En la gran disyunción entre una historiografía pragmática, analítica, racional y objetiva y una historia moral, simbólica, subjetiva y retórica, Livio pertenece a la segunda. No está exenta la obra de Livio –no podía estarlo una empresa individual de tamaña envergadura– de algunos defectos y carencias. Adolece de ocasionales imprecisiones, a veces no contrasta fuentes diversas y se muestra parcial a favor de posiciones conservadoras. Aun así, constituye uno de los monumentos más impresionantes que se ha levantado a la memoria de un pueblo y de sus virtudes. Este volumen narra la creciente supremacía romana sobre Cartago hasta el triunfo definitivo: fracasa la marcha de Aníbal sobre Roma, Escipión el Africano conquista Cartago Nova, Roma se hace de nuevo con Capua y Tarento y aniquila a Asdrúbal, expulsa a los cartagineses de la península Ibérica, Escipión desembarca en África y vence a Aníbal en Zama.
Este volumen comprende las Períocas de la Historia de Tito Livio y El libro de los Prodigios de Julio Obsecuente, es el corolario del epigrama XIV 190 de Marcial, cuando dice que su biblioteca es incapaz de acoger a Livio en su totalidad. Las Períocas, aunque de un modo más rutinario y mecánico, consiguen una mayor fidelidad a la parte perdida, a base de reservar, aunque sean cuatro o cinco líneas, el contenido de un libro. El Libro de los prodigios -que tiene como base asimismo la obra de Livio- se limita a entresacar todos los fenómenos extraordinarios que la tradición analística en la que Livio en buena medida se basaba aportaba como premonición de otros de mayor entidad, convirtiendo lo que era elemento folclórico, decorativo, en la obra del historiador cuerpo y alma de este nuevo opúsculo: signo de los tiempos -nada prodigiosos- en los que se compilaron.
Livio recibió la admiración de Tácito y Quintiliano, y sirvió de fuente para Plutarco y Lucano. Ya en el Renacimiento, Dante lo alabó con enorme respeto. La cuarta década (libros XXXI-XL) abarca desde el final del año 201 al 179 a.C. En el libro XXXI el autor se congratula de haber logrado llevar a término la historia de la segunda guerra púnica, a fuerza de trabajo y penalidades, y renueva el propósito expresado en el prefacio general de escribir «toda la historia de Roma». Este inicio del libro contiene un pasaje fundamental en el que el autor declara que su obra se divide en partes diferenciadas: los quince primeros libros –dedicados a 488 años de historia, desde la fundación de Roma hasta la primera guerra púnica (292 a.C.)–; los quince que narran los sesenta y tres transcurridos entre esa primera guerra contra Cartago y su final. Los últimos libros conservados (XXXI-XLV) se centran en Macedonia, que tras la derrota cartaginesa desempeñó el papel de principal enemigo de Roma; abarcan desde la paz con Cartagoo hasta el triunfo romano sobre Perseo (201-167 a.C.). Los libros XXXI-XXXV cubren desde el inicio de la guerra contra Filipo V. Este volumen incluye varios episodios célebres: sitio de Abidos, batalla del desfiladero de Aous y conferencia de Nicea, batalla de Cinoscéfalos y proclamación de la libertad de Grecia, entrevista entre Escipión y Aníbal.
Livio compuso su monumental obra, de dimensiones casi inabarcables, movido por su intenso patriotismo. Esperaba iluminar un presente problemático con una exposición cabal del desarrollo de la ciudad y el imperio, y ofrecer un texto aleccionador a partir de su concepción moral de la historia. Igual que Salustio, Tito Livio concibe la historia de Roma como un proceso de decadencia; como fabio Píctor, atribuía su grandeza a las virtudes antiguas; comparte con los analistas la intención moralizadora. Como a Cicerón, le mueve el deseo de no dejar en el olvido los hechos dignos de recuerdo, y cree en el valor moral de los ejemplos. En la gran disyunción entre una historiografía pragmática, analítica, racional y objetiva y una historia moral, simbólica, subjetiva y retórica, Livio pertenece a la segunda. Los rasgos esenciales de este clásico de la historiografía –aparte de las dimensiones colosales y enciclopédicas de su obra– son su carácter moral y ejemplarizante, político y cívico, y el patriotismo que lo animó. La tercera década (libros XXI-XXX) es básicamente la historia de la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.-201 a.C.). Hasta el libro XXV se narran los años de predominio cartaginés (218-212 a.C.): asedio y toma de Sagunto, marcha de Aníbal sobre Italia, con la travesía de los Alpes, y sus primeras victorias en Tesino y Trebia, lago Trasimeno y Cannas, intervención de Filipo V («primera» guerra macedónica), conquista cartaginesa de Tarento y desastre de los Escipiones en Hispania. Pero también hay victorias romanas: en Hispania, en Benevento y Nola, toma de Siracusa y sometimiento de Sicilia. En conjunto, pues, se perciben en paralelo a la admisión del poderío militar cartaginés los primeros indicios de la ascendencia romana.
