La obra de Estrabón constituye una síntesis monumental del saber geográfico existente al inicio del Imperio Romano, y una rica visión del mundo entonces conocido (Europa, Asia y África). Debemos al griego Estrabón (Amasia, Ponto, c. 64 a.C. – c. 24 d.C.) buena parte de nuestro conocimiento de la geografía antigua: sólo Heródoto antes que él escribió una obra comparable, si bien en un ámbito mucho más restringido, y tampoco sus sucesores le igualarían en exhaustividad. Su Geografía no se limita a enumerar topónimos y localizaciones cartográficas, sino que proporciona noticias sobre paisaje, clima, formas de vida, recursos económicos, leyendas, acontecimientos históricos y un sinfín de noticias de cada lugar y país de todo el mundo habitado –noticias que han resultado de suma utilidad para la historiografía, la antropología y la etnografía–; el conjunto de tantas informaciones logra un feliz equilibrio entre aspectos físico-matemáticos y hechos humanos. La obra de Estrabón constituye una síntesis monumental del saber geográfico existentes al inicio del Imperio Romano, y una rica visión panorámica de la ecúmene, o mundo entonces conocido (Europa, Asia y África), en un momento en que parecía que la expansión y el descubrimiento del orbe habían alcanzado sus máximas posibilidades. Los dos primeros libros, que forman este volumen, son prolegómenos al resto de la obra: tratan de cuestiones de geografía general, critican y rectifican a predecesores (Polibio, Posidonio, Artemidoro de Éfeso…) y defienden la validez de la geografía aparecida en la obra de Homero.