Название | Escritos Federalistas |
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Автор произведения | Pierre Joseph Proudhon |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Básica de Bolsillo |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788446036265 |
Akal / Básica de bolsillo / 216
Serie pensamiento político
Director de la serie
Ramón Máiz
P.-J. Proudhon
Escritos federalistas
Introducción, traducción, revisión y notas de
Jorge Cagiao y Conde
Diseño cubierta: Sergio Ramírez
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© Ediciones Akal, S. A., 2011
Sector Foresta, 1
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Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
ISBN: 978-84-460-3626-5
Estudio introductorio
La fragmentación del soberano.
El federalismo de P.-J. Proudhon
Una necesaria introducción: leer y entender a Proudhon (y el federalismo) hoy
Muchas son las razones que en estos últimos años venían haciendo necesario, sobre todo en nuestro país, un retorno a la obra y reflexión de Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), uno de los principales teóricos del federalismo en el siglo XIX. Desde una perspectiva científica, esta vuelta a Proudhon se hacía necesaria para intentar explicar el verdadero significado –tantas veces pasado por alto– del pensamiento proudhoniano y romper así definitivamente con los numerosos errores y lugares comunes[1] que con el paso del tiempo se han ido instalando entre los estudiosos y que adornan ya hoy sin rubor alguno las páginas de no pocas obras influyentes e importantes sobre temas proudhonianos (socialismo, federalismo, nacionalismo, anarquismo, etc.), amén de otros diccionarios o enciclopedias especializados que por su elevado número y variedad sería tarea harto complicada intentar detallar aquí.
Por extraño que pueda parecer, tratándose de un autor tantas veces citado y glosado, de cuya obra se cree tener, además, un cabal conocimiento, es, sin duda, la cátedra del cliché una de las constantes que, hoy como ayer, caracterizan la recepción del pensamiento proudhoniano. Y es que, paradójicamente, a pesar de ser Proudhon una de las figuras más importantes del socialismo decimonónico europeo, a pesar de que sus bombazos literarios alcancen rápidamente un gran éxito, de que su nombre circule por talleres y clubs desde antes de la Revolución de 1848 –lo que le valdrá durante las jornadas revolucionarias de febrero la visita de cuatro obreros armados, que acudían a Proudhon en busca de su proyecto revolucionario…– y de que sus ideas sean retomadas más tarde, ya tras su muerte, por sectores que irán desde la derecha tradicionalista tipo Maurras a la izquierda más anarquizante de un Bakunin, a pesar de ser, pues, Proudhon uno de los socialistas más influyentes, leídos y comentados de su tiempo, el más audaz de los socialistas franceses, diría el propio Marx, no dejará por ello de ser en el fondo uno de los más desconocidos o incomprendidos, quizá el más oscuro de todos ante la opinión[2]. De hecho, no es en absoluto extraño ver al Proudhon más íntimo, el que encontramos en su correspondencia, lamentar la incomprensión –lo que él no dejará de achacar a la ceguera o mala fe de sus lectores– que generan sus escritos[3], e incluso es perceptible en su obra, con el paso de los años y los reveses que va a conocer, una mayor preocupación por hacer que sus ideas lleguen con más facilidad al lector, lo que le llevará en ocasiones a intentar simplificar o a dilatar más de la cuenta sus explicaciones, generalmente sin demasiada fortuna.
Resumiendo, puede decirse que si su afilada pluma y su poderosa y no menos desconcertante dialéctica le aseguraron de inmediato un extraordinario éxito y audiencia, gracias en parte a fórmulas impactantes (la propiedad es un robo, Dios es el mal, etc.), serán precisamente dichas fórmulas, asociadas a un carácter incomparablemente polémico (esa gota de mala sangre hereditaria de la que habla Proudhon en De la Justice dans la Révolution et dans l’Église)[4], las que, entendidas al pie de la letra, despojadas de la tensión dialéctica que anima toda su obra, lo acaben condenando ante la opinión y forjando la imagen de un Proudhon inconstante y contradictorio, enemigo del orden y de la propiedad, ateo, utopista, etc.; lugares comunes que la posteridad se encargará de compulsar y divulgar. No sin razón decía Bernard Voyenne, uno de los mejores conocedores de la obra de Proudhon, que «ese don de las fórmulas impactantes y provocadoras será, por suerte o desgracia, la marca del genio proudhoniano»[5]. A esto también habría que añadir, es cierto, una falta de sistematización bastante evidente en el francés, una de las notas más características en el pensamiento proudhoniano, que hace de su voluminosa obra (una treintena de libros, catorce volúmenes de correspondencia y seis de carnets) ciertamente una obra abierta, como precisamente la deseaba su autor, fiel en esto a su dialéctica serial o dialógica, pero precisamente por ello también una suerte de terreno pantanoso en el que es fácil perder el norte y enfangarse si no se acierta a dar con el hilo conductor que revela su sentido y coherencia. Este carácter abierto y asistemático de su pensamiento, al que Proudhon parece querer poner remedio (su deseo de resumirse para hacer frente a la incomprensión a la que aludimos más arriba) cuando sus fuerzas empiezan a flaquear y le abandonan definitivamente en 1865, con sólo cincuenta y cinco años de edad, será también el que facilite la posterior dispersión, desde lo que podríamos llamar hoy la extrema izquierda a la extrema derecha, y consiguiente desnaturalización de sus ideas.
Ahora bien, para comprender por qué el mensaje proudhoniano no es entendido correctamente ni llega hasta nosotros con fuerza y pertinencia, al margen de los indudables problemas que plantea el pensamiento proudhoniano en sí mismo (poca claridad expositiva, falta de sistematización, densidad de la obra, tendencia a la provocación, etc.), tampoco debemos obviar que la crítica abierta que hace Proudhon de los dos sistemas, liberalismo individualista y comunismo, que se imponen, el primero de ellos ya desde el siglo XIX, y van luego a monopolizar el debate de ideas en el siglo XX, contribuirá a silenciar el discurso del filósofo francés, a hacer que su obra caiga en el olvido y el desprestigio, lo cual no hará, obviamente, sino facilitar la consolidación de los estereotipos y lugares comunes que desde el primer momento pesan sobre el pensamiento proudhoniano.
Sea como fuere, lo que aquí interesa subrayar es que de la incomprensión o deficiente recepción que ha acompañado en nuestro país (y fuera de él) a la obra del filósofo francés tampoco se ha librado su federalismo[6]. Esto tenemos que atribuirlo fundamentalmente a dos factores, que conviene quizá explicar, siquiera brevemente[7], antes de ir más lejos.
El primero de ellos es el preponderante papel que Pi y Margall ha tenido en la recepción e introducción del pensamiento de Proudhon en España. Francisco Pi y Margall es, como se sabe, uno de los primeros pensadores españoles y, en cualquier caso, el más conocido y laureado, en hacer suya la crítica proudhoniana, algo que ya salta a la vista en La reacción y la Revolución (1854), obra de clara influencia proudhoniana (véase Idée générale de la Révolution au XIXe siècle, 1851), a la que seguirán, algunos años más tarde, ya durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), las traducciones de Pi y Margall de algunas de las obras importantes de Proudhon[8].