Polvo y decadencia. Jonathan Maberry

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Название Polvo y decadencia
Автор произведения Jonathan Maberry
Жанр Книги для детей: прочее
Серия Ruina y putrefacción
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9786075573465



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      —Hola —le respondieron.

      Morgie se inclinó sobre la caña y con cuidado pasó la cuerda de tripa por las guías. Era una vieja caña, hecha antes de la Primera Noche y primorosamente cuidada por Morgie. Había pertenecido a su padre.

      —Supongo que esto es todo, ¿eh? —dijo Morgie con voz plana.

      —Tal vez regresemos —comenzó Benny, pero no terminó porque su amigo ya estaba sacudiendo la cabeza.

      —No mientas, Benny.

      —Lo siento —el chico se aclaró la garganta—. Desearía que pudieras venir con nosotros.

      Morgie levantó la mirada, con el rostro frío y contraído.

      —¿En serio? ¿En verdad quieres que vaya contigo…?

      —Seguro.

      —… ¿y Nix?

      Ahí estaba. Tan brusco y virulento como una bofetada.

      —Morgie, vamos, viejo. Pensé que ya lo habías superado, el año anterior…

      —Has estado demasiado ocupado preparándote para tu gran aventura… ¿cómo podrías saber lo que alguien más está sintiendo? —Benny quiso responder, pero Morgie sacudió la cabeza, disgustado—. Sólo… vete, Benny.

      Benny se adelantó un paso.

      —No seas así.

      De pronto Morgie arrojó lejos su caña de pescar y se puso en pie de un salto. Su rostro estaba rojo, lleno de furia y dolor.

      —¡TE ODIO! —gritó.

      Cletus despertó y ladró alarmado, los pájaros asustados salieron volando de los robles.

      —Espera —dijo Benny, a la defensiva—, ¿qué diablos pasa? ¿De qué se trata toda esta porquería?

      —Se trata de que tú y ella me abandonan y se van a vivir juntos una gran aventura.

      Benny lo miró fijamente.

      —¿Qué dices?

      Morgie bajó corriendo los escalones y empujó a Benny tan fuertemente como le fue posible. Morgie era mucho más grande y fornido, y Benny trastabilló hacia atrás y cayó. Morgie dio otro paso al frente, amenazante, siguiendo a Benny en su caída, con los puños apretados con rabia.

      —Maldita sea, Benny, te odio. Finges ser mi amigo, pero sedujiste a Nix y ahora me desechan para largarse juntos. Tú y esa perra.

      Benny lo miraba azorado, luego sintió que su propia ira comenzaba a crecer. Se levantó.

      —Puedes decir lo que quieras sobre mí, Morgie —le advirtió—, pero nunca insultes a Nix.

      —¿Y qué si lo hago? —lo retó Morgie, acercándose hasta quedar casi pecho con pecho.

      Benny sabía que Morgie podía derrotarlo en una pelea. Morgie siempre había sido el más rudo del grupo, el único que nunca se echaba para atrás. Había tratado de enfrentarse a Ojo Rosa y al Martillo en la casa de Riley, y casi había muerto por ello.

      Morgie lo empujó de nuevo, pero esta vez Benny ya lo esperaba y todo lo que aquél logró fue hacerlo retroceder algunos pasos. Al trastabillar, su talón pisó la caña de pescar y se escuchó un agudo ¡crack!

      Ambos agacharon la cabeza para ver la fina varita destruida. Habían pescado un centenar de truchas con esa caña. Habían pasado miles de horas sentados en la ribera, hablando sobre todo y nada. Ahora yacía partida en dos pedazos que nunca podrían repararse. El corazón de Benny se hundió. Como suele pasar con los incidentes simbólicos, había mucho drama y nada de consuelo, y maldijo al Universo por hacer semejante broma en un momento como aquel.

