hacerse es mostrar a Cristo como un Salvador personal. Hay personas que sólo resultarán heridas si se les presenta cualquier doctrina que no esté en consonancia con sus creencias. Dios debe guiar en esta obra. Él puede preparar la mente para que reciba la palabra de verdad. Es deber del médico tanto la preparación del alma de las personas que trata para lo que les ocurrirá, como atender sus necesidades físicas. Debe hacerles comprender su peligro. Debe ser un fiel mayordomo de Dios. No permita que nadie se enfrente a la eternidad sin recibir palabras de advertencia. Usted no puede descuidar este deber y ser un mayordomo fiel. Dios requiere que usted sea fiel a él en cualquier parte donde esté. Hay una gran obra que debe realizarse. Dedíquese a ella y llévela a cabo cabalmente. Dios ayudará a todos los que actúen de este modo.–Manuscrito 62, 1900.
El deber de ser veraces
El médico no debiera por ningún motivo suponer que puede mentir. No siempre es seguro y mejor expresar ante un inválido toda la extensión del peligro que corre. No es indispensable presentar la verdad completa en todas las ocasiones, pero nunca diga una mentira. Si para el bien del inválido es importante no alarmarlo, porque eso podría resultar fatal para él, no le mienta...
La fe y los principios religiosos se han deteriorado, se han mezclado con costumbres y prácticas mundanas, y por eso la religión pura y sin contaminación es escasa [Sant. 1:27]. El alma, el alma preciosa, es de gran valor, y debe emblanquecerse en la sangre del Cordero. La fortaleza y la gracia de Dios se proveyeron al costo de un sacrificio infinito para que usted pueda ganar la victoria sobre las sugerencias y tentaciones de Satanás, y salir de la prueba sin contaminación, como lo hicieron José y Daniel. Dejemos que la vida, el carácter, sea el argumento más poderoso para el cristianismo, porque en esta forma todas las personas serán compelidas a tomarlo en cuenta a usted y reconocer que ha estado con Jesús y que ha aprendido de él. La vida, las palabras y el comportamiento constituyen el argumento más definido y la apelación más solemne para los que son descuidados, irreverentes y escépticos...
Todos ustedes necesitan una religión viva para poder ser testigos de Dios y proclamar a los enfermos la realidad de que el pecado siempre va seguido por el sufrimiento; y a la vez que combaten el dolor y el sufrimiento debieran explicarles claramente lo que ustedes saben que es la causa real, y el remedio: “No peques más” [Juan 5:14], y dirigir su atención hacia el Salvador que perdona los pecados.–Manuscrito 4a, 1885.
Conducir a la gente al poderoso Sanador
En ninguna otra rama de la obra debe brillar la verdad con mayor lustre que en la obra médico misionera. Cada médico misionero auténtico posee un remedio para el alma enferma de pecado, como también para el cuerpo enfermo. Mediante la fe en Cristo debe actuar como un evangelista, como mensajero de la misericordia. Mientras usa los sencillos remedios provistos por Dios para la curación del sufrimiento físico, debe hablar del poder de Cristo para sanar las enfermedades del alma.
Mediante los esfuerzos de los médicos cristianos, la luz acumulada desde el pasado hasta el presente producirá su efecto. El médico no sólo debe impartir instrucciones de la Palabra de Dios, línea sobre línea, precepto sobre precepto, sino además deberá humedecer estas instrucciones con sus lágrimas y fortalecerlas con sus oraciones, para que las almas se salven de la muerte...
Los médicos, en su obra de vérselas con la enfermedad y la muerte, corren el peligro de perder el sentido de la solemne realidad del futuro del alma. A causa de su grave y febril ansiedad por alejar el peligro para el cuerpo, existe el peligro de que descuiden el riesgo que corre el alma. Quisiera decirles que se pongan en guardia, porque deberán encontrarse con sus enfermos agonizantes ante el trono del juicio de Cristo.–Carta 120, 1901.
Deberes evangelizadores
Nuestros médicos necesitan un discernimiento más profundo de la obra evangelizadora que Dios espera que realicen. Deben recordar que si no trabajan por la sanidad del alma como lo hacen por la curación del cuerpo, no están siguiendo el ejemplo del gran Médico misionero. Que estudien la Palabra de Dios con diligencia para poder familiarizarse con sus promesas, y con ternura y amor dirigir la atención de los pecadores hacia el gran Médico. Nuestros sanatorios se establecieron con el objetivo de llevar sanidad espiritual y física a los enfermos.
El médico debe ser un constante receptor de la gracia de Cristo. Debe recordar que el médico temeroso de Dios está autorizado para considerarse un obrero juntamente con Dios. El Salvador está deseoso de ayudar a todos los que acuden a él en busca de sabiduría y claridad de pensamiento. ¿Y quién necesita más sabiduría y claridad de pensamiento que el médico, de cuya decisión depende tanto?
El Señor desea que nuestros médicos colaboren con él en su manera de tratar a los enfermos, y que demuestren más fe y utilicen menos medicamentos. Confiemos en Dios. Nuestra fe es débil, y nuestro corazón permanece sin cambiar. Dios quiere que se produzca un cambio. Dice: “Os daré un corazón nuevo” [Eze. 36:26]. Cuando esta promesa se cumpla para el pueblo de Dios, la condición de las cosas será muy diferente de lo que es ahora.–Manuscrito 14, 1904.
Anhelo más profundo por las almas
Dios desea que en la obra médico misionera se introduzca un anhelo más profundo por las almas. Este anhelo llenaba el corazón de quienes establecieron nuestra primera institución médica. Cristo debe estar presente en el cuarto del enfermo, y llenar el corazón del médico con la fragancia de su amor. Cuando su vida sea de tal naturaleza que Cristo pueda acompañarlo junto al lecho de los enfermos, estos recibirán la convicción de que