Название | Un príncipe y una tentación |
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Автор произведения | Dani Collins |
Жанр | Языкознание |
Серия | Miniserie Bianca |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788413751627 |
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© 2017 Dani Collins
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un principe y una tentación, n.º 173 - febrero 2021
Título original: Pursued by the Desert Prince
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1375-162-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
ANGELIQUE SAUVETERRE contestó la llamada de los guardas de seguridad del exterior que le anunciaban que había llegado Kasim ibn Nour, el príncipe heredero de Zhamair.
Suspiró y se dejó caer contra el respaldo del asiento. No tenía ganas de ver a nadie después del día que había pasado.
–Claro. Acompañadlo a mi despacho, por favor.
Hasna ya le había avisado de que su hermano la visitaría cuando estuviera en París.
Angelique no entendía por qué el hermano de la novia quería conocer a la modista que estaba haciendo el traje de la boda, pero supuso que querría prepararle un regalo sorpresa. Por eso, no esperaba que ese encuentro fuera largo o espantoso. El día que había pasado con la princesa Hasna y el cortejo nupcial no había sido nada espantoso. En realidad, había sido muy agradable.
Solo era introvertida cuando había mucha gente y mucho jaleo. Cuando se lo contaba a alguien, siempre le extrañaba y le decía que no era tímida. Sin embargo, había sido tremendamente tímida de pequeña y le habían obligado a superarlo a la fuerza. Ya podía hablar con todo el mundo, pero le costaba mucho.
Estaba deseando que su hermana Trella pudiera ser la cara visible de la Maison des Jumeaux. Algo un tanto paradójico porque su hermana gemela tenía la misma cara que ella. En realidad, quería que Trella fuese la que hablara con los clientes nuevos, recibiera a los hermanos de la novia y organizara fiestas como la que había organizado ella ese mismo día.
Quería que Trella se pusiera bien.
Sin embargo, no iba a presionarle. Trella había hecho muchos progresos superando fobias, sobre todo durante el año anterior. Estaba decidida a asistir a la boda de Hasna y Sadiq y también estaba progresando en ese sentido.
Lo conseguiría, se tranquilizó a sí misma.
Entre tanto… Giró el cuello varias veces para intentar relajar la tensión que se le había acumulado después de horas intentado calmar los últimos nervios de la boda.
Al menos, la mezcla de seda que habían estado utilizando Trella y ella no se había arrugado mucho.
Se levantó para mirarse en el espejo de pie que tenía en un rincón del despacho. Los pantalones negros le caían impecablemente, la chaqueta ligera con los bordes bordados revoloteaba cuando se movía y el top plateado le daba luz a la cara. El maquillaje había aguantado y solo el moño estaba deshaciéndose.
Se quitó las horquillas, se lo peinó con los dedos y los mechones morenos le cayeron por los hombros. ¿Sería demasiado desenfadado?
El guarda de seguridad llamó la puerta y ya no tuvo tiempo para peinarse otra vez. Fue a abrir la puerta y la impresión fue como si hubiese salido a una noche estrellada y con una luna llena que lo iluminaba todo con su resplandor.
Se quedó deslumbrada y tuvo que hacer un esfuerzo para disimular, pero el príncipe era impresionante. Era moreno y con unos ojos marrones tan oscuros que parecían negros. Tenía una nariz completamente recta y la mandíbula muy bien equilibrada. La boca… Ese labio inferior era indiscutiblemente erótico.
El resto era impecable. Su país tenía fama de ser ultraconservador, pero él llevaba la cabeza descubierta y vestía un traje occidental hecho a medida sobre lo que sus expertos ojos adivinaban que era un físico atlético.
Tragó saliva e intentó reactivar el cerebro.
–Alteza… Soy Angelique Sauveterre. Bienvenido. Adelante, por favor.
No le tendió la mano porque habría sido imperdonable para una mujer en Zhamair. Él sí le