La frontera como metáfora de la contemporaneidad: escenario de pérdida y regreso, donde acontece la épica del siglo que llega. Una épica que ya no tiene héroes, o al menos no héroes infalibles. El poeta le otorga estatus poético a mundos eternamente desplazados de lo poético. Una Cater-pillar, un limpiaparabrisas en una carretera del oeste y un grafiti montevideano comparten un mismo escenario. El acto de nombrar restituye identidades y otorga existencia. Pueblos olvidados por la mano de Dios, ajetreos fuera de toda geografía, historias de hombres y mujeres invisibles. «La frontera…» es en cierto modo el fin de un largo viaje: el del poeta hacia su origen. «Conheço meu lugar» , escribe.