Wittgenstein y la estética. Jacques Bouveresse

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Название Wittgenstein y la estética
Автор произведения Jacques Bouveresse
Жанр Документальная литература
Серия Estètica&Crítica
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788437093741



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(como inefable) de los términos en que antes era considerada la solución (como decible). Es más, en 6.54 parece que la solución consiste en ese mismo gesto de reconocer la inefabilidad de la solución, que disipa el problema. Pero, sin embargo, esa simultaneidad que hace coincidir la solución del problema con su disolución todavía no es efectiva en la filosofía del Wittgenstein del T.L.P. : en primer lugar, porque la solución que, desde el comienzo, se propone el T.L.P. es la vieja concepción de la solución (como decible) y por eso la decibilidad acaba siendo una paradoja fatal al final del T.L.P. (¿cómo ha podido decir lo que es indecible?, o aún, ¿cuál es el status de su discurso?); el símil de la escalera no cierra el problema. En segundo lugar, porque el mostrar está fatalmente encorsetado por su oposición al decir (un decir estrictamente planteado como el decir de las proposiciones de la ciencia natural): no hay un lugar para el discurso del T.L.P. ni en el decir ni en el mostrar. Por eso el símil de la escalera mantiene una idea de sucesividad y no de simultaneidad: hay que tirar la escalera después de haber subido.

      Lo que importa es que, a pesar de la panoplia de términos que expresan claridad en el T.L.P., el término que mejor caracteriza la idea de “claridad” que se desprende del primer Wittgenstein es Aufklärung (el sustantivo de aufklären), y ello aplicando un matiz muy particular al sentido en que el profesor J. Bouveresse dice que Wittgenstein es un “Aufklärer” (aunque nada naïf). Es evidente que aquí el término Aufklärung es usado también en conexión con su acepción más estrictamente histórica: la “Aufklärung” (Ilustración) alemana, marcada ya en su cuna por las tensiones entre el “Sapere aude! ” kantiano, las prevenciones de Moses Mendelssohn en “Über die Frage: was heisst aufklären?” y el pietismo metodizador de Christian Wolff. Para el profesor Bouveresse, Wittgenstein es un racionalista militante (con una conciencia aguda de los límites de la racionalidad), enfrentado a dos tipos de mitologías: la del racionalismo ingenuo (la ideología del positivismo, el cientifismo humanitarista y progresista del Círculo de Viena, o la antropología de Frazer), por una parte, y el irracionalismo, por otra.

      Pero nosotros vamos a acogernos a una acepción más etimológica de Aufklärung para caracterizar la idea de claridad del primer Wittgenstein: por una parte, aufklären significa “esclarecer”, pero también “abrir los ojos” y “reconocer”. Lo importante es cómo aufklären expresa la idea de una iluminación general (o mejor, total), sin restricciones temporales, de un “estadio” de visión que se encuentra al final de la actividad filosófico-vital (una actividad que, especialmente en el primer Wittgenstein y, más aún, en sus Diarios, aparece como un trabajo (lat. tripalium), y cuyo nirvana sólo puede ser la claridad). Del mismo modo, la filosofía ha sido esclarecida en el T.L.P., y lo ha sido total y definitivamente; la filosofía ha acabado porque su fin ha sido realizado, pero también porque su fin ha resultado ser el callarse.

      Veamos ahora cómo aparece expresada la idea de “claridad” del segundo Wittgenstein. En las Observaciones podemos encontrar algunas proposiciones donde aparece el término Klarheit (claridad), refiriéndose a la “civilización occidental del progreso”. Es bastante razonable pensar que aquí hay una alusión implícita al modo de discurso de la ciencia, pero también a su contaminación (mitológica) de todo discurso típico de la civilización occidental del progreso (incluyendo el discurso filosófico); la claridad es sólo un medio para perpetuar la vigencia del mitologema. Para Wittgenstein, como venimos viendo, la claridad sigue siendo (a lo largo de todo su pensamiento, con matices particulares) el fin de la filosofía y un fin en sí mismo.

