La Esposa Perfecta . Блейк Пирс

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Название La Esposa Perfecta
Автор произведения Блейк Пирс
Жанр Современные детективы
Серия Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt
Издательство Современные детективы
Год выпуска 0
isbn 9781640296701



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extremo de la sala estaba lo más impresionante. Todo el lateral del club que daba al océano estaba compuesto de una ventana de cristal gigantesca, la mitad de ella por encima del nivel del agua, y la otra mitad por debajo. Dependiendo de donde se sentara uno, podía tener una vista del horizonte o de bancos de peces nadando bajo la superficie. Era espectacular.

      Les llevaron hasta una mesa grande en el nivel inferior, donde les esperaba un grupo de unas quince personas. Teddy y Mel hicieron las presentaciones de rigor, pero Jessie ni siquiera trató de memorizar los nombres. Le dijeron que había cuatro parejas, con unos siete niños entre todas ellas.

      En vez de eso, sonrió y asintió con cortesía a medida que cada una de ellas le asaltaba con más información de la que podía procesar.

      “Yo me dedico al marketing en las redes sociales,” le dijo alguien llamado Roger o Richard. Se movía con nerviosismo todo el tiempo y se metía el dedo a la nariz cuando pensaba que no había nadie mirándole.

      “Estamos seleccionando moquetas para la pared en este momento,” dijo la mujer sentada junto a él, una morena con mechas rubias en su pelo que a lo mejor era su mujer, pero que, sin duda alguna, le estaba echando miradas de deseo al tipo moreno al otro lado de la mesa.

      Continuó así. Mel le presentaba a alguien, Jessie no intentaba memorizar su nombre de verdad, y en vez de eso, trataba de deducir algo sobre su verdadero carácter basándose en su aspecto, lenguaje corporal, y estilo verbal. Era una especie de juego, uno que utilizaba a menudo en situaciones incómodas.

      Después de las presentaciones, entraron otras dos jovencitas muy guapas a recoger a los niños, incluido Daughton, para llevárselos a la Cueva del Pirata, que una de las esposas le dijo era el nombre de la zona de diversión infantil. Jessie asumió que debía de estar muy bien porque todos los niños se marcharon sin señal alguna de ansiedad por la separación.

      Cuando se hubieron ido, la comida procedió más o menos como le había advertido Mel. Dos mujeres que, o eran gemelas o tenían aspecto tan similar que lo podrían haber sido, contaron una historia sobre un campamento de verano que principalmente se trataba de la horrible voz de canto del que lideraba las alabanzas.

      “Sonaba como si estuviera a punto de dar a luz,” decía una de ellas mientras la otra se reía a carcajadas dándole la razón. En la medida que les prestaba atención, Jessie se perdió mientras se interrumpían y se imponían la una a la otra de manera interminable.

      Un chico con un sorprendente pelo largo y rizado y una pajarita con la que estaba demasiado embelesado relataba los detalles de un partido de hockey al que había ido la primavera pasada. Solo que no había nada memorable sobre ello. La historia entera de cinco minutos solo era sobre quién metió los goles. Jessie seguía esperando algún giro en la historia, como cuando se ha arrojado un pulpo a la pista de hielo o algún fan ha saltado la barrera. Pero no hubo ninguno.

      “De todos modos, fue un partido increíble,” concluyó finalmente, momento en el que ella supo que era su turno de sonreír con admiración.

      “Mejor. Historia. Del. Mundo,” dijo Mel con sequedad, proporcionándole a Jessie el único momento satisfactorio que había disfrutado y algo así como un soplo de aire fresco.

      Una gran parte de la conversación se consumió hablando de varios eventos que iban a tener lugar próximamente en el club, entre ellos el baile de Halloween, la Fiesta para Llevar los Barcos (fuera lo que fuera) y el Baile de las Vacaciones.

      “Qué es eso de Llevar los…” comenzó a preguntar antes de ser interrumpida por los gritos de la mujer que estaba sentada dos sitios más abajo cuando una camarera tiró un vaso de agua, dejando caer unas gotas sobre ella.

      “Zorra,” murmuró demasiado alto después de que se fuera la camarera. Poco después, todos los hombres se levantaron, besaron a sus esposas, y se despidieron. Kyle le lanzó a Jessie una mirada de perplejidad, pero les siguió sin decir nada.

