Uno de los principales impulsores de la cultura del miedo es el desmantelamiento de la autoridad moral. El miedo parece proporcionar una solución provisional a la incertidumbre moral y, por esa razón, es objeto de interés por parte de colectivos e individuos. Furedi predice que hasta que la sociedad encuentre una orientación más positiva hacia la incertidumbre, florecerá la politización del miedo.
La sociedad es continuamente bombardeada con mensajes de amenazas incalculables e ingobernables, que instauran la impotencia y la pasividad; crece así la sensación de ansiedad y la constante búsqueda de nuevas formas de seguridad, tanto física como ontológica. ¿Cuáles son los impulsores del miedo? ¿Cuál es el papel de los medios en su promoción? ¿Quién se está beneficiando? Si comprendemos cómo funciona el miedo, podremos fomentar actitudes que ayuden a lograr un futuro más sereno.
¿Se puede ser justo sirviéndose solo de la razón, o son necesarios también ciertos sentimientos morales? ¿Está el heroísmo reservado a unos pocos seres excepcionales? ¿Es posible argumentar una ética universal y objetiva fundada en la inviolable dignidad humana? David Cerdá da respuesta a estos interrogantes abordando cuestiones trascendentales como la verdad, la libertad, el sentido vital o los principios.
El honor ha evolucionado en la historia, adoptando diversas formas. La más avanzada de ellas consiste en asumir libre y autónomamente deberes respecto al otro y a uno mismo. El motor principal de este honor ético es la valentía, rasgo principal de quienes causan el bien en este mundo.
Valiéndose de una prosa para todos los públicos en la que se dan cita la filosofía, la ciencia, la literatura, el cine y multitud de historias reales, el autor nos acerca a la extraordinaria aventura de distinguir el bien del mal y actuar en consecuencia.
La inmensa mayoría de los seres humanos vivimos en sociedad. ¿Por qué? ¿Por el deseo de neutralizar la violencia que sentimos dentro, o la violencia de los demás? ¿Vivir en sociedad mejora al ser humano, o más bien lo degenera? ¿No nos estará robando lo más auténtico de nosotros mismos?Si fuéramos sociales por necesidad, deberíamos subordinarnos a los fines de la ciudad, o del Estado. ¿Debemos entregar entonces nuestra libertad, a cambio de un proyecto común más importante? Algunos defienden que ese modo de organizarse se ajusta a la vida buena, nos hace mejores, y nos permite entender lo que somos. Si es realmente así, ¿qué responsabilidades genera? ¿Ante quiénes? Desde la creencia, ¿es la vida en común un símbolo de la condición del ser humano como imagen de Dios?Este libro estudia cinco propuestas (Hobbes, Rousseau, Platón y Aristóteles, y la que propone el cristianismo), sin orden cronológico ni intención académica. Los autores citados sirven de pretexto para compartir ideas y activar el pensamiento crítico del lector en torno a la vida social occidental en el siglo XXI.
En un libro más cercano al lenguaje oral que al escrito, el autor reúne doce lecciones dirigidas a universitarios de todos los saberes, y les presenta con sencillez al Tomás de Aquino más pensador. Al tratarse de alguien que ha sido considerado durante siglos como el «Doctor universal» del cristianismo, describir su fisonomía intelectual parece indispensable, por su enorme aportación a los fundamentos de nuestra cultura.
Sus páginas tratan cuestiones tan actuales como la importancia de respetar la argumentación contraria, la degeneración del discurso público, la enseñanza como forma de vida espiritual, la sobriedad del lenguaje como máxima apertura a la realidad, la coordinación entre lo natural y sabido con lo sobrenatural y creído, la secularidad, Occidente como proyecto histórico, la relación entre filosofía y teología, etc.
Este volumen recoge las lecciones dictadas por el autor en las Gifford Lectures de 1931, en la Universidad de Aberdeen. A menudo se piensa que la Edad Media posee una literatura y un arte bien reconocibles, pero carece de filosofía propia. Pero de igual modo que el arte o la literatura medieval tiene fundamentos anteriores, igual sucede con la filosofía. En este caso, el autor la presenta como la filosofía cristiana por excelencia, penetrada por la tradición griega y capaz de producir una visión del mundo específicamente cristiana.
El espíritu de la Filosofía Medieval es una de las obras imprescindibles para entender los presupuestos filosóficos que dieron origen a la visión cristiana del mundo y de la vida.
En el horizonte de la actual sociedad líquida parece haber desaparecido la cultura occidental, tal como se venía entendiendo hasta ahora. Ese malestar de la cultura reclama una explicación acerca de los cambios sociales, científicos y técnicos que lo han ocasionado. ¿Qué está pasando realmente?
El libro se cuestiona si es realmente correcto lo políticamente correcto, y pretende ofrecer una hoja de ruta coherente con la herencia cultural cristiana y occidental.
La obra más admirable que puede crear un hombre es precisamente la de sí mismo, que aspira siempre a la infinitud, a la máxima expansión del amor. Sin embargo, esa obra de valor infinito se enfrenta continuamente a la limitación impuesta por el tiempo: los días, las horas, los minutos… establecen una frontera casi insuperable para ensanchar nuestros deseos cada vez más ambiciosos. ¿Cómo construir la mayor felicidad posible ante el constante acabamiento del tiempo físico? ¿Cómo se puede gestionar el día a día limitado para construir una personalidad y un amor sin barreras?
Este libro, en continuidad con La vida como obra de arte, propone construir el propio yo y el nosotros, propio del amor, en el día a día de nuestra existencia; y convertir el tiempo que transcurre en el reloj en el tiempo personal más satisfactorio.
Los tres artículos reunidos en este breve libro surgen por motivos muy distintos, pero en el fondo de todos ellos late un mismo mensaje. Ratzinger aborda la conexión entre libertad individual y justicia social, conciencia y verdad, o democracia y Estado, en un mundo en el que la subjetividad y el poder de la mayoría pretenden relegar a los valores absolutos.
En el curso de la lúcida argumentación del autor, dos principios básicos «la verdad y el bien» se alzan como fundamento y garantía de una conciencia recta, de la libertad y los derechos humanos, y de una sociedad justa y pluralista.
¿Puede la ciencia ser un camino hacia Dios? Michel Onfray, Richard Dawkins o Yuval Noah Harari afirman que no. Llegan a afirmar que ciencia y fe son, sencillamente, incompatibles.
Mucho se ha escrito sobre esto en los últimos años a pesar de que el cristianismo, lejos de obstaculizar el pensamiento científico, le ha prestado todo su apoyo. Bastien, conocedor del pensamiento ateo inglés y americano, expone cómo la ciencia no contiene verdades que se opongan a una fe en Dios. Solo una equivocada filosofía de la ciencia, que enmascare un dogmatismo materialista, es capaz de construirlas, y lo hace, en algunos casos, con eficaz ironía y con convicción, pero sin rigor.
Scruton inicia este estudio sobre los fundamentos de la Nueva Izquierda en 1985, publicando un libro con este mismo nombre. En él analizaba a Sartre y Foucault, Habermas, Galbraith y Gramsci. Ha revisado el texto, incluyendo a pensadores de influencia creciente como Lacan, Deleuze y Guattari, Said, Badiou y Zizek. La edición de 1985 fue controvertida y recibió numerosas críticas en los círculos intelectuales europeos, por su estilo provocativo. Mientras tanto -eran los años de la caída del Muro-, era traducido en numerosos países de herencia comunista. Scruton trata de explicar «qué hay de bueno en los autores que trato, y qué hay de malo. Mi esperanza es que el resultado pueda beneficiar a lectores de todas las opciones políticas».