Los libros XXXVI-XL, los de la segunda parte de la cuarta década, abarcan desde la declaración de guerra contra Antíoco hasta la muerte de Filipo y la subida de Perseo al trono de Macedonia (191-179 a.C.). Se ocupan de asuntos de tanto alcance político como el proceso de los Escipiones y el escándalo de las orgías Bacanales, que fueron suprimidas. Entre los lances más destacados del volumen figuran la batalla de las Termópilas y el choque naval de Corico, la batalla de Magnesia, el suicidio de Anibal…
A partir del libro XLV se acaban los textos de Livio y empiezan los noticias de meros resúmenes o períocas. De lo que posiblemente fue la quinta década sólo se han conservado –y con lagunas– los cinco primeros libros, que van del 178 al 167 a.C. y se ocupan de los tres grandes escenarios donde se libra el destino de la República: Oriente (Macedonia y Perseo, Siria y Antíoco), Occidente (Hispania y los celtíberos) y los asuntos internos de Roma, donde el Senado ha asumido un poder inusitado. Entre los sucesos más conocidos de este volumen están la travesía del Olimpo por Quinto Marcio y la batalla de Pidna, el recorrido de Paulo Emilio por Grecia y su triunfo… A partir del libro XLV se acaban los textos de Livio y empiezan los noticias de meros resúmenes o períocas: triunfos de los generales romanos en África, Macedonia y Grecia tras la destrucción de Cartago y Corinto y –a partir de 145 a.C.– final de las grandes guerras extranjeras y predominio de la política interna: agitación de los Gracos, bellum Italicum –Guerra Social, o de los aliados–, guerra contra Mitrídates, guerra civil entre Mario y Sila, dictadura de Sila, guerras contra los esclavos y contra los piratas, conjuración de Catilina, primer triunvirato, guerra civiles entre César y Pompeyo y Octaviano contra Antonio, principado de Augusto, muerte de Cicerón… hasta el año 9 a.C. Pero todo se pierde en la bruma: tanto la causa del final de la Historia como la existencia y la distribución correcta del material.
Tito Livio escribía con vistas a la utilidad y el servicio a Roma, a partir de la creencia en el valor instructivo y didáctico del conocimiento histórico. Livio supera la tarea de los analistas –que consignaban sin más los hechos políticos año a año, siguiendo la cronología de las magistraturas– y establece relaciones de causalidad entre acontecimientos, al tiempo que trata de captar la naturaleza moral de los protagonistas. No sólo relata los asuntos internos del estado romano –políticos, sociales, económicos, religiosos…– y de política exterior de la República –guerras, diplomacia, comercio con otros pueblos…– sino que trata de entender el significado de todos estos datos, de interpretarlos desde una perspectiva ética. Todo ello, claro, con vistas a la utilidad y el servicio a Roma, a partir de la creencia en el valor instructivo y didáctico del conocimiento histórico. Como episodios destacados del libro IV cabe mencionar las historias de Canuleyo, Espurio Melio y Cornelio; del V, la toma de Veyes y la ocupación de Roma por los galos, y su liberación bajo el liderazgo de Camilo. Un prólogo del libro VI informa de que se entra en un nuevo periodo de la historia. Menciona una segunda fundación de la Urbe, liberada de la ocupación gala, pues además de que se produce una renovación de los ánimos, se dispone por primera vez de textos escritos. En efecto, los libros VI al X (años 389-293 a.C.) relatan el proceso de recuperación interior y exterior de Roma, y su dominación de la Italia central –imponiéndose a latinos, ecuos, volscos y etruscos–. El libro VI incluye el acceso de los plebeyos al consulado, junto a campañas en el exterior. El VII narra victorias sobre los galos que ejemplifican el restablecimiento de la hegemonía romana frente a su más temible enemigo hasta entonces, y el inicio de los enfrentamientos con los samnitas (que durarán un siglo largo y ocuparán muchos libros).
La Historia ha ejercido un poderoso atractivo en el Renacimiento, la Ilustración y la Revolución Francesa (lo testimonian las 160 ediciones de Livio hasta 1700), sobre todo por la exaltación de las recias virtudes republicanas, el sacrificio cívico y el amor a la libertad. Tito Livio (Patavio –Padua– 54 a.C.-ibid. 17 d.C.) es el único de los grandes historiadores romanos que se mantuvo apartado de la vida pública. A lo largo de cerca de cuarenta años trabajó en su Padua natal en la monumental Historia de Roma desde su fundación. Emprendió en tiempo de Augusto, durante la consolidación del imperio, la tarea colosal de narrar siete siglos de «la nación más grande de la tierra», contrapuestos a las «desgracias que nuestro tiempo lleva tantos años viviendo» (Livio pasó los primeros treinta años de su vida entre guerras civiles). Ab urbe condita libri constaba originariamente de ciento cuarenta y dos libros –tal vez hubiera planeados ciento cincuenta–, distribuidos en décadas o grupos de diez, de los que nos han llegado treinta y cinco: I-X y XXI-XLV. De los libros perdidos hay fragmentos conservados en resúmenes (Periochae o períocas), que indican que Tito Livio articuló las diferentes secciones de su Historia con arreglo a criterios políticos y literarios. Los libros que han llegado hasta nosotros contienen la historia de los primeros siglos de Roma, desde la fundación en el año 753 a.C. hasta el 292 a.C., relatan la Segunda Guerra Púnica y la conquista romana de la Galia Cisalpina, de Grecia, Macedonia y parte del Asia Menor. La primera década (libros I al X) cubre desde los orígenes y la fundación de Roma, con la historia de los reyes (753-510) y el periodo que va desde el principio de la República hasta el asalto, saqueo e incendio de Roma por los galos y su posterior liberación (510-390). Se suceden las escenas de gran dramatismo, que han pasado a formar parte de la cultura global: la historia de Hércules y el ladrón Caco; el descubrimiento en las aguas estancadas del Tíber de los gemelos que luego se llamarán Rómulo y Remo, y su crianza por la loba y los pastores; el rapto de las sabinas; la apoteosis de Rómulo; la lucha entre Alba y Roma por la supremacía en el Lacio; la muerte de Lucrecia; el gobierno y la caída de los decénviros, con el episodio de Virginia…