Deseada . Морган Райс

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Название Deseada
Автор произведения Морган Райс
Жанр Героическая фантастика
Серия Diario de un Vampiro
Издательство Героическая фантастика
Год выпуска 0
isbn 9781632911155



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Sam comenzó a protestar, pero en ese momento, un conjunto enorme de puertas dobles se abrió ante ellos.

      Un séquito de miembros de la realeza entró de repente rodeando a una mujer, a quien llevaban en un trono real.

      Cuando la posaron sobre el piso, Polly se inclinó, haciendo un gesto para que Sam hiciera lo mismo. Él lo hizo.

      Una mujer, quien sólo podría ser María Antonieta, lentamente se bajó, dio varios pasos hacia ellos, y se detuvo justo frente a Sam y le hizo un gesto para que se levantase. Él lo hizo.

      Miró a Sam de arriba hacia abajo, como si fuera su objeto de interés.

      "Así que tú eres el chico nuevo", dijo ella, inexpresiva. Sus ojos verdes ardían con una intensidad que Sam nunca había visto antes y , de hecho, pudo sentir de que ella era uno de los suyos.

      Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, ella asintió con la cabeza. "Interesante".

      Entonces, pasó por delante de ellos y su comitiva la siguió rápidamente.

      Pero una persona se quedó atrás, claramente uno de los miembros de la realeza. Ella parecía tener unos 17 años y estaba vestida de pies a cabeza en un azul real, con un vestido de terciopelo. Tenía la piel más bella que Sam había visto jamás, cabello largo, rubio y rizado, y penetrantes ojos color aguamarina. Ella fijó sus ojos directamente en Sam.

      Él se sentía impotente ante su mirada, incapaz de mirar hacia otro lugar.

      Era la chica más hermosa que nunca había visto.

      Después de varios segundos, ella dio un paso adelante y quedó aún más cerca de los ojos de Sam. Extendió la mano con la palma hacia abajo, esperando que él la besara. Se movía lentamente, con orgullo.

      Sam le tomó la mano y quedó electrificado al tocar su piel. Tomó sus dedos y los besó.

      "¿Polly?", dijo la niña. "¿No vas a presentarnos?"

      No era una pregunta. Era una orden.

      De mala gana, Polly se aclaró la garganta.

      "Kendra, Sam," dijo ella. "Sam, Kendra."

      Kendra, pensó Sam, mirándola fijamente a los ojos, sorprendido por la agresividad con la que ella le devolvió la mirada, como si él ya fuera de su propiedad.

      "Sam", repitió ella, sonriendo. "Un poco simple. Pero me gusta."

      CAPÍTULO SEIS

      Kyle rompió el sarcófago de piedra con un solo golpe. El sarcófago se estrelló en un millón de bits y él salió de pie, listo para la acción.

      Giró y miró a su alrededor, listo para pelear contra cualquiera que se le acercara. De hecho, tenía la esperanza de que alguien se le acercara para poder pelear. Este viaje en el tiempo había sido particularmente molesto, y estaba más que dispuesto a volcar su ira sobre alguien.

      Pero, para su decepción, la cámara estaba vacía. Estaba sólo él.

      Poco a poco, su rabia comenzó a enfriarse. Al menos había aterrizado en el lugar correcto, ya lo  podía sentir, y en el momento adecuado. Sabía que era un veterano de los viajes en el tiempo más que Caitlin, y podría decidir su ubicación más fácilmente. Miró a su alrededor y, para su satisfacción, vio que había aterrizado exactamente donde había querido: Les Invalides.

      Les Invalides era un lugar que siempre había amado, que había sido muy importante para los más malvados de su especie. Un mausoleo, bajo tierra, que estaba hecho de mármol, bellamente adornado, con sarcófagos adosados a sus paredes. El edificio tenía una forma cilíndrica, con un altísimo techo de cien pies que culminaba en una cúpula. Era un lugar sombrío, el lugar de descanso ideal para todos los soldados de élite de Francia. También era el lugar, Kyle lo sabía, donde Napoleón, sería enterrado un día.

      Pero todavía no. Sólo era 1789 y Napoleón, ese pequeño bastardo, todavía estaba vivo. Era uno de los favoritos de Kyle de su misma especie. Kyle se dio cuenta que en ese momento él tenía unos 20 años y estaba comenzando su carrera. Faltaba algo de tiempo para que fuera enterrado allí. Por supuesto, siendo de su raza, el entierro de Napoleón era sólo un truco, era sólo una manera de dejar que las masas humanas pensaran que él era uno de los suyos.