      Morgie sacudió la cabeza y se dio media vuelta. Caminó hacia los escalones, subió pesadamente hasta el porche y ahí se detuvo. Volviéndose a medias, con una voz que era un feo gruñido, espetó:

      —Espero que mueras allá afuera, Benny. Espero que todos ustedes mueran.

      Entró a la casa y cerró dando un portazo.

      Benny permaneció erguido en el jardín de su antiguo amigo durante largo rato, mirando a la casa, deseando que Morgie saliera. Hubiera preferido pelear con él y recibir una golpiza a que las cosas terminaran de aquel modo. Quería gritar, pedirle a Morgie que saliera a dar la cara. Que se retractara de sus palabras.

      Pero la puerta siguió obstinadamente cerrada.

      Despacio, destrozado por dentro, Benny dio la vuelta y se dirigió a casa.

      DEL DIARIO DE NIX

      Herramientas de un cazador de zombis

      bokken. Espada de madera diseñada por los antiguos japoneses. El nombre combina dos raíces: “bo” (madera) y “ken” (espada). La bokken se usa para entrenar y es usualmente de la misma longitud y la misma forma que una katana, la tradicional espada de acero usada por los samuráis. También se le llama bokuto.

      Mi bokken es de noventa y nueve centímetros de largo y está hecha de nogal secado al aire. Pesa dos kilos y medio.

      La bokken de Benny es de ciento cuatro centímetros y está hecha de roble blanco (ha roto tres hasta ahora, y Tom ya está perdiendo la paciencia).

      16

      Cuando el primer atisbo de luz comenzó a resplandecer detrás de la línea de árboles del bosque, Tom ya los tenía cargados y listos frente al portón.

      Durante las últimas semanas la esposa del alcalde, a petición de Tom, hizo a cada uno de ellos un chaleco de la lona más resistente que se fabricaba antes de la Primera Noche. Los chalecos tenían montones de bolsillos y eran extremadamente duraderos. Benny llenó sus bolsillos de fósforos contra todo clima, una brújula, carretes de alambre y cordel, y una línea para pescar. Trató de no pensar en Morgie mientras metía el último objeto en sus bolsillos. Trató pero no lo logró.

      Cuando revisaban su equipo, Benny no dejaba de mirar hacia el pueblo.

      —Ya llegará —dijo Nix.

      Pero Morgie no llegó.

      Tom compró para cada uno tres pequeñas botellas de cadaverina y un frasco pequeño de gel de menta a un vendedor en la reja. La cadaverina era un químico que se extraía de la carne putrefacta, y Benny estaba casi seguro de que lo extraían de animales muertos y no de zoms muertos. Aplicar unas gotas en la ropa y en el cabello hacía que los vivos olieran como cadáveres en putrefacción. Los zoms no atacaban a otros zoms, así que el olor solía mantener a salvo a la persona que se rociaba cadaverina.

      Chong olisqueó el líquido e hizo una mueca de asco.

      —Encantador.

      Tom les entregó el gel de menta y le dijo a Chong:

      —Antes de aplicar la cadaverina, será mejor untarte esto en el labio superior. Satura tu sentido del olfato.

      Chong comenzó a girar la cubierta del frasco, pero Tom lo detuvo:

      —Aún no. Apelaremos a la cadaverina y la menta como último recurso. Por ahora trataremos de conservarla.

      —¿Por qué? —preguntó Chong—. ¿Por qué no comprar unos diez litros y bañarnos con esta cosa siempre que lo recordemos?

      Benny se inclinó hacia él y le confió en voz baja:

      —Sí, eso haría que Lilah quisiera saltarte encima.

      Sin cambiar de expresión, Chong murmuró:

      —Siéntete en libertad de tropezar y morir.

      Benny sonrió. Le sorprendió que aún pudiera hacerlo. Lanzó una última mirada al pueblo. Morgie no aparecía. Cerró sus ojos, inhaló profundo y trató de soltarlo. El dolor, la traición, el recuerdo de las últimas palabras de Morgie. Cuando respiraba, sentía como si sus pulmones