En esta obra 'desaforada', Norberto Chaves, con su irrepetible estilo, ha reunido más de 500 aforismos de su puño y letra, agrupándolos en 35 temas: amor, arquitectura, arte, ciudad, consciencia, consumo, cultura, democracia, diseño, economía, estética, ética, europa, historia, inteligencia, justicia, lenguaje, libertad, literatura, masa, moda, modernización, muerte, música, poder, progreso, razón, religión, sexo, sociedad, sujeto, tecnología, turismo, verdad, vida. Estos aforismo se ven complementados por el excelente trabajo de Alejadro Ros, a cargo de las ilustraciones de cubiertas. "Si algo queda claro en nuestro autor es el dominio de la estrategia del aforismo. Sabe Norberto que el aforismo va contra la lengua dominante y que logra su triunfo precisamente por su capacidad de camuflaje. La sentencia – y se llama así porque condena – destinada a desajustar las cabezas del sentido común logra su efecto porque se pliega al formato.
Así puede parecer refrán, dicho, aseveración, dictamen, enunciado apodíctico (estos son tremendos: son porque sí). Pero una vez abrigada con la contención de la forma, comienza un fenómeno extraordinario: la reverberación del aforismo. Este despabila los sentidos ocultos, dormidos, y los tensa en contradicción manifiesta: mirad, por si no habíais caído,…el secreto de la milanesa es que es napolitana…
Y tanto se dice en ello que requeriría de un tratado para hacer la visita guiada por los reinos del ingenio, del sinsentido y del desplazamiento radical de lo mostrenco." Del prólogo de Miguel Marinas
El autor analiza el modelo de producción cultural contemporánea denominado «posmodernidad» que actúa bajo las premisas del capitalismo financiero. Así, algunas de las manifestaciones más sobresalientes de esta fase de posmodernidad pasan por el beneficio instaurado como principio único de la economía, la implantación de la especulación como cultura, la elasticidad absoluta del precio —ya nada vale nada, solo cuesta algo, provisionalmente—, y la primacía de lo anímico sobre lo racional, no solo en lo cultural sino también en la política. Estos cuatro discursos del imaginario social con los que el poder hegemoniza el espacio mental de la población permite mantenerla en estado de alienación y de incapacidad de contestación. La situación descrita configura un escenario desalentador que nos acorrala con una pregunta difícil de responder: ¿hemos de amoldarnos a esa nueva sociedad desechando valores que parecen obsoletos? Y, en caso de que la respuesta fuera negativa, ¿en ese nuevo escenario existe una forma de recuperación de esos valores?
En este ensayo el autor señala la falsedad de la noción de «comunidad homosexual», desmentida por la radical heterogeneidad de la relaciones eróticas entre los hombres, del todo idéntica a la que se observa entre los heterosexuales, quienes obviamente tampoco constituyen una comunidad. El texto delata que las etiquetas «homosexual» o «gay» no son sino expresiones de la homofobia, incluso cuando se las usa permisivamente, pues en la clasificación ya está implícita la discriminación. Demuestra que los propios hechos cuestionan la supuesta universalidad de la «cultura gay» y, aun respetándola, señala su carácter minoritario y sectorial, no representativo de la totalidad de los homosexuales. Denuncia que la colectivización de los homosexuales, o sea, la institucionalización del gueto, es una estrategia del sistema para consolidar un nuevo mercado y saturarlo con una oferta de consumos diferenciados. Consecuentemente, cuestiona el culto reaccionario a la différence como otra manifestación de la homofobia, latente en la declarada homofilia. Señala también que los cambios actuales en el imaginario social van borrando la histórica estanqueidad entre héteros y homos, al irse percibiendo el apabullante predominio de los rasgos compartidos y la irrelevancia de la única diferencia real: la igualdad o desigualdad sexual de los partenaires. Preanuncia, por lo tanto, el fin de la homosexualidad en tanto etiqueta discriminatoria, y la normalización de la ética social que volverá superflua toda clasificación sexual de las personas. Finalmente alienta a los homosexuales a que, al igual que sus pares heterosexuales, abandonen toda forma de clandestinidad y expresen abierta y naturalmente su deseo, liberándose definitivamente tanto de la injusta vergüenza como del ya injustificado orgullo.