Название | El Tipo Perfecto |
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Автор произведения | Блейк Пирс |
Жанр | Современные детективы |
Серия | Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt |
Издательство | Современные детективы |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781640299955 |
“Jessie, si solo con hablar de esto te alteras de esta manera, ¿qué va a suceder cuando Crutchfield empiece a tocarte tus puntos flacos?”.
“No es lo mismo. Contigo no tengo que censurarme. Con él, soy una persona diferente. Soy profesional”, dijo Jessie, asegurándose de que su tono sonara más sobrio. “Estoy harta de ser una víctima y esto es algo tangible que puedo hacer para cambiar la dinámica. ¿Podrías considerarlo? Sé que tu recomendación es algo así como la llave de oro en esta ciudad”.
La doctora Lemmon se la quedó mirando fijamente durante unos segundos desde detrás de sus gruesas gafas, con mirada escrutadora.
“Veré qué puedo hacer”, dijo finalmente. “Hablando de llaves de oro, ¿ya has aceptado formalmente la invitación de la Academia Nacional del FBI?”.
“Todavía no. Todavía estoy pensando en las opciones que tengo”.
“Creo que podrías aprender muchísimo allí, Jessie. Y no te haría ningún mal tenerlo en tu currículum vitae cuando te pongas a buscar trabajo por aquí. Me preocupa que dejar pasar esto por alto pueda ser una forma de autosabotaje”.
“No es eso”, le aseguró Jessie. “Ya sé que es una gran oportunidad. Es solo que no estoy segura de que sea el momento ideal para largarme al otro lado del país durante casi tres meses. Todo mi mundo está en transición ahora mismo”.
Intentó alejar la agitación de su voz, pero podía sentir cómo hacía su aparición sigilosamente. Obviamente, la doctora Lemmon también se dio cuenta porque decidió cambiar de tema.
“Muy bien. Ahora que nos hemos hecho una imagen más clara de cómo van las cosas, me gustaría profundizar un poco más en algunas cuestiones. Si recuerdo bien, tu padre adoptivo vino hace poco hasta aquí para ayudarte a recomponerte. Quiero hablar un momento sobre cómo fue eso. Pero primero, hablemos de cómo te estás recuperando físicamente. Entiendo que acabas de tener tu última sesión de fisioterapia. ¿Cómo fue eso?”.
Los siguientes cuarenta y cinco minutos le hicieron sentir a Jessie como si fuera un tronco al que le estuvieran pelando la cubierta. Cuando se terminó, se alegró de marcharse, a pesar de que eso significara que su próxima parada era para reconfirmar que podría concebir hijos en el futuro. Después de casi una hora en que la doctora Lemmon le estuvo escudriñando su mente, imaginó que dejar que escudriñaran su cuerpo sería cosa de niños. Pero se equivocaba.
*
No era el toqueteo lo que le había provocado. Eran las consecuencias. La cita con el médico había sido de lo más normal. El médico le había confirmado que no había sufrido ningún daño permanente y le había asegurado que podría volver a concebir en el futuro. También le había dado luz verde para retomar la actividad sexual, una noción que sinceramente ni se le había pasado por la mente a Jessie desde que Kyle le atacara. El médico le dijo que, a no ser que surgiera algo inesperado, debería volver a la consulta para hacer un seguimiento en seis meses.
Fue cuando se encontraba en el ascensor de camino al aparcamiento, que perdió el control. No estaba del todo segura de por qué, pero sintió como si se estuviera cayendo dentro de un agujero oscuro en el suelo. Corrió hasta su coche y se sentó al volante, dejando que los violentos sollozos le sacudieran el cuerpo.
Y entonces, en medio de sus lágrimas, lo entendió. Había algo en lo definitivo de esta cita que le había impactado de lleno. No tenía que regresar en otros seis meses. Sería una visita normal. El estadio del embarazo de su vida había terminado, al menos para el futuro previsible.
Casi podía sentir cómo la puerta emocional le daba en las narices con un ruido estridente. Además de que su matrimonio hubiera terminado de la manera más sorprendente posible y de enterarse de que su padre el asesino, al que pensaba que había dejado atrás, estaba de vuelta en su presente, caer en la cuenta de que había tenido a un ser vivo dentro de ella y que ya no lo tenía resultaba demasiado que soportar.
