El fantástico mundo del gato canoso
Si una historia se va transmitiendo a través de muchas generaciones, bien podríamos imaginar que el tiempo no separa a los lectores de distintas épocas. Una lectura compartida demuele las distancias. En el fantástico mundo del gato canoso, algunos cuentos nos llegan como segundas versiones de historias repetidas, tantas veces representadas que ya nada nos dicen. No iluminan al que los escucha y se terminan convirtiendo en el ruido de fondo de una herencia imprecisa. No podemos participar de ellas al no reconocerlas como algo vivo. Esto en cuanto a las historias. Pero las versiones cambiadas abren el panorama del lector para que pueda participar. ¿En qué? En reconocer todas las posibilidades que se ocultan en el hecho de contar un cuento. Alguien escucha –o lee– y se pregunta por la verdad; o mejor, por la posibilidad de que todo no sea como nos lo cuentan una y otra vez. Cualquier cuento puesto a circular nos puede volver con un rostro cambiado. Cualquier cuento nos adivina el futuro si cumplimos la parte que nos toca. Una obediencia a la historia nos lleva a la repetición y al destino escrito. Varias cosas atentan contra esto. Puede ser la ignorancia de confundir a Papá Noel con la Mazorca; o creerse un druida. O el rescate de una herencia familiar en imágenes o Bogart paseando por Parque Chas… Los cuentos del gato canoso nos hablan de todas las posibilidades de combinación que existen cuando desconfiamos del final de cualquier historia. O cuando no importa tanto el momento histórico en que transcurren si nos animamos a traerlas al presente y ponemos a conversar cierta lectura del pasado con una de este tiempo. Alguien está contando algunos secretos. No tiene todos los datos que hacen falta para que sea una verdad revelada, pero una verdad a medias a veces sirve para abrir los ojos.
Los autores, profundos conocedores de los secretos del arco y la arquería, decidieron embarcarse en una aventura compleja que les requirió mucho tiempo de investigación y recopilación de datos. El resultado, un abanico de historias que muestran la relevancia que el arco y la flecha tuvieron para nuestra especie en su larguísima evolución.
No se conoce con certeza el inicio de la arquería. Año a año, surgen artículos que nos cuentan acerca de nuevas evidencias encontradas en una cueva o en algún paraje perdido del Viejo Mundo. Allá donde colonizó el Homo sapiens es factible, aunque muy poco frecuente, encontrar durante una excavación o simplemente caminando, alguna punta de proyectil amorosamente tallada, aerodinámica, liviana, armoniosa. Tan pequeñas que caben en el hueco de la mano, fueron confeccionadas con las rocas de mejor calidad y más fáciles para tallar. Su hallazgo perfora el tiempo para llegar hasta nosotros y permitirnos imaginar cómo fueron la arquería y los arqueros de épocas muy lejanas. Mucho más frágiles y más trabajosos de confeccionar, tanto que era lo que el cazador trataba de recuperar a toda costa, los astiles eran un bien preciado. Hacer un astil llevaba muchos días. Había que elegir las ramas más derechas de las maderas más aptas que hubiera en la región, pelarlas y luego con mucho trabajo, primero embeberlas en agua y luego enderezarlas con calor. Eran muy importantes; un astil torcido inhabilitaba el vuelo de la punta de proyectil más exquisitamente tallada. Es así que era en ellos en los que el grupo expresaba su pertenencia a una comunidad. A través del mensaje que enviaban las plumas de diferentes aves y los embarrilados con cueros y lanas de colores se podía saber quién había conseguido una presa o enviado al otro mundo a un enemigo. Junto al arco y las flechas hubo otra creación humana que acompañó a los cazadores y guerreros: los relatos legendarios y los grandes mitos. El arco, las flechas y los arqueros no podían estar ausentes y aquí están recopilados muchos de ellos. El lejano Oriente, Sumeria, Babilonia, Egipto antiguo, el mundo occidental que se inicia en Grecia han creado mitos y leyendas en los que los arqueros (y las arqueras) son grandes protagonistas de historias que han perdurado hasta hoy. Un viaje por el tiempo y el planeta, siguiendo a un arquero habilidoso con su arma mágica.
La «alta cocina» transforma los ingredientes para crear nuevos sabores, la cocina campesina los combina no para esconderlos, sino para que unos subrayen a los otros. Los ingredientes de la receta de El enigma de Moreno son, entre otros, Arthur Conan Doyle —a quien el reino otorgara el título de Sir—, Sherlock Holmes, Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca y los Beatles. Leonardo Killian los amasó y horneó con el arte del orfebre y el narrador. El lector decidirá si este exquisito plato corresponde a una u otra cocina.Pero El enigma de Moreno no es solo un divertimento culinario. La historia, se ha dicho con razón, no es lo que pasó sino lo que creemos que pasó. Es así porque no hay nada, absolutamente nada, más presente que el pasado, y el presente es —siempre— endemoniadamente confuso. Mariano Moreno y el Plan de Operaciones encendieron la hoguera de los debates historiográficos porque importó a todos los sucesivos presentes que los sobrevivieron. Killian plantea una hipótesis sobre la muerte de Mariano Moreno, que sea cierta o no es irrelevante… O no.
¿Es que acaso nadie pensó en asesinar a Perón? ¿Qué cara, que origen, que móviles tendría ese potencial asesino? Un personaje camaleónico, una especie de Zelig, aunque nada simpático, por cierto.La Sombra del General, de Leonardo Killian, es una novela visual, se puede mirar, se puede leer como un guion atrapante cinematográfico.El montaje teje piezas documentales con ficción y una cámara subjetiva que cambia de narrador al ritmo de la música. Una música que navega del jazz a las marchas fascistas, del blues a los cánticos juveniles de los años 70, del beat al tango melancólico. Esa música suena de fondo. La sombra del General es un relato donde ficción e historia se funden.Una historia en blanco y negro con pocos grises termina siendo una historia negra.Un thriller político que el montajista hiló tan caprichosamente como suele ser la historia; la historia de la Argentina real, que en aquellos años fue tan cruel como heroica.Como la de una novela negra contada desde la derrota.Porque ¿quién dijo que la historia de un fracaso no puede ser una buena historia o una buena película?La novela de Leonardo Killian es una invitación a tomar asiento en la butaca, esperar a que se apague la luz y se encienda el proyector. En la pantalla aparecerá una sombra pesada, tan oscura como cualquier sombra: la sombra del General.