Ajijic, is a lakefront town and the site where many waters converge. In its picturesque streets, the original inhabitants of the town intermingle with the expats, the community of Lakesiders who have chosen to make this town their retirement destination. In much the same way, on a bookcase in any bookstore, like La Renga, the voices of hundreds of authors come together, and here they are read and discussed at the La Colmena cafe, as a soundtrack punctuates the narration: Patti Smith, Bob Dylan, The Pogues, U2, José Alfredo Jiménez, «The Boss» Bruce Springsteen, and a host of songs enliven the reading.In this landscape, painted (and sung) by the author, lives Bob, a character that stands out of from the norm with his brown skin and dog-blue eyes. Bob lives in the anguish of yearning to know his origins, of pursuing the lost part of the double-root of his life. Taciturn by nature, Bob spends his days secluded at home, going out only to stock up on books and readings that multiply his melancholy. This is how he spends his days, his years, until a conversation with Sugar and Niagara (two cheerful Lakesiders) makes him decide to face his destiny and leave for New York.
Ajijic, una población frente a un lago donde confluyen muchas aguas. Por sus calles pintorescas coinciden los pobladores originarios de la localidad junto con los expats, la comunidad de lakesiders que eligieron al pueblo como destino en su tercera edad. Del mismo modo, en el librero de una librería como La Renga se juntan las voces de cientos de autores, que se leen y se comentan en el café La Colmena, y una banda sonora permea en la narración: Patti Smith, Bob Dylan, The Pogues, U2, José Alfredo Jiménez, el Jefe Bruce Springsteen y un sinfín de canciones que amenizan la lectura. En este paisaje pintado (y cantado) por el autor habita Bob, un personaje que sale de la norma con su piel morena y los ojos de perro azul. Bob vive la angustia por conocer su origen, por buscar la parte perdida de esa doble raíz de su vida. De carácter taciturno, Bob pasa los días encerrado en su hogar, saliendo solo para abastecerse de libros y lecturas que abonan a su melancolía. Así pasa sus días, sus años, hasta que una conversación con Sugar y Niágara (dos alegres lakesiders) lo hace tomar la determinación de enfrentar su destino y marcharse a Nueva York.