Название | Counselling humanista |
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Автор произведения | José Carlos Bermejo Higuera |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | Vida Plena |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788428562034 |
Ser rico en humanidad consiste en restituir la plena dignidad y la igualdad de derechos a cualquier persona que se vea en dificultades y no pueda participar plenamente en la vida social. La riqueza de humanidad es un compromiso con las capas débiles y los sujetos frágiles, que finalmente configura la propia personalidad. Quien tiene la cualidad de la humanidad mira, siente, ama y sueña de una manera especial. La riqueza de humanidad transforma y cualifica la propia sensibilidad personal: no mira para poseer, sino para compartir la mirada; y, en lugar de creer que el individualismo posesivo es la última palabra, piensa que solo la sociedad cooperativa, convivencial y participativa es digna de ser deseada.
La conocida segunda formulación del principio categórico de Kant es evocada como «principio de humanidad». Dice así: «Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza».
La pre-ocupación por el otro vulnerable constituye la fuerza motora de la humanización. Ya no solo es ocuparse de él aquí y ahora, sino anticipar esta ocupación, pensar en él, prever sus necesidades; en definitiva, ocuparse con antelación. Y esto es, precisamente, preocuparse. Esta preocupación por el otro puede articularse de una doble manera: el cuidado competente y el cuidado personal. Gabriel Marcel diría que «lo humano no es verdaderamente humano más que allí donde está sostenido por la armadura incorruptible de lo sagrado. Si falta esta armadura se descompone y perece».
Humanizar los cuidados
Humanizar el mundo de la salud es un proceso complejo que comprende todas las dimensiones de la persona y que va desde la política hasta la cultura, la organización sanitaria, la formación de los profesionales de la salud, el desarrollo de planes de cuidados, etc.
En el mundo sanitario, «humanizar» significa hacer referencia al hombre en todo lo que se realiza para promover y proteger la salud, curar las enfermedades y garantizar un ambiente que favorezca una vida sana y armoniosa a nivel físico, emotivo, social y espiritual.
En los ambientes de salud se habla más humanamente del hombre cuando los cuidados suministrados, a todos los niveles, revelan a las personas devastadas por la enfermedad, física o mental, la palabra más fundamental que puede pronunciarse: «Tú eres una persona». Decir esta palabra que «humaniza», que da «significado» a un ser fácilmente condenado a la insignificancia, compromete a la comunidad no solo a nivel teórico, sino también, y en primer lugar, a nivel de las actitudes de fondo.
La humanización a introducir en la práctica sanitaria es más radical que la simple recuperación de los aspectos filantrópicos que hay que tener en cuenta, o que la cualificación de las relaciones profesionales, y va más allá de la competencia profesional en la relación con el enfermo y la familia.
Un primer aspecto humanizador de la salud se centra en el respeto a la unicidad de cada persona. Cada persona es irrepetible, no puede ser generalizada, y responde con un estilo propio a las crisis de la vida. El peligro es que todo el tiempo sea absorbido por la enfermedad y que no quede nada para las personas. En segundo lugar, el contacto debe intentar reconocer el protagonismo de los pacientes y familiares en los procesos de salud. Para convertirse en protagonista, al enfermo hay que ayudarle a comprender su situación con una información clara y precisa. Además, para poder asumir responsabilidades, el enfermo tiene derecho a conocer las opciones terapéuticas disponibles; de lo contrario, solo desempeñará un papel pasivo de dependencia.
Humanización y relaciones de calidad
Con frecuencia hablamos de la importancia del concepto de «calidad de vida», vinculado con el de «dignidad de la vida humana». Atender a la calidad de vida es una exigencia moral innegable, si con ello nos referimos a cualquier tipo de acción orientada a crear condiciones más favorables para la expansión y desarrollo de cualquier ser humano... Una comprensión global de la calidad de vida que mire a las condiciones de vida que responden a la dignidad humana para el mayor número posible de personas merece una consideración moral seria.
La calidad de vida nos hace referir la vida, verla de manera comparativa consigo misma en otras circunstancias o con otros. Por eso, humanizar las relaciones es parte del principio de responsabilidad al que se refiere Hans Jonas.
La responsabilidad ha de extenderse a todos los seres humanos, porque, hemos de decirlo, también los más débiles tienen el peligro de plegarse ante las dinámicas perversas que los esclavizan o que los hacen objetos, en lugar de sujetos de su propia historia. Los frágiles, los enfermos, los pobres deben pasar de la resignación y pasividad a la confianza en sí mismos y a la colaboración solidaria en el camino a la salud. El individualismo puede ser también en ellos el peor enemigo para su sanación. Todos los hombres y mujeres, todos los pueblos, sanos y enfermos, incluidos los más débiles, tienen derecho a ser sujetos activos y responsables en el desarrollo de sí mismos y de la creación entera.
Humanizar la vida cuando esta se presenta en situaciones de precariedad significa, ante todo, comprometerse a erradicar las injusticias, sus causas y sus consecuencias, las condiciones no saludables –en cualquiera de las dimensiones de la persona–, a vivir los límites de la naturaleza responsabilizándose al máximo de la propia historia y de la de los semejantes. También en situaciones de extrema precariedad, como nos ha ayudado a tomar conciencia Viktor Frankl, se puede ser libre y responsable en medio de la esclavitud.
En el mundo de la acción social y de la salud, donde nos encontramos con la dignidad humana que nos interpela presentándose vulnerable y precaria, la humanización consistirá en promover al máximo la responsabilidad en los procesos de integración y de salud, evitando que las relaciones de ayuda se conviertan en intervenciones paternalistas y sustitutorias allí donde la responsabilidad del individuo pueda participar –en mayor o menor medida– en la lucha por la dignidad no solo como algo debido, sino también como algo conquistado.
De ahí que haya tantas situaciones que denunciar y que interpelan las relaciones interpersonales en la práctica sanitaria, que necesita humanizarse no solo en clave de cordialidad y ternura, sino en clave de verdadero respeto de los derechos de todos los seres humanos en virtud de su dignidad. Hablar de humanización es también hablar de derechos; sin duda, también del derecho a una relación de ayuda adecuada a la situación de cada uno. Es aquí donde el counselling y la humanización se encuentran, porque este último permite personalizar y atender a cada persona promoviendo su dignidad más intrínseca.
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Relación centrada en la persona
El caso de la 2329, el hígado de la 2,
la hemoglobina de la 8, el timbre de la 16 y dale y dale.
Por más que en todos los congresos de salud y de intervención social
se hable de la necesidad de personalizar y humanizar la atención
a las personas, seguimos anclados en dinamismos
que no favorecen una consideración integral de la persona.
Voces reiteradas en diferentes lugares del mundo reivindican un
modelo de atención centrado en la persona, tanto en la enfermedad
como en la dependencia o en la intervención social en general.
¿Conseguiremos realizar los cambios necesarios para promover una medicina centrada en la persona? ¿La atención a la dependencia superará viejos modelos de atención individualizada, pero al fin y al cabo seriada, porque es igual para todos en cuestiones de hospitalidad, de institucionalización, de normas de funcionamiento y protocolos? ¿Estamos realmente en camino? ¿No habíamos empezado con el surgimiento de la psicología humanista y con el desarrollo de la psicología positiva y los movimientos en torno al holismo y al counselling?
Los significados
Hay