Tal vez se hayan necesitado varios años de silencio frente a los lectores para llegar al libro que le permite verse así, sin tapujos pero delicadamente, con el corazón apretado pero libre porque en la «querida noche impura» la «amnesia lívida» entra en rebelión. Algo de la constante novedad de la creencia y del error, de la convicción contradictoria del «momento infinito» hace de este libro un texto fieramente joven, de tenaz principiante en la vida del deseo. El tiempo (en tanto temporalidad y cronología) es una mentira cuando el amor repentino se entromete y hace estallar los miedos y la cantidad de pasados que cada mujer contiene. (Alicia Migdal) Un libro de poemas no necesariamente se lee desde el principio hacia el final. La poeta está en el tiempo, porque estuvo desde siempre. Pero en ese estado larvado va y viene, se duplica, se objetiva y se limita. Cada momento que la alegoría recalca actúa para siempre en el texto aunque su origen resulte circunstancial, mínimo. Así la alegoría de recordar la patria de la infancia, o más precisamente, el destierro que implica todo crecimiento, es una infinitud, pero una infinitud momentánea. (Alvaro Ojeda)