Esta obra es un fruto de la necesidad de reflexionar acerca de la metodología. Como señala el autor, hasta bien entrado el siglo XX, el término pasó de significar la reflexión lógica y epistemológica sobre el conocimiento y su producción sistémica, a la instrucción técnica en procedimientos específicos de investigación. Esta transformación ha provocado lagunas en la formación de los estudiantes de posgrado, quienes presentan dificultades en entender aspectos elementales de la metodología en sentido estricto (es decir, filosófico). Es a raíz de esta carencia que el autor ha escrito una gran variedad de artículos y capítulos de libros dedicados a estos temas, de entre los cuales ha elegido los que han sido leídos con más interés y provecho para ofrecerlos en esta antología, y así abonar en la formación de los estudiantes de posgrado, al igual que en la de cualquier lector interesado en el tema.
Hay muchas razones para estar insatisfechos y aun por momentos desesperados con respecto a las habilidades para leer y escribir que presentan los de por sí pocos mexicanos que acceden a la educación media superior y superior, por no decir los poquísimos que se gradúan e incluso emprenden estudios de posgrado. Con mucha frecuencia escuchamos los lamentos acerca de la falta de comprensión de textos leídos, así como de los errores de ortografía, puntuación y en general redacción de los textos escritos por ellos. Con todo, una de las fallas más profundas y de mayores consecuencias, pero a la vez de las menos claramente percibidas y conceptualizadas, es la de la capacidad de razonar y argumentar. Suele distinguirse entre tres grandes tipos de texto: narrativos, descriptivos y argumentativos. Aunque la distinción es gruesa, es una buena distinción. Partiendo de ella, habría que decir que es sin duda importante que los jóvenes estén en posición de comprender y construir textos narrativos y descriptivos; pero lo que con frecuencia olvidamos es que desde el punto de vista de una educación académica seria los textos narrativos y descriptivos son instrumentos necesarios, pero no suficientes, para las argumentaciones. No basta que nuestros jóvenes cuenten historias y describan situaciones; tales narraciones y descripciones son en parte el material para hacer argumentaciones, y en parte requieren de argumentación para construirse bien. Cuando decimos que una narrativa tiene «agujeros» o que una descripción es caótica, lo que queremos decir es que les subyace una argumentación defectuosa.