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lo que historiadores romanos habían escrito, se tendió a glorificar estos episodios porque representaban a la perfección el ser español, caracterizado por esa preferencia de morir a vivir como esclavos. Haberlo hecho contra los musulmanes, los enemigos más importantes de época medieval, otorga mayor simbolismo. Se repiten las escenas que tanto ayudaron a inflamar los sentimientos nacionalistas y patrióticos.

      LA LEYENDA DE LA CONDESA TRAIDORA

      Pertenece la leyenda de la condesa traidora al conjunto de obras épicas conocidas bajo el nombre de «ciclo de los condes de Castilla». En este relato, como en la mayoría de los textos relacionados con el ciclo de los condes, las mujeres van a desempeñar un papel que en principio no sería el que tradicionalmente se les había ido asignando durante la época medieval. Aspectos como la condición de la mujer y su relación con el hombre, que implicaban claramente la total subordinación, la castidad o la falta de ambición, se verán modificados en este esquema narrativo. Conviene apuntar que esto no quiere decir que dicho esquema haya sido rígido o que no hubiese excepciones, sino que nos estamos refiriendo a una visión general y, de hecho, en este tipo de relatos los roles incluso se llegan a intercambiar, en una trama en la que ideas como traición, lujuria o adulterio estarán muy presentes.

      Una vez muerto García Fernández, la ambición y el desenfreno de la condesa no se verían satisfechos. El siguiente obstáculo que impedía la elevación de su dignidad era su propio hijo, Sancho García. Si leemos un poco más esta crónica veremos que ambicionaba «asesinar con una poción a su hijo, de quien dependía la salvación de Hispania entera». Pretendía hacerlo simplemente para «así satisfacer su deseo de vana gloria y entregarse más libremente a la lujuria». Aparece entonces el Señor como freno al comportamiento malicioso de la condesa. Es gracias a su intercesión que el conde logra salvar la vida, «pues una morita (…) a la que Dios hizo que se encontrara con él, le relató al conde (…) la muerte que se le preparaba en una bebida (…) para que se abstuviera totalmente de tal copa». Es paradójico que sea precisamente una mora la que impida que la condesa se convierta al islam al advertir a Sancho de lo que iba a suceder. Así, cuando el conde pide algo de beber, se lo acercan en un vaso de plata «y él se lo ofreció a su madre casi por deferencia y la invitó a que bebiera ella primero (…) finalmente ella, obligada, exhaló el alma al primer sorbo, cayendo en la trampa que tendió».

      De las dos figuras elementales que dominan el panorama historiográfico