Salió a toda pastilla del aparcamiento, con la visión borrosa por las lágrimas que le inundaban los ojos. Le daba igual. Le pisó fuerte al acelerador mientras conducía disparada por Robertson. Era media tarde y no había demasiado tráfico. Aun así, se metía de un carril a otro con salvaje despreocupación.
Por delante de ella, en un semáforo, vio un camión de mudanzas. Se puso a conducir a todo gas, y sintió cómo el cuello se le echaba hacia atrás al acelerar. El límite de velocidad eran treinta y cinco millas por hora, pero ella iba a cuarenta y cinco, después cincuenta y cinco, a más de sesenta. Estaba convencida de que, si le golpeaba al camión con bastante fuerza, todo su dolor se desvanecería en un instante.
Miró hacia su izquierda y mientras pasaba como un rayo, vio a una madre caminando por el pavimento con su bebé. La idea de que ese chiquitín fuera testigo de una masa de metal retorcido, fuego y ruido ensordecedor, y restos chamuscados le convenció en un instante de abandonar su misión.
Jessie pisó a fondo los frenos, deteniéndose de repente a un par de metros de la parte trasera del camión. Se metió al aparcamiento de la gasolinera que había a su derecha, aparcó, y apagó el motor del coche. Respiraba con dificultad y la adrenalina le recorría todo el cuerpo, haciendo que le temblaran los dedos de las manos y los pies hasta el punto de que le resultara incómodo.
Después de unos cinco minutos sentada allí sin moverse con los ojos cerrados, su pecho dejó de retumbar y su respiración volvió a la normalidad. Escuchó un zumbido y abrió los ojos. Era su teléfono. La identificación del remitente decía que se trataba del detective Ryan Hernández del L.A.P.D. Había hablado con ella durante su clase de criminología el semestre pasado, en la que ella le había impresionado con la manera de resolver un caso de estudio que él había presentado a la clase. También le había visitado en el hospital después de que Kyle tratara de matarla.
“Hola, hola”, se dijo Jessie en voz alta para sí misma, asegurándose de que su voz sonara normal. Bastante normal. Respondió a la llamada.
“Al habla Jessie”.
“Hola, señorita Hunt. Soy el Detective Ryan Hernández. ¿Te acuerdas de mí?”.
“Por supuesto”, dijo ella, encantada de sonar como su ser habitual. “¿Qué pasa?”.
“Sé que hace poco que te has graduado”, dijo él, con una voz que sonaba más dubitativa de lo que ella recordaba. “¿Ya tienes algún puesto asegurado?”.
“Todavía no”, respondió Jessie. “En este momento, estoy considerando mis opciones”.
“En ese caso, me gustaría hablarte sobre un trabajo”.
CAPÍTULO CUATRO
Una hora después, Jessie estaba sentada en la zona de recepción de la Comisaría de Policía de la Comunidad Central del Departamento de Policía de Los Ángeles, o como se le conocía habitualmente, la División del Centro, esperando a que saliera el detective Hernández a reunirse con ella. Se negó rotundamente volver a pensar en el incidente que casi le había llevado a chocar con un camión. Era demasiado como para procesarlo en este momento. En vez de ello, se enfocó en lo que estaba a punto de suceder.
Hernández había sido cauteloso durante la llamada, y le había dicho que no podía entrar en detalles—solo le dijo que se había abierto una vacante para un agente junior y que había pensado en ella. Le había pedido que viniera a hablarlo en persona ya que quería calibrar su interés antes de mencionárselo a los de arriba.
Mientras Jessie esperaba, intentó recordar lo que sabía sobre Hernández. Le había conocido ese otoño cuando él había visitado su programa de master en psicología forense para hablar de las aplicaciones prácticas de la criminología. Y resulta que, cuando era policía de uniforme, había contribuido de manera importante a atrapar a Bolton Crutchfield.
Durante la clase, había presentado un complicado caso de asesinato a los alumnos