Compañero Presidente. Mario Amorós Quiles

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Название Compañero Presidente
Автор произведения Mario Amorós Quiles
Жанр Документальная литература
Серия Oberta
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788437084350



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un verdadero punto de inflexión. En febrero de 1953 se celebró el congreso fundacional de la Central Única de Trabajadores (CUT), que unió a los trabajadores de filiación comunista, socialista, socialcristiana, radical y anarquista (Moulian, 2006: 180-182), y también aquel año el Partido Socialista Popular puso fin a su colaboración con Ibáñez. En 1956 se fundó el Frente de Acción Popular, en 1957 el socialismo se reunificó y en 1958 Allende se quedó a treinta mil votos de La Moneda y la izquierda se confirmó como una alternativa de poder, cuatro meses antes de que los guerrilleros de Sierra Maestra entraran en La Habana y cambiaran la historia de América Latina.

      En octubre de aquel año, Allende ejecutó otra de las maniobras que le reportó reconocimiento por su capacidad para leer el escenario político y actuar en consecuencia: su proverbial y reconocida «muñeca política». En unas elecciones parciales para elegir un senador, propuso que el Frente del Pueblo se aliara con toda la oposición a Ibáñez, incluidos los conservadores y los liberales, detrás de la candidatura del socialista Luis Quinteros Tricot, y desnudar así la naturaleza reaccionaria del ibañismo. Meses después reeditó la operación al apoyar la candidatura a diputado de Rafael Agustín Gumucio (destacado dirigente socialcristiano) frente a Clodomiro Almeyda. En aquellos días Osvaldo Puccio le planteó sus dudas (1985: 36):

      En estas campañas electorales tuve algunas dudas respecto a la política de alianza propuesta por Allende. ¿No estaríamos creando un desconcierto ideológico en la mente de los compañeros al trabajar con sectores de la reacción? Yo pensé, en ese entonces, si no era preferible que nosotros levantáramos un candidato propio, con el cual perdiéramos la elección, pero hiciéramos claridad política. Allende me escuchó y me dijo que yo no le decía nada nuevo. Realmente existía el peligro, siempre y cuando las razones por las cuales se estaba haciendo esta alianza con los sectores de la burguesía no fueran razones de raíces políticas más profundas, y me explicó que lo que él buscaba con esto era despegar del árbol de Ibáñez a los sectores proletarios que aún estaban con él.

      La única forma de hacerlo era golpeándolos. Me dijo: «Nosotros tenemos que recuperar de ahí sectores como los socialistas populares, los sectores obreros, que tiene muchos; Ibáñez tiene una gran masa obrera que está engañada. Y nosotros, con una alianza como la que hacemos, le demostramos a esa masa obrera que triunfos electorales se pueden conseguir con la derecha, pero que no se pueden conseguir conquistas políticas. Lo que tenemos que hacer es unirnos, unir el proletariado, unir a los partidos de la clase obrera y así vamos a obtener grandes triunfos políticos y no sólo triunfos electorales».

      La ruptura con el ibañismo condujo al PSP de manera irremisible al entendimiento con las fuerzas que integraban el Frente del Pueblo. El 1 de marzo de 1956, los dos partidos socialistas, el comunista Partido del Trabajo, el Partido Demócrata del Pueblo y el Partido Democrático, con la participación desde la clandestinidad del Partido Comunista, suscribieron el Acta de Constitución del Frente de Acción Popular (FRAP) y eligieron como su presidente a Salvador Allende. El FRAP levantó un programa «antiimperialista, antioligárquico y antifeudal dirigido a la emancipación del país, al desarrollo industrial, a la eliminación de las formas precapitalistas de la explotación agraria, al perfeccionamiento de las instituciones democráticas y a la planificación del sistema productivo con vistas al interés de la colectividad y a la satisfacción de las necesidades básicas de los trabajadores».

      Si la composición del FRAP se correspondía con las tesis del Frente de Trabajadores, su política y su programa se acercaron más a la línea comunista. En las elecciones municipales de abril la izquierda alcanzó 130.000 votos y eligió 248 concejales.

      El 4 de diciembre 1956 Salvador Allende destacó en el Senado la trascendencia del proceso de unidad de la izquierda (Martner, 1992: 188-191):

      Nosotros creemos que ha llegado la hora de que los partidos auténticamente populares creen una conciencia cívica capaz de brindarle a Chile una salida política, una alternativa distinta, una solución nueva, y esta salida política la estamos labrando lealmente en el Frente de Acción Popular; la estamos trabajando, los partidos que lo integran, a sabiendas de que hemos cometido errores, como errores cometieron Sus Señorías, antes y después.

      No tuvo reparos en señalar ante el resto de senadores que los socialistas compartían trinchera en el FRAP con el Partido Comunista y, frente a las acusaciones de la derecha de que los comunistas promovieron la subversión durante los gobiernos de Aguirre Cerda y Ríos, defendió su actuación dentro de la legalidad. Asimismo, destacó algo importante para el futuro, su realismo político:

      Los comunistas no son políticos improvisados. Tienen un método para medir los fenómenos sociales. Saben lo que es la ubicación geográfica y económica. Se dan cuenta de qué somos nosotros, dónde estamos situados, y comprenden, sin que se lo diga nadie, que habría de ser torpe, ingenuo y poco realista para pretender en Chile en esta época y en esta hora que hubiera un gobierno comunista.

      ¿Creen los señores senadores –y perdónenme, pues tengo el mayor respeto por la personalidad de Elías Lafferte– que podría durar en Chile un Gobierno formado por los señores Lafferte, Galo González y Carlos Contreras, frente a la realidad que es este país, frente a lo que lo circunda y a la tremenda influencia de Estados Unidos, que, ojalá, no se hiciera sentir como en Guatemala, porque bastaría sólo con la presión económica para que cualquier Gobierno se derrumbara?

      Si mañana Chile, con legítimo derecho eligiera un gobernante comunista, tengo la certeza absoluta de que la presión internacional sería de tal magnitud que la voluntad soberana del país se vería doblegada. Los comunistas lo saben; son lo suficientemente