En el fascinante microcosmos de un conjunto residencial donde las tensiones comunitarias y los secretos ocupan la cotidianidad de los vecinos nace una extraña relación entre Elizabet Rosenberg –ex escritora y protagonista de esta historia– y un ex detective italiano dotado de una aguda intuición criminal que sospecha de conexiones ocultas en una serie de aparentes accidentes. Como si esto no bastara para activar el interés de la trama, en esta obra se dibuja asimismo la historia de un país sometido por un Estado orwelliano que utiliza torcidos procedimientos para mantener cautiva a la población en el derruido espacio de su territorio nacional. La narración oscila entre el diario de Elizabet y una voz que narra los acontecimientos, pero desde una perspectiva más entrometida, digamos, que omnisciente. En este cuadro de riqueza anecdótica la composición despliega –una vuelta de tuerca más– un abanico de estrategias que incrementa su potencia expresiva: mecanismos de la novela policial impregnada de humor negro, ciertos rasgos paródicos de la novela rosa, elementos de narrativa distópica y guiños metaficcionales que contribuyen con el esfumado de los límites entre ficción y realidad. Una pieza que subyuga por la frescura de sus recreaciones basadas en circunstancias sociales cercanas y por la lucidez de sus planteamientos sobre el amor y la muerte, sobre la experiencia de la vejez, sobre la vida.