      “¿Supongo que te veré más tarde?” le preguntó más que decirle.

      Ella asintió con cortesía, aunque estaba igual de confundida. Parecía que estuvieran en esa escena de Titanic, en la que todos los hombres se iban después de la cena para hablar de negocios y política tomando brandy en la sala de fumar.

      Jessie observó cómo paseaban los hombres entre las mesas hasta llegar a la puerta de madera ornamentada que había al rincón de la sala, delante de la que había un hombre muy serio parado. Tenía el aspecto de un portero de club nocturno, solo que este llevaba puesto un esmoquin. Cuando los chicos de su mesa se acercaron, se echó a un lado para dejarles pasar. Dio la impresión de echarle una mirada escéptica a Kyle hasta que Teddy le murmuró algo. El portero asintió y le sonrió a Kyle.

      El resto del almuerzo se pasó en un santiamén. Como había prometido Mel, la conversación se centró en los niños y en los niños por llegar, ya que al menos dos de las mujeres en el grupo estaban claramente embarazadas.

      “Me estoy preparando para darle una bofetada al próximo barista que me eche miraditas mientras estoy dándole el pecho,” dijo alguien llamado Katlyn o Kaitlyn. “Fui demasiado tolerante después de que naciera Warner.”

      “Amenaza con una demanda legal,” dijo la Morena de Mechas Rubias. “Yo lo hice y conseguí un certificado de cien dólares como disculpa. Lo mejor de todo es que nadie había hecho nada malo. Solamente me quejé de un ‘entorno de incomodidad.’”

      Jessie era la única que no era madre de toda la mesa, pero intentó unirse a la charla, haciendo preguntas educadas sobre la escuela primaria local (“un basurero”) frente a la privada a la que parecían ir todos sus hijos.

      Mientras Jessie escuchaba los desacuerdos sobre la mejor guardería o las opciones de preescolar y el consenso general sobre el mejor supermercado, sintió como su mente divagaba. Se pellizcó por debajo de la mesa unas cuantas veces cuando se enunciaron opiniones sobre las mejores iglesias, el mejor gimnasio local, y dónde encontrar el mejor vestido para el Baile de Vacaciones.

      Sin embargo, dejó de intentar seguir quién estaba diciendo qué, o incluso de ofrecer afirmaciones sosas, y se metió en el papel de observadora pasiva, como si estuviera observando el comportamiento social de alguna especie exótica en plena naturaleza.

      ¿Es esta la vida con la que me he comprometido? ¿Almuerzos con damas que se enfocan en qué gimnasio tiene la mejor clase de spin? ¿Es este el mundo por el que Kyle ha estado trepando y del que quiere llegar a formar parte? Si es así, que me maten ahora mismo.

      En algún momento, se dio cuenta de que Mel le estaba dando un golpecito en el hombro para decirle que el almuerzo se había terminado y que tenía que pasar a recoger a Daughton. Por lo visto, Teddy y Kyle se encontrarían con ellas en la recepción.

      Jessie asintió, se despidió con elegancia de las mujeres cuyos nombres no podía recordar, y siguió sin pensar a Mel hasta la Cueva del Pirata. Se sentía desorientada y agotada, y solo quería regresar a casa, darse un baño, tomar una copa de vino, e irse a dormir. Echó una ojeada a su reloj y le sorprendió descubrir que no era ni la una del mediodía.

      *

      No consiguió distenderse hasta horas más tarde. Después del camino de regreso al hogar de los Carlisle y el rato obligatorio que pasaron allí, acabaron por irse a su casa, aunque no sin pasar antes por Costco para comprar productos básicos. Jessie se imaginó las caras de desaprobación que pondrían sus compañeras de almuerzo.

      Más tarde esa misma noche, mientras ella se refrescaba la cara y Kyle se lavaba los dientes, se habían recuperado lo suficiente como para hacer una breve puesta en común del día.

      “¿Qué pasó en la sala secreta a la que te fuiste?” le preguntó. “¿Te hicieron quitarte la ropa hasta quedarte en calzoncillos y te dieron diez latigazos?”

      “La verdad es que estaba un poco preocupado de lo que pudiera haber detrás de esa puerta,” admitió Kyle mientras pasaban al dormitorio. “Pero resulta que solo se trataba de un bar para deportes muy bien equipado. Tenían los partidos en