      En el segundo Wittgenstein la claridad no es un absoluto en su exterior (no es un fin “definitivo”, valga la redundancia, en el sentido más hegeliano posible), pero lleva internalizado el absoluto: “Pues la claridad a la que aspiramos es en verdad completa (vollkommene Klarheit). Pero esto sólo quiere decir que los problemas filosóficos deben desaparecer completamente (vollkommen).” (PU., párr. 133). Cada detenimiento de la filosofía sólo puede ser honrado (valeroso, Mut), completo, (y, en cierto modo, definitivo), aunque, en general, seamos conscientes de que surgirán nuevas perplejidades, nuevos “conceptos” y nuevos “empleos” que no encajan. Por eso la claridad, en el segundo Wittgenstein, es un concepto ligado a la consciencia de la perennidad de los “mundos” y las “culturas” (Observaciones, p. 22, 27, 82, etc.), y, por tanto, también de “su mundo”, del que, sin embargo, nunca logró salir (especialmente en cuestión de preferencias artísticas).

      En las Observaciones, p. 43, Wittgenstein liga la idea de claridad con otra idea importantísima, a saber, la idea de coraje (Mut), a propósito del busto de muchacha que Wittgenstein modeló en el taller del escultor Drobil. La actividad de esclarecimiento debe ser llevada con coraje (“Todo lo que he hecho es entregarme inmediatamente con pasión a mi trabajo de clarificación (Klärungswerk)”, dice un párrafo antes, a propósito de su falta de originalidad y su deuda con otros pensadores). Por eso la claridad internaliza constitutivamente el absoluto; por eso “la claridad a la que aspiramos es en verdad completa” y, sin embargo, eso sólo quiere decir (lo que puede ser interpretado como una advertencia frente al sentido de absoluto externo de la claridad del T.L.P.) que los problemas filosóficos deben desaparecer completamente. Por eso el “ver claro” no puede ser fruto de un simple acto de “voluntarismo” (por intenso que sea), sino que exige un auténtico coraje , con todo lo que eso supone: abandonar la lengua en que nos hallábamos instalados, pero no por un rapto voluntarista, sino porque nos hallamos, de algún modo, desestabilizados en nuestro antiguo lenguaje por la comezón, el prurito, de la perplejidad. Aspiramos a la claridad porque nos hallamos sumidos en la confusión (ese funk conquered de las Observaciones, p. 76). De ahí que el valor no pueda ser forzado, se tiene o no se tiene (no podemos “tirar del grano para hacerlo brotar”, Observaciones, p. 81). Pero

      Si un pensamiento equivocado se expresa de modo audaz y claro (kühn und klar ), ya se ha ganado mucho. (Observaciones, p. 133)

      donde kühn (atrevido, audaz) nos remite indudablemente a la idea de valor (Mut). La búsqueda de la claridad con valor no lleva automáticamente a la verdad; ¿cómo encajar la introducción, por parte de Wittgenstein, del término “verdad” en la particular hermenéutica de la claridad? La claridad es un fin en sí mismo (por eso, aun a riesgo de estar equivocados, hemos de mantener la actitud de claridad y valentía), pero no es un criterio de verdad. En Wittgenstein, la naturaleza y el lugar de la “verdad” van ligados inevitablemente a la naturaleza del lenguaje (y, por tanto, al papel de la gramática, del acuerdo, etc...).

      Por otra parte, la diferencia entre el “mirar que ve claro” y la mirada mantenida que no ve nada recuerda enormemente a la diferencia entre leer el periódico y fingir que se lee el periódico (mirando atentamente sus páginas y moviendo los labios, por ejemplo -PU., párr. 165-170): aquí como allí no puede haber un criterio diferencial absoluto, ni introspectiva ni experimentalmente (en el sentido psicologista-cientifista), sino que empleamos “leer” (como “ver claro”) “para una familia de casos. Y bajo diferentes circunstancias aplicamos diferentes criterios para decir que alguien lee” (PU, párr. 164). Así es como el discurso wittgensteiniano no es filosofía del lenguaje, puesto que se sabe sometido a las condiciones mismas del lenguaje.

      De otro lado, la noción de claridad en el segundo Wittgenstein está vinculada a dos campos de ideas: el de la llamada “representación perspicua o sinóptica” (übersichtliche Darstellung ) y el de la percepción de figuras ambiguas. De nuevo, en los términos que el segundo Wittgenstein emplea para expresar la claridad encontramos resonancias etimológicas interesantes: übersehen (“abarcar con la vista”), donde el prefijo über- (“sobre”, “desde arriba”) es perfectamente equiparable (semánticamente) al auf-del primer Wittgenstein, y sichten (“avistar”, “divisar”, pero también “ordenar”, “clasificar”). En el ámbito de la representación perspicua o sinóptica, el concepto de claridad se vuelve más espacial (“buena disposición”), pero la representación “clara” de cada uno de los casos es relativa al resto