      Kyle sonrió al pensar en ello. Allí estaba él, en el lugar de descanso final de Napoleón, antes de que Napoleón hubiera "muerto." Esperaba volver a verlo para rememorar los viejos tiempos. Él era, después de todo, una de las pocas personas de su especie que Kyle respetaba un poco. Pero también era un pequeño bastardo arrogante. Kyle necesitaba darle una bofetada para ponerlo en su lugar.

      Kyle caminó lentamente sobre el suelo de mármol, sus pisadas hacían eco, mientras se examinaba. Se había visto mejor. Había perdido un ojo gracias a ese pequeño niño horrible, el hijo de Caleb, y su rostro aún estaba desfigurado por lo que Rexius le había hecho cuando regresó a Nueva York. Si eso no fuera suficiente, ahora tenía una gran herida en la mejilla por  la lanza que Sam le había lanzado en el Coliseo. Era una ruina, lo sabía.

      Pero también le gustaba un poco. Él era un superviviente. Estaba vivo y nadie había sido capaz de detenerlo. Y estaba más loco que nunca. No sólo estaba decidido a evitar que Caitlin y Caleb  encontraran el Escudo, sino ahora estaba decidido a hacerlos pagar. Hacerlos sufrir, tal como él había sufrido. Sam estaba en su lista ahora, también. Los tres -no se detendría ante nada hasta que los torturara lentamente.

      Con unos pocos pasos, Kyle subió por la escalera de mármol hacia el nivel superior de la tumba. Dio una vuelta alrededor y caminó al final de la capilla bajo la enorme cúpula hasta llegar detrás del altar. Sintió su pared de piedra caliza, estaba buscando algo.

      Finalmente, encontró lo que estaba buscando. Empujó un pestillo oculto, y se abrió un compartimiento secreto. Metió la mano y sacó una espada larga de plata, su empuñadura tenía incrustaciones de joyas. La sostuvo contra la luz y la examinó con satisfacción. Era tal como la  recordaba.

      Se la atravesó detrás de su la espalda, se volvió y se dirigió por el pasillo hacia la puerta principal. Se echó hacia atrás, y con una patada enorme, la gran puerta de roble salió volando de sus bisagras, desplomándose y haciendo un eco en todo el edificio vacío. Kyle se sintió satisfecho de que le hubiera regresado toda su fuerza.

      Kyle vio que aún era de noche, y se relajó. Si quería, podía volar a través de la noche directamente a su objetivo -pero quería saborear su estancia allí. París en 1789 era un lugar especial. Todavía estaba, recordó, lleno de prostitutas, alcohólicos, jugadores, criminales. A pesar de su buena apariencia y de su arquitectura, tenía un bajo vientre que era largo y ancho. A él le encantaba. La ciudad era toda suya.

      Con los ojos cerrados, Kyle alzó la barbilla, escuchaba, sentía. Podía percibir con fuerza la presencia de Caitlin en esta ciudad. Y la de Caleb. Sam, de él no estaba tan seguro, pero sabía que al menos dos de ellos estaban allí. Eso era algo bueno. Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarlos. Llegaría sobre ellos por sorpresa y, imaginó, lo mataría con bastante facilidad. París era un lugar mucho más simple. No había gran Consejo de vampiros como en Roma, al que tenía que obedecer. Mejor aún, había una fuerte cofradía malvada allí, dirigida por Napoleón. Y Napoleón le debía favores.

      Kyle decidió que su primera tarea sería localizar al enano para que le devolviera el favor. Enlistaría a todos los hombres de Napoleón para localizar a Caitlin y Caleb. Sabía que los hombres de Napoleón podrían ser útiles si encontraba resistencia. En esta ocasión, no dejaría nada librado al azar.

      Pero aún tenía tiempo. Podría alimentarse en primer lugar, y asentar sus dos pies en el suelo. Además, su plan ya estaba en marcha. Antes de dejar Roma, había rastreado a su viejo compañero, Sergei, y lo había enviado a París. Si todo había salido según lo planeado, Sergei ya estaba allí trabajando duro para ejecutar su misión, infiltrándose en la cofradía de Aiden. Kyle sonrió con satisfacción. No había nada que le gustara más que un traidor, una pequeña comadreja como Sergei. Se había convertido en un juguete muy  útil.

      Kyle bajó por las escaleras como