Название | La urgencia de ser santos |
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Автор произведения | José Rivera Ramírez |
Жанр | Философия |
Серия | Espiritualidad |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412049732 |
El beato Ezequiel convierte a mucha gente, pero el proceso de descristianización sigue en Colombia. Y vas viendo cómo hay una serie de aspectos que uno dice “pero es que esto no estaba bien”. El tiene mucho amor a los pobres, pero tiene una actitud con los ricos –y le repatean bastante– que, en fin, no se atreve a... porque el ambiente era aquel. Podemos ir con un deseo sincero de santificación pero no suficientemente intenso respecto a la gracia de Dios. Y entonces, sin darnos cuenta, con esta peligrosidad de que si hacemos examen de conciencia no lo vemos siquiera, porque teníamos que ver antes unos presupuestos que son los que nos oscurecen, no vemos nada malo. Estamos cediendo a una serie de aspectos que son literalmente del reino de Satanás, porque son del reino de este mundo, son mundanos, pero es la mundanidad que está dentro de la Iglesia. Y podemos caer por dos capítulos: por un capítulo de reacción en contra o por otro capítulo de dejarnos influir.
En este momento en España es todavía facilísimo encontrar en política a individuos que dicen: “Bah si es que los de alianza popular9 son igual...”, y les da igual que la gente sea del psoe, y otros individuos al revés: como les parece muy mal el psoe, entonces ponen que el reino de Dios consiste en que estos no gobiernen de ninguna manera; esto prácticamente significa [admitir] una serie de cosas políticas que son totalmente antievangélicas, porque tampoco se dedican a discernir. Esto mismo le puede pasar a la derecha polaca; por eso muchos intelectuales, que no eran circunstancialmente anticatólicos, tienen un respeto a la religión, pero una cosa es tener respeto, otra cosa es tener parte, otra cosa es ser católico y otra ser santo. Daos cuenta que nosotros podemos caer en ello también: podemos vivir de tal forma que no tenemos ni suficiente discernimiento ni suficiente fortaleza para ofrecer el evangelio de forma que no escandalicemos ni demos ocasión a que [se] caiga en el mal; esto se está viendo todos los días. Necesitamos muchísima luz del Espíritu Santo.
Santidad eximia y santidad heroica
Por eso, son necesarias [dos etapas] en la santidad del sacerdote: decía Pío XII que hay una santidad eximia, que no es todavía la santidad heroica a la que hay que llegar, la última perfección; ahora bien, una santidad eximia no es simplemente ser muy bueno, no es ni siquiera ser un hombre espiritual, [sino] ser un hombre muy espiritual; esta es la doctrina del magisterio. Pío XII habla de cualquier sacerdote. El sacerdote, cuando lleve veinte años10, tiene que tener esta santidad ya; cuando lo ordenan automáticamente tiene que salir ya, con lo cual debe salir dispuesto. Estado de fervor. Un estímulo para este fervor y para esta santidad eximia es precisamente que tenemos que estar continuamente pidiéndole al Espíritu Santo que no nos permita recibir el influjo del mundo, que nos haga vivir continuamente el reino de Dios.
La oración de intercesión por los pastores
Es más, somos los encargados de pedir perdón por el pueblo: el pueblo –pienso que por eso muchas cosas en la Iglesia no han avanzado más– no se merece que Dios nos ilumine a nosotros; en un momento determinado yo me santifico igual predicando una cosa que otra, pero la gente necesita una, no necesita la otra, el que Dios me ilumine, muchas veces no va a ser el fruto de mi buena voluntad, de mi apertura, va a ser el fruto de la petición de los demás. Durante el concilio –teniendo asegurada la asistencia del Espíritu Santo– tanto Juan XXIII como Pablo VI, estaban recordándonos continuamente que pidiéramos luces al Espíritu Santo ¿Por qué? Porque una cosa es no equivocarse y otra cosa es decir las cosas más prudentes, una cosa es no cometer una imprudencia y otra hablar de la manera más prudentemente posible. Podemos no predicar una cosa mala, pero podemos omitir miles de cosas necesarias para que haya el minimun de evangelización y omitir las predicaciones que eran necesarias para que la gente se convirtiera. Esto nos lleva a estar continuamente abiertos al Espíritu Santo. Lo mismo que tenemos que tener siempre conciencia de que somos personas humanas –ya la tenemos– y obramos como personas más o menos, tenemos que tener la conciencia continua de que estamos movidos por el Espíritu Santo y obraremos más o menos espiritualmente. Por eso, siempre que vemos que una actitud o una orientación nos lleva a estar más abiertos al Espíritu Santo, esta orientación es acertada, [pero] siempre que veamos que nos lleva a sustituirle es que no está acertada.
