El aprendiz de doma española. Francisco José Duarte Casilda

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Название El aprendiz de doma española
Автор произведения Francisco José Duarte Casilda
Жанр Сделай Сам
Серия Estilo de vida
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788418811128



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diese algún bote.

      –Eso es lo menos que podría hacer, y además con la consecuencia de que cada vez que te arrimases a él ya le tendrías avisado. Por eso, te repito: en la doma todo es despacio, suave y con mucha calma, pero sobre todo, la doma es a puerta cerrada: nadie tiene que ver cómo se trabaja un potro, porque el animal se distrae y los curiosos dan conversación, lo que no te deja estar pendiente del trabajo. Desgraciadamente, hoy en día muchos domadores se toman la doma de un potro como un espectáculo, pero para eso ya están los circos.

      –Entiendo, señor Luis; intentaré dejar caer mi cuerpo en la montura con más suavidad la próxima vez. Pero, ¿dónde están las riendas?

      –Nada de riendas; como vas aprender a conseguir equilibrio, es para que no te sujetas a ellas.

      »Mientras saco a la yegua para que dé cuerda al paso, tú intenta obtener el equilibrio con naturalidad. No encojas los dedos de los pies, señal de que estás tenso de la espalda. Con los brazos relajados y acariciando el cuello de la yegua con cada mano a un lado, intenta acompañar el movimiento de la yegua con tu cadera y de esa forma cogerás asiento. Tener asiento no es montar bien, también debes saber utilizar las extremidades: con los tacones del pie le das unos toquecitos para que aprenda a no ir rígida y mover un poco las articulaciones, igual que te he comentado con los brazos.

      –Qué sensación más excitante, me gusta. ¿Qué tal si la echamos a trotar? –me atreví a decir.

      –¿Y qué tal si te bajas ya, que mañana será otro día? Estas sesiones al paso las repetiremos varias veces, intercalándolas con riendas y estribos; he observado que estabas correctamente montado en el centro y no echabas tu peso a un lado.

      Teniéndome en el centro del picadero y subido en la yegua me mandó bajar, pero esta vez lo hice con más suavidad, de tal manera que al saltar, por mi falta de equilibrio, rocé con mi pierna derecha la grupa de la yegua.

      –Este es otro grave error, Juan; nunca toques a un animal con la pierna en la grupa. Domando a un potro, este se puede sorprender y dar una lanzada y al no haber acabado de bajarte puede recibir un fuerte golpe y producir un resabio. También es cierto que no todos los animales aceptan los errores de la misma manera. Los hay que te tiran y cuando te ven en el suelo se quedan mirándote como diciendo: «¿Qué haces ahí?», y otros, al contrario piensan: «¡Ah! pero así te caes, mañana antes». Cada animal es un mundo y la experiencia se adquiere trabajando a muchos potros de razas, cruces y edades diferentes, teniendo distintas finalidades. Algunos cerreros aceptan un método y otros no. También los hay con resabios de mil maneras, y algunos se corrigen y otros quedan marcados para toda la vida; depende del historial y de su forma de ser.

      –Lo tendré en cuenta, señor Luis. Pero, ¿por qué hemos acabado en tan poco tiempo?

      –Por tu juventud me quieres demostrar que aguantas mucho, pero en realidad te notaba algo cansado. Esto es muy duro y no quiero abusar; te quiero domar como a los potros, despacio. Además, ¿no sentías molestias en las piernas?

      –A decir verdad, tengo que confesar que sí, pero solo en las piernas; en los brazos y en el cuerpo, no.

      –Me alegra saberlo; eso es porque el trabajo ha sido correcto. En las piernas es normal, pero el resto del cuerpo si duele es porque el ejercicio no se ha realizado correctamente.

      Aquella primera lección me quedó marcada para toda la vida. Durante los siguientes días repetimos el mismo trabajo. Ya teniendo algo mejor el asiento, empezaron mis clases con los estribos y las riendas.

      Teníamos a la yegua en el centro del picadero con la montura, pero esta vez con los estribos puestos. Me quedé inmóvil esperando alguna orden por parte de mi maestro, cuando me dijo:

      –Me he dado cuenta de que has aprendido la lección de poner la montura correctamente y de revisarla bien, pero la cabezada es tan importante como la montura. Tienes que observar si está en su sitio, que la frontalera esté derecha; si la tiene ladeada da la sensación de que el animal está borracho. También que el bocado no esté colocado muy bajo; aparte de no hacer efecto, le dañarías la boca al estar sobre los colmillos. Si está muy alto se aprecia porque la comisura del labio está muy arrugada; de ser así le producirá heridas y también dañará los asientos, y con esa molestia y malestar procederá a protestar y mover la boca constantemente.

