En las Helénicas Jenofonte continúa el relato de la Guerra del Peloponeso en el punto en el que lo dejó su maestro Tucídides. A la tarea de historiador añade la viveza descriptiva de quien fue testimonio directo de los hechos. Las Helénicas se plantean como una continuación de la narración histórica de Tucídides sobre la Guerra del Peloponeso, y ofrecen una crónica de las contiendas y las crisis políticas que sacudieron Grecia a comienzos del siglo IV a.C., desde 411 hasta 362, hechos todos ellos que Jenofonte vivió: fin de la Guerra del Peloponeso, gobierno y derrocamiento de los Treinta en Atenas, guerra espartana contra los persas (399-387), Guerra Corintia, rivalidad entre Esparta y Tebas, triunfo de Tebas en la batalla de Leuctra (371) y hegemonía de ésta bajo el general Epanimondas. Probablemente escritas en varias fases durante la larga vida de Jenofonte (h. 430-354 a.C.),las Helénicas siguen el modelo historiográfico de Tucídides: narran hechos políticos contemporáneos con un estilo sobrio y austero. Jenofonte se ciñe a este planteamiento político-militar, y excluye varios hechos que hubieran ocupado un lugar destacado en una historia general; él, sin embargo, prefiere reservarlos para otra otras obras, con lo que introduce una marcada diferenciación de formas literarias que dará lugar a otros escritos suyos: por ejemplo, las actividades de Sócrates, publicadas en otro volumen de esta misma colección.
Las 'Obras Menores' se componen de: Hierón, Agesilao, La República de los Lacedemonios, Los ingresos públicos, El jefe de la caballería o El hipárquico, De la equitación, De la caza. Hierón. Agesilao. La república de los lacedemonios. Los ingresos públicos. El jefe de la caballería. De la equitación. De la caza. Hierón: Da la impresión al comienzo de que va a plantear una cuestión meramente individual, como es la del mayor o menor placer que pueden disfrutar el tirano o el ciudadano. Mas, a medida que se avanza en la lectura, se constata que los diversos aspectos de la vida pública se apoderan del diálogo y que, en realidad, si al tirano no le va bien, es porque está enfrentado con toda la ciudad. Agesilao: Es un elogio con dos partes bien diferenciadas; la primera resume la vida del rey Agesilao y la segunda exalta sus virtudes principales. La república de los lacedemonios: Es un escrito de alabanza y admiración del régimen político de Esparta. El autor entiende que la pasada grandeza de Esparta se debe a su sistema de vida, superior al del resto de los griegos, que ha compensado con creces su escasa población. Los ingresos públicos o Las rentas: Este opúsculo constituye, posiblemente, el último escrito de Jenofonte. El fin del escrito es alcanzar la autarquía en el terreno económico, ya que la vía imperialista ha resultado un fracaso estrepitoso que no ha dejado más que el recelo de los demás pueblos griegos. El jefe de la caballería o El hipárquico: Es un tratado técnico sobre los deberes que ha de tener en cuenta el jefe de la caballería para poder mejorarla y granjearse, a la vez, las simpatías del Consejo. Pertenece, pues, a la literatura didáctica. De la equitación: Es el mejor tratado técnico de Jenofonte. Es una pieza maestra y subraya su perfecta ordenación en contraste con el De la caza. El tratado va unido al El jefe de caballería, cuyos contenidos se complementan según el propio autor. De la caza: Se duda si realmente esta obra pertenece a Jenofonte. Consta de trece capítulos en los que analiza todos los factores que afectan a esta actividad, desde el origen mitológico a hasta una alabanza de los auténticos cazadores frente a los políticos ambiciosos que van a la caza de amigos.
La semblanza que Jenofonte traza de su admirado Sócrates tiene una gran importancia, puesto que, en sus diferencias, complementa la imagen que nos ha legado Platón del ágrafo maestro del diálogo filosófico. Componen este volumen varias obras breves de Jenofonte. En tres de ellas, Recuerdos de Sócrates, Banquete y Apología de Sócrates, el autor evoca la honda influencia que sobre él ejerciera el filósofo. En la primera describe su carácter y algunas de sus ideas sobre educación, el bien y la belleza, y compone conversaciones entre el maestro y varios personajes (entre ellos el propio Jenofonte), al tiempo que le defiende de las acusaciones por las que fue condenado a muerte (impiedad y corrupción de jóvenes), todo ello con una indisimulada admiración cuyo contenido, sin embargo, difiere en más de un punto del retrato compuesto por Platón. El Banquete consiste en un simposio imaginario, entre cuyos participantes se encuentra Sócrates (quien pronuncia un discurso sobre la superioridad del amor espiritual sobre el carnal); casi todos los asistentes son personajes históricos atestiguados, por lo que la narración nos proporciona una imagen de las conversaciones que se producirían en un banquete ateniense, con una culta combinación de humor y seriedad, en un encuentro menos filosófico que el platónico (hay músicos, bailarines acrobáticos y un mimo). Apología de Sócrates, que lleva el mismo título que el diálogo platónico, recrea la defensa del maestro en el juicio que acabaría conduciendo a su condena a muerte, al que Jenofonte no pudo asistir por encontrarse en la campaña de Persia que describe en la Anábasis (en esta misma colección); las motivaciones de Sócrates son aquí distintas de las que aduce Platón: no tan elevadas y más ligadas a la ancianidad, y expresadas con tono altanero. Por último, Económico es un tratado sobre la administración de una casa, en forma de diálogo entre Sócrates y Cristobulo. En él se tratan asuntos de horticultura (el cuidado del agro es placentero, provechoso y bueno para el físico, enseña justicia y generosidad) y de jardinería, la función de la esposa en el matrimonio y en la hacienda y otras cuestiones que interesaban a Jenofonte acerca del gobierno doméstico. En conjunto, Jenofonte nos ofrece un Sócrates menos filósofo que el de Platón: se limita a dar buenos consejos prácticos y es un ejemplo inspirador de conducta personal.
Jenofonte compone una imagen idealizada de Ciro el Grande, rey de Persia, con una intención didáctica y moralizante: mostrar en qué consiste y cómo se forma el gobernante virtuoso. En ello se advierte, como en Platón, el magisterio de Sócrates, maestro de ambos. Hijo de una Atenas que iba perdiendo su antiguo esplendor, Jenofonte (h. 430-354 a.C.) es uno de los mejores prosistas áticos y un muy lúcido testigo de su época. Aventurero y escritor, discípulo de Sócrates, apasionado de la historia, la educación, la equitación y la caza, trató todos estos intereses particulares en sus diversas obras. La Ciropedia («educación de Ciro») es una suerte de novela de formación protagonizada por Ciro el grande, rey de Persia, de intención moral y didáctica, en el que Jenofonte se propone componer un «espejo de príncipes». Para ello crea un personaje idealizado, el perfecto estadista, gobernante y general, de hábitos un tanto espartanos y notable magnanimidad. Con ello el autor pone de manifiesto la influencia del magisterio de Sócrates, de quien fue discípulo, en su concepción de la educación para la virtud, la areté (concepción análoga a la que Platón argumentó en La República, escrita en la misma época). En su exposición del modelo, Jenofonte describe la constitución y el sistema educativo de Persia, preceptos y tácticas militares, y todo cuanto contribuye a la formación de un gran gobernante. Jenofonte supo amenizar su tratado ejemplarizante con una variada colección de recursos narrativos (cuento popular, biografía y romance), que se combinan con la narración política y militar.