Un aspecto poco conocido de la historiografía artística del exilio republicano español es la experiencia concentracionaria por la que pasaron decenas de artistas, recluidos inicialmente en campos de concentración en del sur de Francia y del norte de África, y más tarde en los Dulag de tránsito y en los Stalag para prisioneros de guerra, a los que seguirían los campos de exterminio nazis y los gulags soviéticos. Las creaciones fueron debidas a un sentimiento de repulsa encaminado a testimoniar las tendencias más destructivas de la miseria humana, recreando las imágenes del terror, como si se tratase de un acto final de rebeldía que les permitía recuperar su dignidad. Superando la estética, alambraron el arte haciendo suyo el proverbio de que «una imagen vale más que mil palabras». Pero en realidad, fueron necesarias muchas más para dar testimonio puntual de aquel terrible drama. Este volumen se centra en un aspecto poco conocido de la historiografía artística del exilio republicano español: la reclusión de los artistas en campos de concentración. Las creaciones fueron debidas a un sentimiento de repulsa encaminado a testimoniar las tendencias más destructivas de la miseria humana, como si se tratase de un acto final de rebeldía que les permitía recuperar su dignidad.