      Explicado todo esto, me mandó colocarme para poner el pie en el estribo. Sus indicaciones fueron las siguientes; las recuerdo como si fuesen hoy mismo:

      –Sujeta el estribo izquierdo con tu mano derecha para poder introducir un poco tu pie izquierdo. Con tu mano izquierda agarras un poco de pelo de las crines del animal, o bien el pomo delantero de la montura; yo prefiero un poco de pelo y bien cerca del cuello. En un futuro, al montar en potros cerreros, llegarás a sentir ciertas tensiones, relajaciones o podrás anticiparte a movimientos bruscos que puedan hacer por su falta de confianza. Aprovecho que estoy delante sujetando a la yegua para darte la lección; igual sucederá cuando montes a los potros las primeras veces. Estaré sujetándolos también, pero con la diferencia de que estaremos más pendientes por lo que pueda suceder. La mano derecha, una vez introducido el pie en el estribo, la diriges al borren trasero y de un impulso te alzas hacia arriba, la rodilla izquierda debe estar siempre en contacto con la montura y colocada justo en la cincha, procurando no pinchar con la punta de la bota al animal. En ese momento, que es cuando tienes que pasar la pierna derecha por la grupa, es cuando más equilibrio debes tener, ya que justo cuando pasas la pierna derecha cambias la mano derecha del borren al pomo y entonces es cuando con ligereza y suavidad te dejas caer en la montura. Sin mirar el estribo derecho, y mucho menos intentar cogerlo con la mano para poder hacer entrar el pie en él, procurarás buscar la forma de introducir la bota. Al principio te costará un poco, pero con experiencia y habilidad no tendrás dificultad en introducir el pie en el estribo.

      Me lo tuvo que repetir varias veces para poder enterarme y asimilar lo que me decía, pero lo más curioso de todo es que cuando me encontraba arriba me mandaba bajar de nuevo, como si de un ejercicio gimnástico se tratara, hasta dominar correctamente el subir y bajar. Ni que decir tiene que para bajar era exactamente igual, pero como si rebobinase la escena.

      Realicé los mismos ejercicios que en días anteriores pero con estribos; solo unas vueltas a ambas manos al paso. Mi maestro me colocó los estribos en la medida justa y me mandó realizar unos ejercicios al paso para después hacerlos al trote. Los ejercicios eran sencillos a simple vista, aunque nada fáciles para un novato como yo. Giros con la cabeza y los brazos en varias direcciones. Mover las piernas hacia atrás y hacia adelante, pero solo de rodilla para abajo, sin variar de posición. Inclinar el cuerpo hacia atrás y regresar a la posición inicial. Esto lo repetí varias veces. Cuando ya lo ejecutaba con naturalidad, el señor Luis me dijo:

      –Bien, Juan, estás cogiendo confianza, que es lo primordial para poder tener un progreso adecuado. Si tuvieses miedo el aprendizaje se atrasaría y acabarías desilusionado, porque esto es lento en principio, aunque en cuanto adquieras ciertas habilidades los pasos serán agigantados.

      –Me alegra saber que soy buen alumno.

      –Eres buen alumno porque tienes confianza en tu maestro y obedeces todas mis indicaciones sin poner en duda mi profesionalidad; de lo contrario esto sería un fracaso antes de empezar. La ignorancia es muy atrevida, y por eso quiero que seas inteligente y tengas la sangre lo suficientemente fría como para controlar la situación cuando sea necesario y actuar en el momento justo y preciso. Bien, ahora sujétate un poco más, que vamos a trotar un poco. Tenemos la suerte de que esta yegua tiene un trote muy cadencioso y reunido, por lo que te será más cómodo.

      Efectivamente, al no tener más sujeción que mi asiento y mis piernas me sentía algo incómodo, pero a la vez, como era un movimiento agradable, acompañaba en él a la yegua. De pronto sentí que mi maestro estaba acelerando el ritmo de la yegua; trotaba un poco más ligera, lo que hizo que me descolocara un poco en cuanto a comodidad.

      –Procura no dar botes en el asiento –me dijo el señor Luis–. Intenta trotar sentado, relájate y acompaña en el movimiento del trote a la yegua. Quiero verte seguro y que dominas la situación.

      Fueron