Resumiendo, estamos llamados a la santidad, la santidad es el modo de ser divino, estamos llamados a estar divinizados, pero estamos llamados a llegar a la perfección. La cumbre de la perfección para todos es la caridad y nosotros tenemos nuestra llamada, personal de cada uno. Nuestra llamada personal es de ministros de Cristo; esto supone una intimidad ya con Jesucristo, una intimidad realmente especial que tiene que ser también una intimidad subjetivamente especial. Cristo nos la quiere dar. De esta intimidad especial, distinta del común, depende nuestra labor pastoral, depende nuestra fructuosidad. Y esta llamada nos lleva a una santidad eximia ya y a un estado de fervor, de dependencia consciente del Espíritu Santo, siempre con el temor de que, como estamos luchando no contra la carne y contra la sangre sino contra el príncipe de este mundo, es decir, contra el demonio, que es todavía más listo que yo –“que yo” quiere decir que cada uno de nosotros–, tenemos que estar en una alerta continua, “para no caer en la tentación”.
Santidad, discernimiento y Espíritu Santo
Aun a los santos les ha podido pasar o que no han llegado a la santidad que tenían que llegar o que no les ha iluminado Dios como les quería iluminar porque la gente no se lo ha merecido. Entonces tenemos que poner un plus de santidad para alcanzar que la gente nos entienda. [Tomemos también] conciencia de que podemos llegar a santos pero habiendo pasado por épocas de no fervor en que hayamos “hecho polvo” a mucha gente, escandalizado a mucha gente, no porque hayamos hecho cosas que le chocan, sino precisamente porque le hemos apoyado las tendencias mundanas. Por ejemplo: ¿cómo tenemos el discernimiento para convencer a la gente de que no tiene que irse a las piscinas ni a las playas? Pues no lo sé; no sé si hay que hablar primero a los obispos, o primero a ellos; este discernimiento tiene que darlo el Espíritu Santo. Es muy complicado en cada momento, porque una palabra demasiado exigente puede hundir a una persona y una palabra poco alta puede no darle ganas de elevarse. En fin, que estamos manejando la sangre de Jesucristo, sencillamente, y esto nos tiene que llevar a este hambre y sed del Espíritu Santo, que es una de las formas –lo recuerdo siempre– que excita a la santidad. La santidad es el desarrollo pleno de nuestra personalidad que, al irse desarrollando, está abierta al Espíritu Santo, que es el que la desarrolla. Es estar movido por el Espíritu Santo y este vivir como hijo de Dios, pero participando de su acción paternal.
9 Antiguo partido político, integrado ahora en el Partido popular; era un partido de “derechas”, en ciertas cosas más afín a los planteamientos de la Iglesia; el psoe (partido socialista obrero español) es un partido de “izquierdas”, más opuesto, en cuestiones de moral familiar, defensa de la vida, educación, a los planteamientos morales de la Iglesia.
10 Parece referirse al seminarista de veinte años, que ya debería tener un nivel de santidad bastante alto.
3. La continuidad de la llamada y el riesgo de no escuchar
La llamada a la santidad como conciencia de la actividad gratuita y constante de Cristo
La llamada a la santidad es una llamada. Por consiguiente [mantengamos] la conciencia de que la iniciativa siempre es de Dios. Esto no significa una continuidad de conciencia refleja de